Kairan Quazi tiene 14 años, es un joven con capacidades intelectuales superiores y ahora es famoso por ser el empleado más joven de SpaceX, la reconocida empresa estadounidense de fabricación aeroespacial, de propiedad del hombre más rico del mundo, Elon Musk.
SEMANA habló con Quazi sobre su vida, sus retos y las cosas que no la resultan tan fáciles como todo mundo cree.
Quazi nació el 27 de enero de 2009 en Estados Unidos, sus padres son de nacionalidad bangladesí. Desde los dos años notaron en él gestos de precocidad intelectual, una evaluación confirmó que su inteligencia intelectual y emocional eran fueran de lo común.
Quazi ingresó al programa Mensa International para personas con un alto coeficiente intelectual y con apenas nueve años ingresó a la Universidad. Inicialmente, estudió matemáticas, química y ciencias, y a los 11 años inició estudios en ingeniería e informática. Se graduó de la Universidad de Santa Clara en California como el egresado más joven de esa institución.
No todo es fácil
El adolescente sorprendió al mundo al anunciar que había sido aceptado como ingeniero de software en SpaceX, pero no todo es fácil para él, no más en la búsqueda de trabajo como recién graduado fue rechazado por 95 empresas antes de recibir una oferta laboral.
Aun un joven como él con capacidades extraordinarias le cuenta a SEMANA su lucha en ciertos aspectos: “No todo me resulta fácil. Por ejemplo, mis profesores dicen que soy un gran escritor, pero en realidad el acto de redactar me resulta lento y doloroso”.
La inteligencia de Quazi no le sirve solamente para resolver retos académicos, sino para enfrentar este tipo de situaciones, por eso dice que ahora, cuando escribe, toma ciertas medidas: “He aprendido a empezar a escribir con mucha antelación, para tener varios borradores”.
La edad
Para Quazi la edad es un desafío permanente, para ser aceptado en SpaceX tuvo que pasar 10 filtros de entrevistas y pruebas, y cuenta que siempre tuvo duda de saber cómo los reclutadores verían el tema de la edad:
“Me ponía nervioso que utilizaran mi edad como única medida para evaluar mi capacidad y madurez, porque eso es lo que hacían muchas otras empresas”, afirma.
Quazi dice que para él fue un alivio entrar a la universidad con nueve años, pues podía hacer muchas cosas que en el colegio no eran bien vistas: “La universidad a los nueve años me parecía mucho más natural y normal que la escuela primaria. Podía estar con gente con la que podía ser yo mismo. No tenía que censurar mi forma de hablar o mis temas de conversación como me obligaban a hacer los profesores en la escuela primaria”.
Eso sí, cuenta que la universidad significó por ejemplo el desafío de escribir mejor con sus manos, que aún no tenían la misma motricidad de un adulto: “Tuve que esforzarme mucho en la universidad para aprender cosas como la gestión del tiempo, el acceso a los recursos, discrepar con los profesores de forma respetuosa e incluso hacer que mi letra fuera legible porque los músculos de mis manos tardaron algún tiempo en ponerse al día”.
Quazi dice que la gente que más admira son jóvenes: “Las personas que más admiro son los jóvenes activistas que rompen barreras y asumen riesgos para provocar cambios y concientizar. Por ejemplo, acabo de leer sobre un estudiante de la Universidad de Stanford que escribió un manual de lenguaje sobre discapacidad que ahora utilizan organizaciones de todo el mundo”, le contó a SEMANA.