“Estamos al borde de una guerra mundial”. Con esas palabras, Francisco advirtió el lunes, a bordo del avión que lo llevó a su gira de seis días por Chile y Perú, el momento crítico que vive el planeta. Razones no le faltaban. Un día antes, los aterrados habitantes de Hawái pensaron durante 40 minutos que había comenzado la tercera guerra mundial después de que se activó una alerta sobre un ataque inminente de Corea del Norte. Aunque se trató de un error, la alarma era perfectamente creíble debido a las crecientes amenazas de Kim Jong-un y Donald Trump de recurrir a su arsenal nuclear.Pero ese no es el único conflicto que ha empeorado ni implica a grandes potencias. En efecto, la mayoría de los conflictos internacionales se agravó el año pasado. Y esa tendencia se está confirmando en lo poco que va de 2018. El miércoles, Arabia Saudita interceptó un misil lanzado desde Yemen por una milicia afín a Irán, su gran rival en Oriente Medio. El jueves, India ensayó con éxito un misil balístico con capacidad nuclear, lo que puso en alerta a China. Y el mismo día, Trump acusó a Rusia de ayudar a Corea del Norte a evadir las sanciones internacionales. A principios de año, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, ya había advertido que su país “afronta el mayor peligro desde la Segunda Guerra Mundial” y el líder chino, Xi Jinping, le dijo a sus soldados que estuvieran “listos para la guerra”. En efecto, en la nueva geopolítica mundial las relaciones exteriores se han militarizado, los conflictos se traslapan entre sí y, sobre todo, Trump muestra un comportamiento errático al mando de la mayor y más agresiva potencia militar del mundo.
1 Corea: batalla de egosDesde la crisis de los misiles de 1962, la humanidad no había estado tan cerca de una confrontación nuclear como hoy por cuenta de las crecientes tensiones en la península de Corea. Varios factores han favorecido esa situación. En primer lugar, la guerra verbal y de egos que han montado Donald Trump y Kim Jong-un. En segundo, los avances técnicos de Corea del Norte en dos áreas clave: el desarrollo de misiles capaces de alcanzar cualquier lugar y de bombas atómicas tan pequeñas como para instalarlas en ellos. En tercer lugar, las divisiones internas de las elites norcoreanas, lo que ha radicalizado las posturas del líder norcoreano. Y en cuarto, las constantes amenazas de Trump de usar el arsenal nuclear de Estados Unidos contra esa nación asiática, lo que todos sus predecesores habían descartado de plano. Aunque el año comenzó con la noticia del acercamiento de las dos Coreas por las olimpiadas de invierno que se celebrarán en el Sur, el contexto es explosivo por la posibilidad de que Washington recurra a un ataque preventivo. Como dijo a SEMANA Charles K. Armstrong, “ante esa eventualidad, es claro que Corea del Norte atacaría a su vecina del sur. Con toda probabilidad, el conflicto también arrastraría a Japón, lo mismo que a China, que recientemente reafirmó un tratado de defensa mutua con el régimen de Pyongyang. Tampoco se puede excluir que Rusia se sume a la contienda”.Le recomendamos: ¿Qué consecuencias tiene el cierre temporal del gobierno de Estados Unidos?2 Yemen: la peor esquina de AsiaLa guerra entre las fuerzas estatales y la guerrilla de los hutís tienen a Yemen al borde de la anarquía. Según las Naciones Unidas, este país está viviendo la peor epidemia de cólera de los tiempos modernos, la mayor hambruna en décadas y la peor crisis humanitaria actual. Uno de los países más pobres se convirtió en un campo de batalla por un conflicto alimentado por Arabia Saudita e Irán, que disputan la supremacía de su visión del islam, sunita y chiita respectivamente. Mientras la primera apoya al régimen sunita del gobierno central, la segunda respalda a los chiitas hutís. Por un lado, Arabia Saudita ha reunido una amplia coalición de diez países sunitas que han participado en las operaciones militares, y podrían verse arrastrados a una confrontación mayor. Por el otro, Yemen no es más que el último eslabón de una larga cadena de intervenciones político-militares de Irán, que gracias a milicias chiitas como Hizbulá tiene una gran influencia en Líbano, Siria e Irak. Las consecuencias para la seguridad mundial pueden ser graves, pues Estados Unidos apoya a Arabia Saudita y Rusia, a Irán. Entre tanto, Yemen está muy cerca de convertirse en un Estado fallido como Somalia y Afganistán, donde impera el yihadismo.3 Ucrania: la herida que no cierraEl conflicto en Ucrania oriental ha dejado más de 10.000 muertos, un millón y medio de desplazados y una herida abierta entre Rusia y Occidente. Aunque los combates han disminuido desde finales de 2014, las hostilidades nunca han cesado y hoy son letra muerta los acuerdos de paz firmados en Minsk en 2015. En efecto, Estados Unidos anunció en diciembre que iba a reforzar su ayuda a Ucrania, entre otros, con misiles antitanques y algunas piezas de artillería pesada, ante lo cual el presidente ruso, Vladimir Putin, acusó a Washington de fomentar un “nuevo baño de sangre” en la región. De hecho, la guerra en ese país se ha convertido en el punto más caliente de la confrontación entre la Otan y Rusia, que acusa a Estados Unidos de tratar de arrebatarle a Ucrania y desde hace varios meses parece prepararse para un