Al menos cuatro personas han muerto este martes por la represión de las fuerzas birmanas en la ciudad de Mandalay, entre ellas una niña de siete años que se ha convertido en la víctima mortal más joven desde el inicio de las protestas contra el golpe de Estado.

La menor fue alcanzada por un disparo que supuestamente iba dirigido a su padre, que sostenía a la niña en su regazo, según ha contado la hermana de la víctima al portal Myanmar Now. El medio independiente Irrawaddy también ha confirmado este fallecimiento, identificando a la niña como Ma Khin Myo Chit.

Fuentes locales han asegurado a este último portal que las fuerzas de seguridad birmanas entraron en barrios residenciales vestidos de paisano y en coches civiles y dispararon de forma indiscriminada a la población, propinando también palizas y realizando arrestos.

La opacidad impuesta por la junta militar birmana complica la verificación de los datos sobre las protestas, que se suceden de forma ininterrumpida desde la asonada que expulsó del poder al Gobierno de Aung San Suu Kyi. La Asociación de Ayuda a los Presos Políticos (AAPP) cifra en 275 los fallecidos y en más de 2.800 los detenidos desde el golpe.

La súplica de una monja en Myanmar para que la policía no dispare a los niños. | Foto: AFP

Ante ese contexto, Estados Unidos anunció el pasado lunes sanciones contra varios oficiales de alto rango y contra el máximo responsable de la Policía de Birmania por la represión contra los manifestantes que continúan movilizándose en el país asiático contra el golpe de Estado del pasado 1 de febrero.

Entre los individuos sancionados están el jefe de la Policía birmana, Than Hlaing, nombrado para el cargo al día siguiente del golpe de Estado, y el comandante de la Oficina de Operaciones Especiales, el teniente general Aung Soe. Asimismo menciona a las divisiones de infantería ligera 33ª y 77ª.

Los sancionados son “cómplices o directamente responsables de acciones o políticas que prohíben, limitan o penalizan el ejercicio de la libertad de expresión o reunión en Birmania”.

Además, Washington señala a los miembros de la 33ª División de Infantería Ligera que “dispararon munición real contra la multitud en Mandalay” y a la 77ª División de Infantería Ligera, desplegada en Rangún, que “emplearon una fuerza excesiva con muertes como consecuencia”. Estas unidades “planificaron estrategias sistemáticas para aplicar el uso de fuerza letal”.

Washington destaca que estas sanciones están coordinadas con la UE, que ha mencionado a once ciudadanos birmanos relacionados con el golpe de Estado y la violencia de las fuerzas de seguridad. Reino Unido y Canadá también han publicado sanciones.

De la esperanza al ocaso

El 1 de febrero de 2021 Birmania dejó de ser una República parlamentaria para estar bajo el yugo de un Ejército que utiliza cualquier medida de presión para amedrentar a la población.

Si bien el país se ha visto acosado por la inestabilidad política desde que declaró su independencia de Reino Unido, entre 2011 y 2015 comenzó una transición democrática llamada a culminar tras las elecciones del 8 de noviembre, que dieron a la Liga Nacional para la Democracia (LND) una victoria aplastante.

Mientras, la formación de los militares, Partido Unión, Solidaridad y Desarrollo, obtuvo solo 33 escaños. Horas antes de que el Parlamento confirmara los resultados de los comicios, que darían de nuevo el poder a la premio Nobel Aung San Suu Kyi, considerada como el símbolo de las aspiraciones democráticas de Birmania, el Ejército asumió el poder, declaró el estado de emergencia durante un año y detuvo a los principales dirigentes del país, incluida Suu Kyi.

A pesar de la represión de las fuerzas de Birmania, algunos habitantes continúan protestando en las calles contra el golpe de Estado. | Foto: AP

Tras sucesivos gobiernos militares en Birmania, los últimos años representaron para la nación asiática un rayo de esperanza. En este contexto, el paso para atrás resulta más doloroso, más frustrante.

Así lo considera Paing Aung -nombre ficticio-, residente birmano en España, que cuenta en una entrevista concedida a Europa Press que “ver todo lo que se ha construido en los últimos diez años convertido en la tragedia que vemos en las noticias hoy es particularmente frustrante”.

Paing Aung, que ha preferido mantener su anonimato, narra que desde la liberación de Suu Kyi de su arresto domiciliario en 2011, las expectativas para el futuro de Birmania eran “optimistas”.

“Recuerdo ser un niño en Rangún y ver muy pocas personas y empresas extranjeras debido a las restricciones impuestas por el régimen militar y la falta de confianza del mundo exterior en lo que respecta a la apertura de negocios en Birmania”, comenta.

Sin embargo, “una vez que la dictadura había caído, el estado anímico cambio dramáticamente”, apostilla. “Incluso hace dos años, cada vez que visitaba mi país durante las vacaciones, estaba impresionado por la velocidad a la que se estaba desarrollando y, lo que es más importante, la forma en la que mejoraba la vida de las personas”, continúa.

Entre estas mejoras, Paing Aung enumera las tasas de alfabetización, las condiciones sanitarias de la ciudadanía y “la sensación de que la población vivía en un país que tenía un futuro brillante”.

*Con información de Europa Press