Durante un viaje a Mongolia, el papa Francisco le mandó un mensaje a los gobiernos del mundo para que no tengan temor con la Iglesia. Invitó al acercamiento en cambio de la exclusión.
El sumo pontífice está en el país asiático por el 43° Viaje Apostólico al Corazón del continente. Allí, tuvo este 2 de septiembre un encuentro con las autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático.
Su agenda inició en la mañana en la Plaza Sükhbaatar, donde el papa fue recibido en una ceremonia de bienvenida. El presidente de Mongolia, Ukhnaagiin Khürelsükh, lo recibió junto a la guardia de honor, en la cual se entonaron los himnos, efectuaron honores a la bandera y se presentaron las delegaciones.
El pontífice se reunió en privado con el mandatario en el Palacio de Gobierno, donde firmó el libro de honor, se tomó la foto oficial y tuvo la oportunidad de conocer a la familia del jefe de Estado acompañado del intercambio de regalos.
En medio de la visita, el papa Francisco estuvo en la Catedral de los Santos Pedro y Pablo Ulán Bator. Estando allí, le dio un mensaje a los gobiernos en pro de buscar acercarse a la Iglesia, en vez de tenerle miedo.
“Los gobiernos no tienen nada que temer de la labor de la evangelización de la Iglesia porque ésta no tiene una agenda política”, afirmó el pontífice. El mensaje en cuestión habría tenido un destinatario en concreto, China; donde el Partido Comunista de Beijing ejerce un control estricto sobre las instituciones de corte religioso.
“Alzando la mirada a María, serán fortalecidos, viendo que la pequeñez no es un problema, sino una respuesta. Sí, Dios ama la pequeñez y le gusta hacer obras grandes a través de la pequeñez”, manifestó el papa Francisco en su visita a la Catedral.
Antes de retirarse, señaló que tampoco debe haber miedo en los números reducidos, haciendo mención que la población bautizada en Mongolia solo corresponde tan solo al 0.04% de la ciudadanía del país (1.200 habitantes).
La catedral en cuestión fue construida en 1996, cuatro años después del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Mongolia, de la mano con el fin de la Unión Soviética ocurrido a inicios de la década de lo 90.
Por otro lado, el papa Francisco aprovechó su presencia en el recinto para escuchar los testimonios de una misionera, un sacerdote y una catequista. En cortos diálogos, el pontífice indicó que ellos han dado vida a las iniciativas caritativas necesarias para la religión. Además, invitó a los habitantes a seguir ese mismo camino.
“Los animo a proseguir en este camino fecundo y benéfico para el amado pueblo mongol (...) vuelvan una y otra vez a aquella primera mirada de la que surgió todo (...) se corre el riesgo de quedar en una estéril prestación de servicios, en un sucederse de tareas que se deben hacer, pero que terminan por no trasmitir nada más que cansancio y frustración”, afirmó el papa.
Otro detalle importante de esta visita fue el mensaje que dejó el pontífice en el Libro de Honor, el cual es el siguiente: “Peregrino de la paz en este país joven y antiguo, moderno y rico en tradiciones, tengo el honor de recorrer los caminos del encuentro y de la amistad, generadores de esperanza. Que el gran cielo claro, que abraza la tierra mongola, ilumine nuevos caminos de fraternidad”.
Con información de AFP y Vatican News