“Pareciera el fin del mundo”, dice, suspirando, Adelino Rodrigues, al hablar de las llamas que se apoderaron de su aldea, en el centro de Portugal, un país en el que sigue muy vivo el recuerdo de los mortíferos incendios de 2017.

En su pueblo, Leiria, “todo ardió ayer, salvo las casas, pues la gente es muy valiente y las defendieron ellos mismos. Los bomberos llegaron mucho más tarde”, cuenta a la AFP este agricultor de 77 años.

Con un casco bien calado y camisa de cuadros, afirma que lo que ahora le preocupa son sus cinco hectáreas de viña, en el flanco de una colina.

“Es muy triste... toda una vida trabajando para esto. Es desolador, no tengo palabras”, dice, observando la espesa humareda que emana de un macizo de eucalipto.

El incendio que está arrasando desde finales de la semana en esta parte del distrito de Santarém se reavivó el martes, favorecido por unas temperaturas excepcionalmente altas.

La región, situada a unos 130 km de Lisboa, registró el miércoles temperaturas superiores a los 43 ºC (de las más altas del país).

En medio de un cielo lleno de humo, dos hidroaviones y un helicóptero iban y venían derramando agua sobre los focos más calientes.

Riesgos multiplicados por seis

Las imágenes de los bomberos y los lugareños luchando contra los incendios se han vuelto frecuentes en Portugal, un país traumatizado por los fuegos de 2017, que causaron más de un centenar de muertos.

Portugal cuenta con una extensa masa forestal que abarca el 36% de su territorio, según el Banco Mundial. Una cuarta parte de la misma está compuesta por eucaliptos, muy rentables para la potente industria papelera pero que suelen estar en el punto de mira por su carácter altamente inflamable.

“Vivimos en una región del mundo donde el cambio climático agravará sistemáticamente las condiciones en los próximos años”, insistió el martes el primer ministro, António Costa.

“Los estudios indican que, aunque el mundo lograra respetar los objetivos del acuerdo de París, el riesgo de incendios forestales en Portugal se multiplicaría, cuanto menos, por seis”, subrayó. El citado pacto prevé limitar el aumento de las temperaturas del planeta a menos de 2 ºC respecto a los niveles preindustriales, y a 1,5 ºC idealmente.

Para reforzar la movilización de los servicios de rescate, de 13.000 efectivos en total, el gobierno portugués decretó entre el lunes y el viernes el “estado de contingencia”, que aumenta sus poderes.

En la región de Aveiro, en el norte de Portugal, también hay otro incendio activo. De momento, ha dejado un muerto, según los servicios de rescate.

“Los bomberos hallaron a una víctima carbonizada en medio de la zona que ardió” el martes por la noche, en el municipio de Murtosa, dijo a la AFP el comandante José Miranda, de Protección Civil, sin dar más detalles.

Según el diario Correio da Manha, se trataría de una mujer de unos 50 años. El incendio se declaró en un campo de maíz y fue rápidamente controlado.

El miércoles a última hora de la tarde, tres importantes focos seguían movilizando a unos 1.500 bomberos en el centro del país. Pero las llamas también devoraban terreno en Palmela, a unos 50 km al sur de Lisboa, y cerca de Faro, capital de la turística región de Algarve, en el sur del país.

Desde el jueves pasado, los servicios de rescate han registrado unos 60 heridos leves y al menos una treintena de casas dañadas por las llamas, según un balance provisional de Protección Civil. Además, más de 700 personas han tenido que ser evacuadas, según la misma fuente.

“La situación es grave, extrema”, subrayó el comandante nacional de Protección Civil, André Fernandes.