Inestabilidad es lo que se ha pregonado en Israel en materia política durante los últimos tiempos. En los cuatro años anteriores, el país ha enfrentado cinco elecciones parlamentarias distintas, todo porque sus dirigentes no han sabido formar Gobierno y calmar las aguas. El mismo Netanyahu se había visto obligado a dejar el puesto en 2021 en medio de grandes divisiones y acusaciones de corrupción.
Pero sus sucesores, Neftalí Bennett y Yair Lapid, no supieron tampoco dirigir el país hacia rumbos más tranquilos. En el caso del primero, llegó al poder en una coalición inédita entre la derecha, la izquierda y una formación árabe, algo que sorprendió. Además, acordó que Lapid fuera su ministro de Relaciones Exteriores. Pero el sueño se terminó en abril, cuando la coalición se derrumbó y se anunció la disolución del Parlamento.
El centrista Lapid fue encargado de asumir el cargo hasta las elecciones del primero de noviembre, en las que el mismo primer ministro se presentó. Pero una contundente victoria del partido de derecha Likud, de Netanyahu, le permitió volver al poder tras a poco más de un año de haberse ido del cargo. El partido de Gobierno llegó al 13 por ciento de las votaciones, mientras que el ganador alcanzó el 24 por ciento. Si bien perdieron escaños, es suficiente para un triunfo destacado.
“Hablé esta noche con el presidente de la oposición, Benjamín Netanyahu, y lo felicité por su victoria en las elecciones. El Estado de Israel está por encima de toda consideración política y le deseo éxito (...) por el bien del pueblo”, afirmó Yair Lapid, mandatario actual, a través de sus cuentas de redes sociales, asumiendo la derrota de su partido en las urnas.
“Me gustaría agradecer a los ciudadanos de Israel por su tremendo apoyo. Juntos trajimos una gran victoria al Estado de Israel. Muchas gracias desde el fondo de mi corazón”, declaró Netanyahu al ser declarado ganador. Además, con los resultados parlamentarios, los israelíes podrían tener el Gobierno más derechista de su historia: el bloque aliado al ex primer ministro será de 62 escaños, mientras que los cercanos a Lapid llegaron a 53.
Netanyahu dirigió el país desde 1996 hasta 1999 y luego desde 2009 a 2021, siendo el mandatario que más tiempo ha estado al frente de la nación en su historia. Pero no ha sido una figura que esté lejos de la polémica. Las acusaciones de corrupción hicieron que también perdiera buena parte del apoyo del electorado, mientras que sus seguidores niegan cualquier denuncia y alaban su larga gestión.
Con el mandatario israelí no hay puntos medios, o se le alaba o se le odia. Es tal la magnitud que tiene en la política de su país, que el conflicto con los palestinos, el programa nuclear iraní o la situación económica han pasado a un segundo plano. Todo gira en torno al patriarca que vuelve al poder, pero sus votantes no dudan de su capacidad de poder darles una vuelta a todos los problemas de Israel.
Los seguidores del ex primer ministro de derecha y electo para dirigir al país han manifestado que confían en que pueda lidiar con los problemas con los palestinos, que pueda manejar la economía de una mejor manera, ya que en el país, como tantos otros, los productos de necesidad básica siguen con un abrupto aumento de precios, algo que el Gobierno de Lapid intentó manejar, pero no logró.
Por ahora, durante los próximos 42 días, el Gobierno de Lapid tendrá que abandonar el poder y darle paso a una nueva etapa de Netanyahu. Ya los procesos y reuniones de traspaso al poder han comenzado y solo será cuestión de tiempo para que los israelíes juzguen si la vuelta del mandatario de derecha fue la decisión acertada o no.