Las pandillas llevaban décadas azotando a la población de El Salvador, muchos incluso se atrevían a decir que dichos grupos criminales tenían más poder que cualquier gobierno de turno. Sin embargo, en 2019 Nayib Bukele llegó al poder y desde entonces ha impulsado reformas sin precedentes en el país centroamericano.
Al presidente se le ha acusado de cientos de cosas durante su estancia como mandatario, por actitudes y leyes que han sido condenadas por la comunidad internacional. Amenazó al Congreso con soldados armados para que aprobaran sus proyectos, censuró al diario opositor El Faro y destituyó a los jueces de la Corte Suprema para que pudiera ser aprobada su reelección.
Aun así, Bukele se las ha arreglado para ser prácticamente intocable entre sus propios ciudadanos y convertirse en uno de los mandatarios más populares del mundo. Según la firma Fundaungo, el 89 por ciento de los salvadoreños aprueba su gestión; además, el 84 por ciento tiene una percepción positiva del futuro del país.
Pero la inmensa e indiscutible popularidad de Bukele tiene su raíz en la inexorable lucha contra las pandillas que ha liderado desde que llegó al gobierno. En total, más de 53.000 personas han sido detenidas desde el estado de excepción que decretó el presidente Bukele, quien les ha declarado una guerra a muerte a las bandas criminales y las ha convertido en su obsesión personal.
El origen de su empeño por acabar las pandillas se basa en el hecho de que en marzo pasado un total de 87 personas fueron asesinadas en tres días, lo cual terminó con la paciencia del mandatario. Las penas aumentaron de tal forma que un niño de 12 años que pertenezca a una pandilla podría llegar a estar hasta diez años en prisión y, si tiene menos de 16, puede ser condenado a 20 años de cárcel; si es líder de una banda, a entre 40 y 45 años, y el solo hecho de pertenecer a una de estas organizaciones puede acarrear 30 años de prisión.
Para entender este fenómeno en perspectiva, vale la pena saber que para el año 2000 la población carcelaria del país era de 7.000 internos, pero hoy supera los 66.000, lo que significa que básicamente un por ciento de todos los salvadoreños que habitan el territorio está tras las rejas. Además se espera que dicho número aumente tras la construcción de una nueva cárcel para pandilleros que tendrá capacidad para 40.000 reos.
A eso se suma que el trato que han recibido los pandilleros en los penales no es precisamente el mejor. Por orden directa de Bukele, a los prisioneros se les ha privado de comida, los obligó a estar entre diferentes pandillas y los juntó esposados y de rodillas en plena pandemia de covid-19, exponiéndolos a contagios. Estas medidas drásticas se tomaban cada vez que la violencia aumentaba en las calles.
Todo esto llevó a los grupos criminales que azotaban al país a reorganizarse y esconderse de la luz pública. La Mara Salvatrucha, la principal pandilla de la nación, se ha tenido que refugiar en los bosques y selvas, ya que la ciudad se convirtió en un terreno imposible de habitar para ellos: con tan solo un tatuaje basta para ser detenido, por lo que se han visto casos de criminales que se maquillan para taparlos.
La condena internacional
Las medidas de Bukele obviamente no han pasado desapercibidas y han sido incluso condenadas por la comunidad internacional. La oficina de la Alta Comisionada de la Organización de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) ha manifestado su preocupación por las medidas del Gobierno salvadoreño.
“Reconocemos los desafíos que plantea la violencia de las pandillas en El Salvador y el deber del Estado de garantizar la seguridad y la justicia. Sin embargo, es imperativo que esto se haga de conformidad con el derecho internacional de los derechos humanos”, dijo en su momento la portavoz de la ACNUDH, Liz Throssell.
También llegaron condenas de parte de Unicef, Human Rights Watch y del Gobierno de los Estados Unidos, que observa de cerca todo el régimen de excepción impuesto por Bukele. Pero, lejos de quedarse callado o de acatar las recomendaciones de los entes internacionales, el mandatario salvadoreño ha plantado cara contra todo aquel que se atreva a cuestionar sus métodos.
“Que vengan a llevarse a estos pandilleros, si tanto los quieren. Se los entregamos todos, al dos por uno”, dijo el presidente. “Y no me importa lo que digan los organismos internacionales”, declaró, y aseguró que tanto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como los periodistas del país son “socios de las pandillas”.
Toda esta lucha mediática entre el Gobierno salvadoreño y la comunidad internacional solo ha servido para que Bukele se haya reinventado y convertido en un contrapeso de organizaciones como la ONU capaz de criticar sin pelos en la lengua todo lo que hagan dichas instituciones.
Hace solo un par de semanas, Nayib Bukele se fue con todo contra la ONU y las potencias mundiales, en plena Asamblea General de las Naciones Unidas. “Vine hasta acá para pararme en este pódium en un formato en el que ya no creo, para decir algo que lo más probable es que de todas maneras no cambie la forma en que los países poderosos ven a los demás”, dijo en Nueva York.
Y sobre los comunicados de la comunidad internacional en torno a su labor en El Salvador, Bukele fue igual de contundente. “Será mucho más rápido si los países poderosos nos ayudan o al menos, si no nos quieren ayudar, que no estorben”, dijo antes de pedir a las potencias mundiales que no pretendan mandar sobre su nación.
Mientras tanto, el presidente salvadoreño sigue con su cruzada contra las pandillas, también a través de las redes sociales. Por ese medio, la última semana le cerró la puerta a cualquier proceso de paz con las bandas criminales. “Entréguense a la justicia y paguen la pena por los crímenes que cometieron, esa es la única alternativa que tendrán. De lo contrario, tendrán que enfrentarse a las consecuencias”, dijo a través de su cuenta de Twitter.
También, el mandatario hace eco de los resultados de su gestión, como haber logrado que en el país no haya asesinatos a diario, algo que hace unos años era impensable. El país lleva más de 200 días, no seguidos, sin homicidios.
Así las cosas, Bukele sigue defendiendo su gestión a través de sus redes sociales, todo mientras continúa con su implacable lucha contra las bandas criminales del país, una batalla que parece ir ganando y que ha llevado a las pandillas al desespero y a replantear todas sus tácticas. Todo indica que no habrá descanso ni lugar a salvo para los delincuentes en El Salvador.