Desde diciembre de 1974, América Latina ha perdido cinco presidentes, algunos altos jefes militares nacionalistas y varios líderes democráticos en "accidentes", "infartos", atentados y otras muertes repentinas y sospechosas.Esas misteriosas, simultaneas y similares muertes en los últimos ocho años son de nuevo tema candente y polémico en la convulsionada región, como consecuencia de la reciente denuncia presentada por el abogado uruguayo Enrique Foch Díaz y aceptada por la justicia argentina y por importantes políticos brasileños: en la calurosa madrugada del 6 de diciembre de 1976, en su estancia argentina de "La Villa", el expresidente brasileño Joao Goulart, el popular "Jango" derrocado por los militares en 1964, no murió de un infarto del miocardio, como certificó, sin examinarlo, el pediatra argentino Ricardo Rafael Ferrari, sino que habría sido asesinado por alguien que criminalmente cambió sus medicamentos por otros de efecto contrario y fulminante.La denuncia de Foch, amigo y socio de "Jango", ha causado gran impacto en Brasil. Mientras la viuda María Teresa Fontela de Goulart, afirma que no tiene ninguna base y que, por eso, no permitirá que se haga una necropsia, otros parientes, amigos y colaboradores íntimos del expresidente brasileño dan crédito a esa acusación, que ya algunos de ellos la habían formulado antes sin resultado positivo con ocasión del entierro de "Jango" en Sao Borja.El exdiputado José Gomes Talarico, por ejemplo, nos cuenta con detalles las mil presiones y obstáculos que interpusieron las autoridades de las dictaduras militares argentina y brasileña. Primero, para que el expresidente fuera enterrado inmediatamcnte en Argentina, y luego, para acelerar el entierro e impedir cualquier investigación sobre su muerte extraña y repentina, ocurrida precisamente cuando "Jango" había decidido regresar al Brasil.Según el certificado médico, se había practicado la autopsia y se había embalsamado el cadáver, pero el propio Gomes Talarico comprobó en Sao Borja que eso era mentira, que apenas le habrían inyectado formol o algo similar y que hasta seguía vistiendo apenas el pijama azul que llevaba aquella noche, y que el exdiputado le había comprado en París.Las pastillas mortales Además de relatarnos esos extraños episodios, Gomes Talarico nos dice también que ya había denunciado que la causa de la muerte había sido un cambio de medicamentos, que se habría practicado en Buenos Aires, donde el expresidente brasileño mandó buscar los que le había recetado un cardiólogo francés. Según el exdiputado brasileño, las pastillas mortales llegaron en la misma forma que los remedios habituales y dentro de los envases correctos.Esa versión del asesinato de "Jango" la endosa también el exgobernador y ahora candidato Leonel Brizola, casado con una hermana de Goulart y presidente del Partido Democrático Trabajador, quien, además, recuerda que por aquella época le avisaron que tanto "Jango", como él mismo, deberían tomar precauciones porque se había puesto en marcha un plan para eliminar a los principales líderes de la región. Según Brizola, algunos generales uruguayos le advirtieron a él que lo expulsaban del país "para proteger su vida".Ese plan del que Brizola habla en abstracto tiene un nombre concreto: "Operación Mercurio" y según investigaciones en la época, fue organizado y desarrollado por la policía y los servicios secretos de Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y Brasil con la colaboración y asesoramiento de la CIA y militares norteamericanos. La meta de esa operación drástica era acabar con los líderes nacionalistas y demócratas de la región --aunque fueran moderados de centro y derecha-- e incluso exterminar masivamente en Argentina y otros países a opositores locales y a refugiados que habían llegado huyendo de las dictaduras vecinas.Las muertes coordinadasComo un ensayo de ese plan, la primera víctima de magnitud fue el general Carlos Prats, excomandante del ejército chileno y exministro de Salvador Allende. Prats fue asesinado en Buenos Aires el 30 de diciembre de 1974 con ráfagas de ametralladoras y granadas disparadas por un comando conjunto de la Organización Policial Argentina Coordinada (integrada en la "Triple A" de López Rega y compañía) y la Dina chilena, el servicio secreto de la dictadura de Pinochet. El jefe del grupo chileno era Luis Osa Bulnes, exsenador del extremo derechista Partido Nacional.La "Operación Mercurio" comenzó a funcionar realmente, y en gran escala, a partir del golpe militar contra Isabelita Perón en marzo de 1976. Argentina se convirtió de repente en una trampa mortal para millares de refugiados políticos que habían llegado huyendo de las dictaduras vecinas. Decenas de policías de las dictaduras se concentraron en Buenos Aires para llevar a cabo la exterminadora "Operación Mercurio" y eliminar específicamente a ciertos líderes de envergadura y arraigo popular. Esos policías foráneos disfrutaban de instalaciones propias en la misma sede policial de "Coordina", y comenzaron a actuar sincronizadamente con los equipos argentinos que mandaran los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor.El expresidente Goulart, quien había abandonado el Uruguay por su inseguridad personal en ese país, fue uno de los primeros amenazados por grupos paramilitares ultraderechistas. Ante esa amenaza de muerte, se fue de Buenos Aires y se instaló en su hacienda "La Villa", en la provincia de Corrientes y junto a la frontera brasileña. Poco después, en mayo de 1976, se enteró que habían sido asesinados en Buenos Aires dos amigos suyos: los senadores uruguayos