enfrentamiento. Por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, los miembros de la Otan acordaron crear dos nuevos cuarteles para facilitar el movimiento de tropas, maquinaria pesada y artillería en Europa oriental. Y el gobierno ruso promueve entre sus ciudadanos la idea de que potencias enemigas asedian a su país, y que la pregunta no es si va a estallar una guerra, sino cuándo. En consecuencia, elevó su gasto militar al 3,3 por ciento del PIB y Putin ha advertido que en cualquier momento su país podría tener que adoptar una economía de guerra como la de la Unión Soviética antes de la Segunda Guerra Mundial.Le sugerimos: Cuatro preguntas para entender qué pasa en Irán4 China: el patio traseroSi algo ha dejado claro el ascenso militar, político y económico de Beijing, es que ese país no está dispuesto a negociar su hegemonía sobre su entorno geográfico. Por eso, ha recurrido a las vías de hecho, las amenazas militares y el matoneo diplomático para imponer su ley en los mares del Sur de la China y de la China Oriental. Allí, el gigante asiático sostiene desde hace años un duro pulso con siete naciones, entre ellas Japón. De hecho, Beijing se ha desentendido del derecho internacional al construir y militarizar en esa zona enormes islas artificiales, desafiando las decisiones del Tribunal Permanente de La Haya. Todo lo cual tiene encendidas las alarmas en el Índico y el Pacífico, pues la beligerancia de China ha coincidido con el aumento del nacionalismo en ese país y con una retórica cada vez más guerrerista de su líder, Xi Jinping. En efecto, el jueves India ensayó su primer misil balístico con capacidad nuclear. A eso se suma la decisión del gobierno de Trump de respaldar a Japón, India y Australia, es decir, a los principales rivales de China en Asia y Oceanía. Por esta razón, los especialistas consultados por esta revista consideran altamente probable que la relación entre Estados Unidos y China se vuelva más agresiva. En ese sentido, las operaciones de libertad de navegación –que Estados Unidos realiza con frecuencia para desafiar “demandas excesivas de países sobre los océanos”– se han convertido en maniobras de alta tensión. Es diciente que, tras el paso de un destructor norteamericano a principios de julio, Beijing acusó a Washington de una provocación “militar y política”.5 Israel y Palestina: ¿para siempre?La decisión de Trump de reconocer a principios de diciembre a Jerusalén como capital de Israel y de trasladar allá la embajada norteamericana tuvo varias consecuencias que trascienden el Oriente Medio. En primer lugar, acabó con las posibilidades de Estados Unidos como mediador creíble en el conflicto árabe-israelí, al arrasar con el barniz de neutralidad con el que Washington había intercedido duran te décadas. En ese sentido, el plan de paz de su yerno Jared Kushner nació muerto y hoy es claro que la Casa Blanca nunca tuvo la menor intención de consolidar “el acuerdo del siglo”. En segundo lugar, aniquiló el magro capital político que le quedaba al presidente palestino, Mahmud Abás, quien se la jugó por reactivar los moribundos acuerdos de Oslo. A corto plazo, la movida significa un gran éxito para el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que desde el primer día ha promovido las colonias en los territorios palestinos, en particular, en los suburbios de esa ciudad. Y en tercer lugar, dejó a los palestinos y a la comunidad internacional sin el principal argumento para convencer a Israel de sentarse a la mesa de negociaciones, pues se suponía que Jerusalén sería la capital de los dos Estados. A mediano y a largo plazo, la medida fortalece a los extremistas de ambas partes y aleja indefinidamente las posibilidades de una paz sostenible.Le recomendamos: Campaña rusa de desestabilización podría llegar a México6 Siria: arenas movedizasTras casi siete años de guerra, el dictador Bashar al Asad tiene la sartén por el mango gracias a Vladimir Putin, que en diciembre celebró los éxitos contra Estado Islámico como una victoria personal que le permitió proteger su estratégica base naval en Siria. Pero la guerra está lejos de terminar, pues Al Asad no controla buena parte del país y todo apunta a que el conflicto está entrando en una nueva y peligrosa fase. Primero, porque Estado Islámico no ha muerto, ya que simplemente se replegó al desierto a la espera de nuevas oportunidades. Segundo, Siria se convirtió en el campo de batalla de una guerra por interpuesta persona (proxy war) entre Irán (apoyado por Rusia) y sus enemigos, en particular Estados Unidos. De hecho, las conquistas territoriales de los ejércitos respaldados por Teherán están cerca de conformar un corredor estratégico que le permitiría conectar el Mediterráneo con los territorios que ya controla en Irak, lo cual podría desencadenar una respuesta de Washington. Tercero, las derrotas de Estado Islámico le han abierto una autopista a las aspiraciones independentistas del pueblo kurdo, cuyos habitantes también ocupan pedazos de Turquía, Irán e Irak. En ese sentido, el gobierno de Ankara ha expresado creciente molestia por el apoyo militar y político de Washington a las aspiraciones kurdas. Y cuarto, el incremento de las operaciones de las milicias respaldadas por Irán en los Altos del Golán tiene en estado de alerta a las autoridades israelíes.