Entre 2013 y 2015, el planeta entero se indignó al saber de la existencia de programas de vigilancia, algunos ilegales, que las agencias de inteligencia de Estados Unidos, en colaboración con países aliados, como el Reino Unido, habían estado aplicando sobre ciudadanos de todo el mundo.

En principio, las impactantes revelaciones aparecieron en el Washington Post y The Guardian, de Londres, pero luego se extendieron a medios tan importantes como El País, de Madrid; The New York Times; O Globo, de Río de Janeiro; o Der Spiegel, Hamburgo.

Este viernes se cumplen diez años de la aparición del encargado de filtrar esta preocupante información a los medios, Edward Snowden, un excontratista de la CIA y de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, quien, decepcionado al descubrir la verdad, copió más de 1.7 millones de documentos top secret y los difundió a los medios.

En 2013 miles de manifestantes abogaron en las calles porque a Snowden se le concediera asilo y no cayera en manos de la justicia de Estados Unidos, que lo buscaba por robarse los documentos top secret. En la foto, una manifestación a su favor en Berlín. | Foto: Christian Ditsch/version-foto.de

A propósito del aniversario, Snowden, catalogado como “el soplón más grande de la historia”, le dijo a The Guardian que no se arrepiente de su conducta, por la cual Estados Unidos lo busca para ponerlo tras las rejas.

Más bien, le preocupan las amenazas que se ciernen sobre la privacidad de la población, una década después de dejar al descubierto sus vulnerabilidades ante el poder.

Para Snowden, la tecnología de vigilancia de hoy se ha vuelto tan avanzada e intrusiva, que la utilizada por Estados Unidos y el Reino Unido en 2013 parece un juego de niños.

El consultor de 31 años, igualmente, cree que también resulta inquietante el auge de las cámaras de vigilancia disponibles en el mercado, el reconocimiento facial, la inteligencia artificial y el spyware intrusivo que se aplica contra disidentes y periodistas, según le expresó al diario londinense.

Snowden le habló al Guardian desde Rusia, donde se exilió, hace diez años también, tras su arribo desde Hong Kong, la ciudad a la cual llegó tras escapar con los documentos que luego filtró.

Para Snowden, la tecnología de vigilancia de hoy se ha vuelto tan avanzada e intrusiva, que la utilizada por Estados Unidos y el Reino Unido en 2013 parece un juego de niños. | Foto: Agencia Central de Inteligencia

Hace dos años, Rusia le dio la nacionalidad y lleva ahora un perfil muy bajo en aras de proteger la seguridad de su esposa y sus dos hijos.

Además de revelar una verdad que el mundo debía conocer, dice, cree que otro gran beneficio que trajo su filtración fue la adopción de cifrado de extremo a extremo.

Como lo explicó The Guardian, “las grandes empresas tecnológicas se sintieron avergonzadas por las revelaciones de que habían estado entregando datos personales a la Agencia Nacional de Inteligencia”.

Pero resultó que esa entidad también estaba absorbiendo secretamente información de tales conglomerados, aprovechándose de las debilidades de sus sistemas. Su respuesta, a pesar de la oposición de los organismos de inteligencia, fue imponer ese sistema, que garantiza la protección de los datos.

El consultor dice que otro beneficio de su filtración la adopción del cifrado de extremo a extremo que protege la información. | Foto: Libre de derechos

El cifrado de extremo a extremo,“era un sueño imposible en 2013 cuando estalló la historia”, explicó Snowden, antes de agregar: “Una enorme fracción del tráfico global de Internet viajaba electrónicamente desnudo. Ahora, eso es raro”.

Snowden también se refirió a los señalamientos que le siguen haciendo los organismos de inteligencia de Estados Unidos y el Reino Unido.

Por un lado, le reprochan el haberlos presentado como “los malos de la película”, sin tener en cuenta todo lo que Rusia y China estaban haciendo.

Así mismo, lo acusan de causarle un grave perjuicio a su trabajo al punto que algunas operaciones importante debieron ser suspendidas.

Al respecto, él se defendió diciendo que, en 2013, nadie dijo que Rusia y China “fueran ángeles”.

Y arguyó que esas entidades nunca han presentado ninguna evidencia de los daños que él les causó.

“Es difícil reclamar ‘daños’ si, a pesar de 10 años de histeria, el cielo nunca se vino abajo”, concluyó.