Hay pueblos a los que parecería gustarles las dictaduras. Es el caso de Nicaragua, en donde Daniel Ortega y su cónyuge, Rosario Murillo, han sido reelegidos con una abrumadora mayoría por cinco años más, en unas elecciones en las que los resultados estaban cantados desde hace mucho tiempo.
Daniel Ortega no está en el poder desde hace 14 años, como se ha dicho. Lo controla desde 1979, hace 42, cuando la revolución sandinista, apoyada por la comunidad internacional y un sector de la población nicaragüense, derrocó al general Anastasio Somoza, cabeza de una dinastía que regía al país desde 1932.
Todos los dictadores, durante el tiempo en que han detentado el poder, convocan a elecciones, saliendo siempre victoriosos por amplísimos márgenes. Fuera del pintoresco caso de Ortega, la práctica se repite con Maduro, que continuará en la presidencia y buscará que lo reelijan, como lo han intentado varios de sus colegas abanderados del socialismo del siglo XXI.
Aunque es evidente que la represión del aparato estatal es utilizada para procurar la continuidad de los dictadores, también es cierto que algunos votan porque les gusta el autoritarismo. En Cuba, por ejemplo, una mayoría ha respaldado el sistema, algunos por obligación y otros porque auténticamente creen que es el más adecuado.
No falta quien en La Habana se pregunte, por ejemplo, ¿por qué hay países que pese a tener Congresos corruptos no los acaban y concentran el poder en el Ejecutivo?, o si realmente es necesario tener varios periódicos y canales de televisión, cuando ellos han probado que con uno es suficiente para estar informado. Generalmente los dictadores ubican a sus familiares muy cerca.
Somoza tenía a su hijo, a quien denominaban peyorativamente ‘el Chigüín’ (el chiquito, en argot nicaragüense), enfilado como coronel para sucederlo. Ortega tiene, entre otros, a su esposa como vicepresidenta, o más bien como copresidenta, al tiempo que su consuegro, Francisco Díaz, es el director de la Policía y el que encarceló a los rivales del dictador.
Aunque las prácticas de nepotismo se ven también en los regímenes democráticos, en los dictatoriales, que incluso son ratificados por el voto popular, también hay un afán por hacer prevalecer sus vanidades personales con manipulación, manejo de la información y propaganda.
Todo lo que apunte a ese objetivo para ellos es válido. Siempre habrá corifeos que adulen al dictador y el que tímidamente se oponga corre el riesgo de ser sindicado como enemigo y traidor, con todo lo que eso implica.
Lo que sigue para Nicaragua
Pasadas las elecciones con el contundente y polémico triunfo de Ortega –aunque se calcula una abstención más del 80 por ciento–, el futuro del país está en entredicho y su poca reputación internacional, en un total limbo. Una buena cantidad de países no reconocerán los comicios y rechazarán a Ortega como mandatario legítimo de los nicaragüenses.
En primer lugar, Estados Unidos, desde hace varias semanas, viene denunciando al régimen. Arrancó su enviado en la OEA, quien dijo que las elecciones habían perdido toda credibilidad posible. Pero la gran bomba llegó cuando el mismo presidente Joe Biden no titubeó al afirmar que las votaciones eran una completa farsa.
En Europa también se produjeron duras críticas a Ortega y su régimen, la Unión Europea rechazó las elecciones de manera tajante y este lunes, poco después de conocerse los resultados, los condenó. “Completan la conversión de Nicaragua en un régimen autocrático”, manifiesta el comunicado de la UE.
Aunque el problema no es ni siquiera que reconozcan a Ortega como mandatario o no, sino que Estados Unidos y la Unión Europea seguramente tendrán que imponer sanciones a Nicaragua. No solo para mostrar su desacuerdo contra un dictador que lleva muchos años en el poder y encarcela a sus opositores, también porque de dejar salir a Nicaragua con la suya, algunos mandatarios centroamericanos podrían tomarlo como inspiración y perpetuarse en el poder sin ninguna consecuencia.
Otros de los países que han decidido rechazar la reelección de Daniel Ortega son Costa Rica, Panamá y Ecuador. Que ahora tendrán en duda las inversiones de algunas de sus empresas en la nación centroamericana ante una potencial ruptura de relaciones diplomáticas.
Por supuesto, el Gobierno de Iván Duque no fue ajeno a los resultados en Nicaragua y salió a tachar los comicios de fraudulentos, añadiendo que Colombia no los reconocerá de ninguna manera. “Lo digo sin ningún temor, Colombia no va a reconocer el resultado de estas elecciones fraudulentas. Esto no nos tiene que sorprender, esto era crónica de un fraude anunciado”, dijo el mandatario colombiano.
Lo que viene será ver de qué manera esta situación puede afectar o beneficiar al país con el litigio que existe en La Haya sobre la soberanía de parte del mar territorial colombiano y de los archipiélagos como San Andrés y Providencia.
En contraparte, las naciones que han decidido reconocer a Ortega como presidente legítimo tienen su autoridad moral por lo menos en duda. Como abrebocas, por ejemplo, Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, fue de los primeros en saludar al mandatario por su reelección. Cuba, Bolivia y Rusia fueron otras de las naciones que felicitaron al nicaragüense. Incluso, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, afirmó que las peticiones de Estados Unidos para no reconocer los resultados eran inaceptables.
Por ahora, el mismo Gobierno nicaragüense ha pedido respeto para su mandato y para su país, rechazando, por ejemplo, que la OEA debata la situación de Nicaragua después de su quinta reelección.
“Nicaragua se respeta, señor presidente”, dijo Michael Campbell, representante del Gobierno de Ortega, durante la sesión plenaria de la OEA encabezada por el canciller guatemalteco, Pedro Brolo. “Guarden apego irrestricto a los principios fundamentales del respeto a la soberanía nacional, la libre autodeterminación y el no intervencionismo en los asuntos internos”, dijo Campbell al cerrar su intervención, que ha recibido todo tipo de críticas y comentarios.
Los más afectados por este golpe letal a la democracia son los mismos nicaragüenses, que durante 20 años han tenido a Ortega bajo el mando. Durante estas largas décadas, el mandatario ha sabido reprimir a toda su oposición para dejarla sin esperanza alguna de una sucesión democrática a cualquier otro movimiento.
Ortega llegó a detener y encarcelar a siete precandidatos y candidatos, siendo un total de 14 opositores que están en prisión por el delito de ser contrarios al régimen del dictador. Así mismo ha prohibido partidos políticos y ha censurado medios de comunicación críticos de su régimen. Y ahora la pregunta para la comunidad internacional es: ¿lo van a dejar?