Miles de habitantes de una región montañosa desértica en el norte de Afganistán soportaron un verdadero calvario durante su huida de un conflicto entre un jefe talibán local y las fuerzas gubernamentales, a finales de junio de este año.

“No queríamos encontrarnos en medio de la lucha, corríamos el riesgo de morir, así que huimos y quedamos atrapados en las montañas. Fue interminable”, le cuenta a la AFP Zahra, de 35 años, que utiliza un nombre falso por razones de seguridad.

“Nos dormíamos sedientos y con el estómago vacío. Nos despertábamos temprano por la mañana y volvíamos a caminar. Caminamos durante 12 días”, continúa esta madre de cuatro hijos, entre cinco meses y 12 años, cuya aldea se encuentra en el distrito de Baljab, en el sur de la provincia de Sar e Pol.

Junto con su marido y otra familia, se refugió en la mezquita de una aldea del distrito de Yakawlang, en la vecina provincia de Bamiyán. Huyeron de Baljab al estallar un conflicto entre las autoridades talibanes y Mehdi Mujahid, uno de los pocos miembros de la minoría chiíta hazara, que se convirtió en comandante en las filas de los talibanes ―suníes, en su mayoría pastunes―, a los que se unió en 2019.

Cuando los talibanes tomaron el poder en Kabul, en agosto de 2021, fue nombrado jefe de inteligencia en la provincia de Bamiyán, en su mayor parte poblada por hazaras. Estos últimos fueron perseguidos durante décadas, en particular por los talibanes en el momento de su primer paso al poder (1996-2001). Siguen siendo blanco de ataques del grupo yihadista Estado Islámico, que los califica de herejes.

Las fuerzas talibanes patrullaban una pista de aeropuerto, un día después de que las tropas estadounidenses se retiraran de la terminal internacional Hamid Karzai en Kabul, Afganistán, el 31 de agosto de 2021. Foto: Reuters / Stringer | Foto: Reuters

El nombramiento de Mehdi Mujahid fue percibido como un intento de los talibanes de hacer realidad su intención declarada de ser más inclusivos. Sin embargo, en definitiva, el Gobierno está compuesto casi exclusivamente por pastunes.

A principios de año, el treintañero fue destituido de sus funciones y entró en conflicto con sus antiguos superiores. Luego se retiró con los combatientes a su distrito natal de Baljab, contra el que los talibanes lanzaron una ofensiva a finales de junio.

El sectarismo religioso, la etnicidad y la lucha por el control de los recursos de carbón en Baljab “contribuyeron al nacimiento del conflicto”, le explica a la AFP el analista Nematulá Bizhan, con sede en Australia.

Baljab alberga varias minas de carbón, cuya demanda se disparó en los últimos meses, especialmente en Pakistán, debido a la crisis energética.

Los comandantes talibanes locales tenían la reputación de “hacer pagar un impuesto” a los camiones que iban a Pakistán, como ya lo hacían miembros del gobierno anterior. Mehdi Mujahid fue destituido por negarse a someterse a la voluntad de Kabul de frenar esta práctica. “Baljab tiene una larga historia de resistencia frente al gobierno”, añade Bizhan.

Un niño empuja la silla de ruedas de un hombre en una calle de Kabul, Afganistán. Foto: Reuters / Jorge Silva | Foto: REUTERS

“Pensamos que moriríamos”

Aunque los combates solo duraron unos días y luego Mehdi Mujahid se refugió en las montañas, al menos 27.000 personas ―según las Naciones Unidas― tuvieron que huir de esta región árida y desértica, a menudo accesible únicamente a pie.

“No pudimos llevarnos nada. Nos fuimos con la ropa que llevábamos puesta, no teníamos comida. Caminamos durante cuatro días, a veces hasta diez horas”, explica Barat Ali Subhani, también alojado con su esposa y sus cinco hijos en la mezquita cerca de la ciudad de Yakawlang. “Los días siguientes pensábamos que probablemente moriríamos”, añade.

En la localidad de Duzdanchishma, cerca del distrito de Baljab, la jefa del centro de salud atendió a varios desplazados. “La mayoría eran mujeres embarazadas que habían caminado durante días en las montañas”, le detalla Najiba Mirzae a la AFP.

Según ella, “la mayoría de las mujeres y los niños tenían problemas respiratorios, diarrea y vómitos debido al frío”.

Los organismos de Naciones Unidas distribuyeron ayuda, pero el acceso a muchos desplazados internos dispersos en las montañas sigue siendo difícil. Noryalai lidera un equipo móvil de Unicef en Duzdanchishma. Recorre la región a pie en busca de desplazados. Regresó de un viaje agotador a un lugar donde creía encontrar a algunos.

“No pudimos acceder, pues los burros no lograban pasar y tuvimos que dar media vuelta”, indicó. Pese a que los medios de comunicación locales informan de muertes en todos los campamentos y entre la población civil, no se dispone de cifras fidedignas.

Con información de AFP.