“¡Está claro! Somos el blanco de las nuevas restricciones”, se queja Yonathan, con mascarilla azul que cubre parte de su barba, en una acera en Bnei Brak, ciudad ultra-ortodoxa de Israel, y que es una de las zonas donde se ha restaurado el confinamiento parcial para contener una nueva oleada de casos de coronavirus. En esta ciudad, suburbio de Tel Aviv, hombres con levitas negras apuran el paso en las primeras horas de la mañana del lunes, levantando una fina nube de polvo, iluminada por los primeros rayos del sol. Mascarilla azul, blanca, o improvisada: casi todos llevan tapadas sus bocas, contrastando con los primeros días de la epidemia. Bnei Brak fue señalada en marzo como la ciudad de "los chicos malos" del coronavirus, obligando al gobierno a desplegar al ejército para ayudar a la policía a hacer cumplir las medidas de confinamiento en la ciudad.
Ahora, tras registrar tasas récord de contagios en todo el país desde agosto, Israel decidió reimponer el confinamiento, eso sí, parcial. Estaba programado para iniciar el lunes 7 de septiembre en unas de 40 ciudades, incluidos los sectores árabes del norte y el ultra-ortodoxo Bnei Brak. Sin embargo, se postergó por 24 horas, anunció el ministerio de Salud en un comunicado. "Debería ser para todo el país, no solamente nosotros", dice Avraham, sobreviviente del Holocausto, con sus penetrantes ojos azules mirando por encima de sus gafas rectangulares. "¿Por qué nosotros?", pregunta. La nueva normalidad Este octogenario, ex profesor de secundaria, va a recitar el Talmud en una pequeña sinagoga de su barrio. En el interior, los hombres están separados por láminas de plástico transparente, algo novedoso debido a la pandemia. En la sinagoga, actualmente solo hay decanos. Los cadetes, señala, se encuentran en yeshivas (escuelas talmúdicas), fuera de Bnei Brak para separar a los jóvenes de los mayores, que corren más riesgos de contagio.
Niños en las calles con tapabocas en la ciudad ultra ortodoxa Bnei Brak en Israel. Unas cuadras más adelante, otro ciudadano, Chanoch Vexler, ora en la primera planta de un edificio, observando a través de una ventana a una veintena de sus familiares haciéndolo en el patio, con en el incesante ruido de la calle desde donde llega un concierto de cláxones.
Para proteger a este hombre de salud frágil, se improvisó una sinagoga al aire libre frente al edificio. Los ventiladores remueven el aire, a veces haciendo pasarse solas las páginas de los libros de oraciones. "Es una adaptación al coronavirus", señala Yaacov, un hombre de 72 años, quien utilizó su mascarilla sanitaria durante los casi 50 minutos de oración, en tanto estaba conectado por un tubo a su aparato de oxígeno porque sufre problemas pulmonares. Por otro lado, el miedo a la enfermedad y los rumores durante la semana pasada de un nuevo confinamiento no evitaron que los familiares de Avraham celebraran una boda el domingo. Estaba planeada para otra fecha, pero decidieron adelantarla en caso de que las restricciones volvieran. Como lo previeron, ese mismo día las autoridades anunciaron las nuevas medidas. Entre ellas, la prohibición de reuniones de más de diez personas en el interior y 20 en el exterior. “Los mayores, estuvimos allí hasta las 9:00 pm, y después llegaron los jóvenes. Arreglamos los horarios para que no se propagase el virus e infectara a los mayores, que somos más vulnerables", explica. "Mi esposa utilizó su mascarilla durante toda la noche e inclusive prefirió no comer para no tener que quitársela", añadió. Inicialmente, el primer ministro Benjamin Netanyahu planeaba realizar un confinamiento estricto, pero los partidos religiosos aliados de su gobierno lo presionaron para que considerara medidas más flexibles. Al final, Netanyahu decidió cambiar su plan a un toque de queda por las noches en las ciudades más afectadas y otras medidas que eviten aglomeraciones.