Desde que el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, lanzó su megacárcel, el presidente Petro le ha dedicado una serie de trinos que los tienen públicamente enfrentados. El primer mandatario colombiano había dicho que esa prisión era un “campo de concentración”.
“Ustedes pueden ver en redes las fotos terribles, no me puedo meter en otros países, del campo de concentración de El Salvador lleno de jóvenes, miles y miles encarcelados, que le da a uno escalofríos”, dijo Petro y añadió que “yo creo que hay gente que le gusta eso, indudablemente”, sostuvo Petro.
Bukele le había contestado con fuerza: “¿Desde 1993? 30 años… ¿Usted gobernó 30 años? ¿Bogotá? ¿No es usted presidente de Colombia? Nuestra experiencia: de más de 100 homicidios por cada 100.000 habitantes, ahora estamos en cifras de un solo dígito. Y la reducción fue rápida, porque los muertos no se recuperan”.
Este jueves, la controversia volvió al Twitter, pero mucho más recargada. El presidente Petro había compartido una nota de CNN en la que se decía que había información en el departamento de Estado que señala que se investiga si altos mandos de El Salvador tienen pactos con las pandillas para reducir la tasa de homicidios a cambio de mejores condiciones carcelarias.
Bukele le contestó con fuerza: “Pónganse de acuerdo. Primero acusa de tratos inhumanos y ahora hablan de ‘mejores condiciones’. Además, no entiendo su obsesión con El Salvador. ¿No es su hijo el que hace pactos bajo la mesa y además por dinero? ¿Todo bien en casa?”
Bukele se refiere a los señalamientos publicados por SEMANA contra el hijo del presidente Gustavo Petro. En entrevista con SEMANA, su exesposa, Day Vásquez, contó con detalle como Nicolás recibía a nombre de su papá centenares de millones de pesos de personas con “pasado oscuro”.
Day ha sido contundente en asegurar que su expareja tuvo reuniones prácticamente con todos los ministros. En los chats se menciona a uno de los más importantes del gabinete y quien es el vocero del Gobierno: el ministro del Interior, Alfonso Prada. En las conversaciones en poder de SEMANA, incluso se refieren a “cupos” o puestos de trabajo y de eso da cuenta un diálogo del 22 de noviembre del año pasado. El ministro Prada negó el asunto.
También habló de como Nicolás Petro había recibido dineros del llamado Hombre Malrboro, del Turco Hilsaca y de un contratista de Villavicencio. “La democratizó”, dijo en la entrevista Day, en tono irónico, para asegurar que Nicolás nunca entregó a la campaña los millones que personajes polémicos le dieron a modo de aporte electoral.
La historia que cuenta Day es que Samuel Santander Lopesierra, conocido como el Hombre Marlboro, le entregó al hijo del presidente Petro 600 millones de pesos. Lopesierra es un personaje conocido en los años noventa que había desaparecido y que vuelve a la palestra. Fue político y se consolidó como el duro del contrabando de cigarrillos. Tras ser extraditado por narcotráfico y pagar su pena, volvió al país. Hasta ahora, no se sabía de él.
Nicolás ―cuenta ella― esperaba con ansias esa plata para comprar una lujosa casa de 1.600 millones de pesos. Lo hizo por medio de un tercero, “para no comprometer” su nombre. La pareja alcanzó a firmar la promesa de compraventa para este negocio, que al final ella ―ya separada de él― deshizo.
Como el negocio se cayó, a Day le devolvieron parte de esa plata. “Yo eché el negocio para atrás por obvias razones. Yo le dije: no, no puedo. Parte del dinero de lo que se entregó para esa casa lo tengo en un CDT. No se lo he devuelto a Nicolás. De hecho, él me quitó el esquema de seguridad por eso”, le dijo Day a Vicky Dávila, directora de SEMANA.
La pelea del esquema de seguridad fue pública. Day denunció esa situación en redes sociales. Aseguró que Nicolás le “mandó a quitar el vehículo de seguridad por venganza” y dijo que tenía “pruebas de ello”.
Él, en una entrevista con El Heraldo, de Barranquilla, había sostenido que “tenía dos hombres de protección las 24 horas y un puesto fijo en su lugar de residencia” y que él le ha brindado su “apoyo hasta donde me ha sido posible”. Ella lo refutó, diciendo que la información era falsa. Solo hasta la entrevista con SEMANA, Day contó por primera vez que detrás de este conflicto estaba el CDT.
Vásquez también agregó un hecho delicado. Aseguró que ha hablado con la hija de Santander Lopesierra tres veces y que ella le ha contado que Nicolás les sigue pidiendo plata. “Les pidió una cabaña que ellos tienen, había pedido prestada la cabaña para algún tipo de reunión, no sé, y estaba pidiendo más dinero. Yo tengo el audio”, advirtió.
Agregó: “Ellos simplemente quisieron aportar a la campaña. Y pensaron, y creo que ellos siguen pensando, que esa plata llegó a la campaña, o que se invirtió en parte de la campaña aquí en el Atlántico. Y si cogieron 50 millones de pesos para cubrir algún gasto de la campaña aquí en el Atlántico, fue mucho”.
Sin embargo, la mayoría de esa plata está en ese título valor. Day agrega que habló con el presidente Petro en días anteriores y le contó todo. Asegura que le dijo al primer mandatario que ella no estaba dispuesta “a devolverle esa plata a Nicolás”, pero sí a Santander Lopesierra. “Se la devuelvo al señor”, aclaró.
