Con crecientes índices de criminalidad tanto en New York como en el resto de Estados Unidos, el presidente Joe Biden se reunirá el jueves 3 de febrero en la ciudad de los rascacielos con el alcalde Eric Adams para hablar de la inseguridad que generan las armas de fuego, un asunto sensible para el Partido Demócrata.
“La violencia de las armas es una crisis de salud pública”, dijo recientemente Adams, un excapitán de la policía neoyorquina, que llegó a la alcaldía de la mayor ciudad estadounidense con la promesa de reducir la violencia, disparada en el primer mes de su mandato.
Más que ninguno de los impactantes crímenes registrados en enero, la muerte de dos agentes policiales aumentó la presión sobre el alcalde de raza negra, que en su juventud flirteó con la delincuencia y que entró en la policía con la idea de reformarla desde dentro.
“Es nuestra ciudad contra los asesinos”, espetó Adams, quien la semana pasada lanzó su “Proyecto para acabar con la violencia de las armas de fuego”, un paquete de medidas de “intervención y prevención” para luchar contra la proliferación de armas, muchas ilegales, y la delincuencia.
El alcalde quiere resucitar las viejas patrullas policiales en los barrios con mayor delincuencia, de población mayoritariamente negra e hispana, programas para reinsertar a 250.000 jóvenes entre 16 y 25 años que ni estudian ni trabajan, reformar el sistema judicial, y atajar la llegada de armas de otros estados.
Con Adams, llegaron varias figuras reformistas a puestos clave en la ciudad. Entre ellos, el fiscal de Manhattan, Alvin Bragg, que prometió una política más laxa con los portadores de armas, y que a la luz de los hechos debió moderar su mensaje.
La policía neoyorquina, que el viernes 28 de enero acudió en masa a dar el último adiós a Jason Rivera, uno de los dos policías asesinados en Harlem, dejó claro de qué lado está.
“Sé que estabas cansado de las leyes, especialmente de las del nuevo fiscal (...) y estoy segura de que toda la familia azul (por el color del uniforme policial) está también cansada”, dijo su esposa Dominique Luzuriaga en el funeral, ovacionada por los asistentes puestos en pie.
A nivel nacional, el gobierno demócrata de Joe Biden, que por diferencias en su partido no ha logrado que el Senado apruebe su proyecto “Reconstruir mejor” por 1,7 billones de dólares en inversión social, educativa y medioambiental, promueve una “estrategia integral” para luchar contra la violencia y la inseguridad.
Esa estrategia busca inyectar más dinero a ciudades y estados, aumentar la policía en las calles, impulsar programas de prevención de la violencia a nivel comunitario así como nuevas leyes para combatir el tráfico de armas y tratar de frenar la violencia, que se agravó en 2021 con la pandemia de covid-19.
Más de 20.000 personas murieron por armas de fuego el año pasado, más que en 2020, cuando los homicidios aumentaron en torno a un 30 %. La mayoría de las víctimas siguen siendo jóvenes negros que viven en comunidades de bajos ingresos.
“New York es un gran laboratorio para ensayar estrategias porque tenemos una variedad de diferentes condados, pero todos en el mismo contexto político y cultural, por lo que las cosas pueden hacerse de manera prácticamente constante”, dice Jeffrey Butts, profesor e investigador del centro de Justicia Criminal John Jay, que ve necesario “un enfoque diverso”, para atajar la violencia que contemple la “disuasión, coerción y prevención”.
Con información de AFP