Zelmar Michelini y Gutiérrez Ruiz. Eran los días en que los agentes de la "Operación Mercurio" eliminaban a centenas de opositores argentinos e invadían descaradamente hasta los hoteles que estaban bajo la protección directa del Acnur (Alto Comisariado de las Naciones Unidas para Asuntos de Refugiados) y secuestraban a familias y grupos completos de los mismos, que eran sometidos a tortura y que en su mayoría quedaban "desaparecidos".La moda de los "accidentes"En ese mismo mes fue secuestrado y asesinado en Buenos Aires el general Juan José Torres, expresidente nacionalista de Bolivia, junto con centenares de militantes argentinos y decenas de refugiados uruguayos y chilenos, entre los cuales estaba el dirigente del MIR Edgardo Enríquez, quien desde el Campo de Mayo fue enviado al campo de concentración chileno llamado "Villa Maravilla", cercano a Santiago, donde se le vio horriblemente torturado antes de "desaparecer" para siempre.En agosto de ese 1976, el escenario de las desapariciones de líderes se traslada a Brasil: el día 22 muere el expresidente Juscelino Kubitschek fundador de Brasilia, en un extrañísimo accidente de automóvil en la vía Dutra, carretera que une Sao Paulo a Río de Janeiro. Las raras circunstancias hicieron sospechar desde el principio que el accidente había sido provocado, sobre todo porque estaban de moda para eliminar a quien incomodaba a las dictaduras. En Grecia, por ejemplo, los coroneles se habían librado así de Alekos Panagulis --como Oriana Fallacinos contó personalmente en el carioca Rio Palace Hotel, y narra detalladamente en su libro "Un hombre"-- y aquí, en Brasil, los servicios secretos de la dictadura habían simulado un accidente de automóvil en un puente de la playa San Conrado, en Río de Janeiro, para eliminar a las costurera Zuzu Angel quien estaba promoviendo un escándalo internacional investigando el asesinato de su hijo Stuart Angel por agentes de la represión.El periodista Carlos Heitor Cony, biógrafo de Kubitschek, nos contaba ahora que el expresidente podría haber sido llevado a una trampa mortal por un militar llamado Rosalvo, quien en nombre de la cúpula de las fuerzas armadas le habría hecho ir ese día a un restaurante de la vía Dutra para encontrarse supuestamente con altos miembros del gobierno del general Ernesto Geisel. En determinado momento, y hacia el kilómetro 200 de esa carretera, el automóvil de Juscelino fue a pasar a un autobus, siendo pasado a su vez y cerrado por un misterioso Opala que lo venía siguiendo desde bastantes kilómetros atrás. Prensado entre el auto y el autobus, el vehículo de Kubitschek fue lanzado a contramano contra un camión...La inyección del descanso eterno Cabe recordar que Juscelino, Jango y Carlos Lacerda, líder derechista, habían organizado un "frente amplio" de oposición a la dictadura militar y se preparaban para intentar llevar al país a un apertura democrática, que sólamente ahora, varios años después, comienza a esbozarse.Esas muertes misteriosas se hacen más sospechosas cuando poco después, el 21 de mayo de 1977, Lacerda muere de un "infarto", como "Jango". Y es el propio Cony quien nos recuerda una versión que habíamos escuchado entonces, y que parecía "fantástica": Lacerda fue internado en la clínica San Vicente de esa capital, para revisión médica, y como estaba "muy nervioso e inquieto", le aplicaron una inyección para que durmiera. No despertó jamás. Y el rumor, que entonces consideramos "fantástico", era que habría habido un cambio de medicamento...Con la denuncia actual sobre la muerte de "Jango", cabe pensar que no era tan fantástico, que más extraña era la "conciencia" de que en apenas nueve meses desaparecieran los tres líderes brasileños que podrían poner en jaque a los militares.Entre las muertes de Juscelino y "Jango", exactamente el 21 de septiembre de 1976, fue asesinado en Washington Orlando Letelier, destrozado por una bomba colocada en su auto. Letelier era excanciller de Allende, y el juicio que investigó su muerte apuntó directamente a la Dina, y cubanos anticastristas, complicando también seriamente a la CIA.Los "accidentes de altura" La política de defensa de los derechos humanos en América Latina desarrollada por el presidente Jimmy Carter obligó en parte a los dictadores militares de la región a frenar sus ímpetus y a desmontar, o camuflar, la Dina, la Triple A, y los escuadrones de la muerte. Sin embargo, ahora ha aparecido una nueva ola: los accidentes aéreos. El 24 de mayo de 1981 muere en un desastre aéreo el democrático y progresista presidente ecuatoriano Jaime Roldós, precisamente en vísperas de firmar el decreto de expulsión de su país del Instituto Linguístico de Verano. En junio le toca el turno fatal al nacionalista comandante del ejército peruano, general Rafael Hoyos Rubio, quien estaba frenando la invasión de compañías petroleras norteamericanas y otras multinacionales. Y el 31 de julio cayó, tan misteriosamente como el avión de Roldós o el helicóptero de Hoyos, el avión en que iba el general Omar Torrijos, el líder panameño que obligó a Estados Unidos a devolver el canal a Panamá, además de ser un colaborador del triunfo de los sandinistas en Nicaragua.Otra "coincidencia" extraña que hace pensar que la "Operación Mercurio" continúa vigente es,según los observadores, la aparición de la organización paramilitar colombiana "MAS", "Muerte a los Secuestradores", que como la "Triple A" y los escuadrones de la muerte del cono sur, siembra el miedo y elimina líderes políticos, sindicales e intelectuales en Colombia.-- José Fajardo (corresponsal de SEMANA en América Latina).