La mujer es consciente de que tener este dinero guardado la pone en riesgo. Y su ex, así se lo reafirmó: “Nicolás sí me dijo a mí que cuando él se enteró, pues que yo estaba obviamente superdolida, él me dijo que me iba a meter en problemas y que lo podían matar a él y me podían matar a mí. Eso me lo dijo Nicolás. Que porque estaba entregando su cabeza en bandeja de plata”.
Así es la cárcel de Nayib Bukele. SEMANA la recorrió completa
En un solo día de marzo de 2022 fueron asesinadas 85 personas en El Salvador. Desde ese momento no hubo marcha atrás, fue el detonante de una explosión de autoridad a cargo del presidente Nayib Bukele, quien les declaró la guerra a las pandillas y, nueve meses después, las cifras de homicidios se redujeron tanto que el país tiene la tasa más baja del continente.
Fue decretado el estado de excepción y las instituciones se articularon con el propósito de proteger a los ciudadanos, librarlos de la amenaza que por décadas los mantuvo bajo el miedo y régimen de terror de las pandillas MS y Barrio 18, responsables de homicidios, extorsiones, abusos sexuales masivos y reclutamiento de menores.
El presidente Bukele propuso, el Congreso aprobó y la rama judicial ejecutó. Más de 65.000 pandilleros fueron capturados en el marco del Plan Estratégico de Control Territorial. El código penal cambió y el delito de agrupaciones ilícitas, similar al concierto para delinquir en Colombia, pasó de ocho a 40 años de prisión. Ahora hasta los pandilleros se borran los tatuajes que los vinculan a esas organizaciones criminales. Los pandilleros están expuestos a una pena de cuatro décadas y un régimen penitenciario que pone a rezar al delincuente más ateo.
Las capturas hacinaron las cárceles. El presidente Bukele lo sabía y en julio de 2022 anunció la construcción de una megacárcel para pandilleros. Nació el Centro de Confinamiento para el Terrorismo, que saluda al mundo como un gigante ejemplo de tecnología y eficiencia.
Es la cárcel más grande de América, ubicada a unos 70 kilómetros de la capital, San Salvador. SEMANA fue el primer medio en llegar a este gigante de acero y concreto, conocer las celdas, caminar por los pasillos y entender por qué esta prisión tiene muertos del miedo a los pandilleros.
Las celdas
El Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) fue construido en tan solo seis meses. Está ubicado en un terreno de 300.000 metros cuadrados rodeado por una selva, observado por el volcán San Vicente y alejado de cualquier zona urbana.
Son ocho pabellones con más de 100 celdas para confinar a pandilleros de la MS y el Barrio 18 en camarotes de cuatro niveles, con dos inodoros y dos piletas para bañarse. No hay privacidad, los detenidos tendrán que hacer sus necesidades frente al resto de capturados.
Las celdas tienen una altura de seis metros y desde arriba los pandilleros son vigilados a través de una malla troquelada en rombos, con bordes afilados, que pueden mutilar el dedo de quien se atreva a forzarlos o utilizarlos como arma.
El asunto es radical. No tendrán visitas. Si resultan condenados a la pena máxima, la tendrán que cumplir en absoluto confinamiento y sin posibilidad de visita o encuentros conyugales. Pero ni la falta de privacidad, los controles estrictos o las jornadas de trabajo preocupan tanto a los pandilleros como la posibilidad de terminar en las celdas de castigo.
El castigo
Las celdas de confinamiento, 12 por cada pabellón, son ejemplo de severidad. Los pandilleros, que por años gozaron los beneficios de un sistema corrupto, cómplice de una empresa criminal con sede en las cárceles, están aterrorizados con la posibilidad de caer en el espacio de castigo.
Son celdas de dos metros cuadrados con un techo ubicado a cinco metros de altura y en completa oscuridad. Estar adentro aterra. Una vez se cierra la puerta, hasta la respiración se convierte en eco. No se escucha nada, no se ve nada. Es imposible incluso llegar al inodoro que está junto a la pileta con agua.
Solo en escasas oportunidades los prisioneros podrán salir de estas celdas de confinamiento. Lo harán cuando los requieran para una audiencia judicial. SEMANA fue testigo de los procedimientos y el régimen de esta megacárcel. Los pandilleros no verán el sol. Hay luz natural que se cuela por el elevado techo curvo. En los mismos pabellones están las salas de audiencias virtuales y de notificación. La cárcel fue diseñada para una reclusión absoluta.
No hay zonas de recreación, entretenimiento o para caminar y estirar las piernas. El único espacio está entre los camarotes y los inodoros. Recorrer las celdas y pensar que en cuestión de días estarán llenas de condenados a casi medio siglo, resulta impresionante. Aterrador.
El búnker
La seguridad es igualmente estricta. Son ocho anillos que arrancan con un muro de 12 metros de altura, coronado con una malla electrificada de 15.000 voltios, cámaras de alta tecnología, visores térmicos, reconocimiento facial y detectores de movimiento. Todo está conectado al centro de control, un complejo sistema que vigila cada rincón de la cárcel, registra en detalle lo que ocurre a más de 500 metros y con sorprendente claridad.
El resto de filtros, en el Centro de Confinamiento para el Terrorismo, cierran el cerco a los pabellones. Más muros, mallas y torres de vigilancia que se convierten en faros con visuales de 360 grados. Todo reforzado con cerca de 1.000 hombres de la Policía y el Ejército, además de un grupo de funcionarios de Centros Penales, la institución que en El Salvador estará a cargo de este gigante.
Los funcionarios cuentan con la fuerza, la indumentaria y el armamento para enfrentar no solo un motín, sino una guerra. Tienen un salón con armas y todo lo necesario para anticiparse a cualquier eventualidad y permanecer por semanas resguardados de cualquier ataque. El búnker de El Salvador está listo.