Donald Trump se cree invencible. Eso lo lleva a pronunciar frases como “he ganado durante toda mi vida, casi nunca pierdo”, en una entrevista de 2016, poco después de recibir la nominación del Partido Republicano a la presidencia. Por eso, cuando tuvo que ceder en la cuestión del muro en la frontera con México para poder reabrir el gobierno –cerrado durante 35 días– debió dolerle en lo más profundo. Pero no solo por tener que renunciar a los 5.700 millones de dólares que pide para construir esa barrera, aunque ya anunció acciones unilaterales si los demócratas siguen negándole la financiación. También porque lo hizo recular una mujer: Nancy Pelosi, la líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. Porque Trump tiene un largo historial de desprecio por las mujeres. Decenas de frases denigrantes suyas aparecen por cientos en la red, Casi una veintena de mujeres ha denunciado haber sido objeto de su acoso. Y ha apoyado a varios aliados políticos investigados por comportamientos inapropiados. En el caso más célebre, insistió en defender a su candidato a magistrado de la Corte Suprema, Brett Kavanaugh, y logró que lo confirmaran en el Congreso a pesar de tener investigaciones abiertas por agresiones sexuales. Le puede interesar: 5 cosas que Trump ya no podrá hacer sin un acuerdo con los demócratas La postura de Trump hacia las mujeres era bien conocida desde antes de su toma de posesión. Un día después de jurar como presidente, la multitudinaria Marcha de las Mujeres convocó a cientos de miles de ellas que, con gorros rosados, se tomaron las calles de Washington para protestar. Esa concentración sin precedentes le notificó que el feminismo no iba a quedarse de brazos cruzados. A ese ímpetu inicial se le sumó un año más tarde el movimiento #MeToo, que ha generado una reacción de una magnitud inédita: ha puesto en jaque la gobernabilidad del partido del presidente y amenaza su continuidad en la Casa Blanca. “La presidencia de Donald Trump y su misoginia han movilizado a las mujeres, especialmente las más jóvenes, pues muchas de sus políticas van en contra de temas que les preocupan, especialmente los relacionados con su salud, derechos y seguridad”, dijo a SEMANA Linda Hasunuma, especialista en temas de género de la Universidad de Bridgeport. Esas políticas están reflejadas, por ejemplo, en los intentos promovidos desde la Casa Blanca por ilegalizar el aborto y por el bloqueo de un proyecto introducido por Barack Obama que pretendía disminuir la brecha salarial. El renovado poder femenino en la política estadounidense dio su primer golpe en las elecciones intermedias de noviembre, cuando rompió el récord de escaños alcanzados por mujeres en el Congreso. En total, ganaron 127 de ellas, en su mayoría demócratas (106 contra 21 republicanas), lo que significó que el partido volvió a tomar el control de la cámara baja después de ocho años de dominio republicano. Le recomendamos: Falsos demócratas Esa victoria correspondió, en gran medida, a las exitosas campañas de un grupo heterogéneo de mujeres que van desde la joven debutante Alexandria Ocasio-Cortez (a quien con apenas 29 años muchos ya le auguran futuro presidencial), hasta la misma Pelosi, que con más de tres décadas de experiencia en el Congreso es ya una institución. Y demostró que, por primera vez, el tema de género tiene el potencial de inclinar la balanza hacia uno u otro lado del espectro político. El movimiento actual responde a líneas partidistas, con las mujeres más inclinadas a votar por los demócratas y los hombres más por los republicanos. Pero las cifras indican que, porcentualmente, el número de mujeres que votan por los demócratas es mucho más significativo que el de hombres por los republicanos. En las elecciones de 2016 esa división ya empezaba a aparecer con fuerza. Según la revista The Economist, ese año entre las mujeres que votaron, Hilary Clinton obtuvo un 13 por ciento más de votos que Trump, quien por su lado tuvo un 11 por ciento más de votos masculinos. Las elecciones de noviembre pasado, que renovaron toda la Cámara y una tercera parte del Senado, resultaron aún más dicientes. Las mujeres votaron un 21 por ciento más por los demócratas y solo un 3 por ciento más de hombres votaron por los republicanos. Las demócratas esperan aprovechar ese impulso de cara a las elecciones presidenciales de 2020: de la decena de precandidatos que han destapado sus aspiraciones hasta el momento, cuatro son mujeres. Primero se apuntó a la lista Elizabeth Warren, la veterana senadora por Massachusetts que representa el sector más progresista del partido. Trump se ha mofado en numerosas ocasiones de ellla al llamarla ‘Pocahontas’, por su nada evidente ascendencia indígena. Por su parte, Kamala Harris, senadora por California y ex fiscal general de ese estado, anunció su postulación a la presidencia el 21 de enero y se perfila como la más fuerte del grupo. El jueves, en una entrevista que concedió en la salón oval de la Casa Blanca, Trump dijo que esperaba rivalizar con ella en la contienda de 2020, pero se aseguró de pronunciar mal su nombre para restarle importancia. Junto a ellas están las menos opcionadas Kirsten Gillibrand, senadora por Nueva York, y Tulsi Gabbard, congresista por Hawái. Muchos esperan que además se les sume la también senadora por Minnesota Amy Klobuchar. Le sugerimos: Cuando la democracia no le sirve a los democrátas Pero la cuestión en este momento es saber si después del fracaso de Hillary Clinton los demócratas estarán dispuestos a jugársela nuevamente por una mujer. O si ven a un hombre como Joe Biden, el exvicepresidente de Obama, como una apuesta más segura para enfrentarse a Trump. Aunque buena parte del partido puede tener esa apreciación, apenas tres años después el panorama es muy diferente al de las elecciones pasadas. La figura de Clinton como apuesta feminista nunca llegó a consolidarse del todo, y muchos la asociaban más con el establishment que con la renovación. Además, en los tiempos previos al MeToo, Clinton nunca llegó a explotar del todo su condición de mujer. En un artículo para The New York Times, la analista política Lisa Lerer afirmaba que mientras Hillary minimizaba su género, ‘hoy las candidatas se aferran a él. Hoy los niños merodean en las campañas. Algunas aparecen dándoles pecho en sus avisos’. Además, muchas de ellas hablan abiertamente de los abusos sexuales que han sufrido, lo que las identifica con miles de mujeres que han pasado por situaciones similares. Con todo, hay que recordar que Clinton arrasó a Trump en el voto popular, y que solo perdió debido al complejo sistema electoral de Estados Unidos, por lo que tampoco hay que desdeñar su legado. Así las cosas, además de sus problemas por la investigación de la trama rusa, la desaceleración económica que parece venírsele encima y el peligro de incumplir su promesa de construir un muro en la frontera sur, Trump tendrá que enfrentarse a un enemigo poderoso que él mismo ayudó a crear: las mujeres.