Durante su viaje a Perú, en enero de 2018, el papa Francisco se dirigió a los pueblos indígenas con una frase: “Probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan amenazados como ahora. La Amazonia es tierra disputada: el neoextractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos apunta su avidez hacia el petróleo, el gas, la madera, el oro y los monocultivos. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes”.

Pocas horas después, el único papa jesuita en la historia convocó a un Sínodo Amazónico para hablar sobre los problemas de ese territorio y, sobre todo, para reiterar la necesidad de una “ecología integral”. Un polémico concepto expresado en su encíclica “Laudato sí”, que subraya que de la mano de la justicia social va la defensa de la naturaleza.

Desde comienzos de la semana pasada, cardenales, misioneros, indígenas y mujeres de las diferentes congregaciones se reunieron a discutir el “Laudato sí”, la polémica encíclica del papa que pone en tela de juicio el antropocentrismo. De ese modo Francisco, o “el Reformador”, como lo llama su biógrafo Austen Ivereigh, de alguna manera socava incluso los dogmas más anclados en las creencias del cristianismo. Porque con esa encíclica pone en entredicho la idea de que Dios escogió al hombre para reinar en la naturaleza, es decir, el antropocentrismo. Por eso, desde ese día hasta que empezó el Sínodo el 6 de octubre, la encíclica y las posteriores opiniones del papa han recibido ataques del ala más conservadora de la curia vaticana. Luz Marina Quintero, animadora de la Red Eclesial Panamazónica y gestora de proyectos en Caritas Colombia, le dijo a SEMANA que este no es, en absoluto, un tema menor. “Él nos invita a percibirnos como un elemento más entre el Universo y no como los dueños de lo que dejó Dios para ser administrado. Por eso, los cardenales alemanes y otros por allí que critican su labor, dicen que al quitar al hombre del centro de la discusión se quita a la vez a Jesucristo: que fue hecho hombre por su amor particular hacia nosotros”.

De ahí que para Luz Marina el apodo de “el Reformador” le siente tan bien al papa. Pues, según expresó, Francisco propone cambios eclesiales, como el mencionado, pero también cambios estructurales que cruzan lo político y lo social. Uno de ellos, expresado también en el contexto de la Amazonia, que hombres casados y mujeres puedan impartir los sacramentos en zonas remotas para combatir la poca presencia de la Iglesia en esos lugares. De hecho, un estudio publicado por France 24 asegura que en 175.365 kilómetros cuadrados de la amazonia brasileña solo hay 21 sacerdotes y nueve hermanos que sirven en la prelatura de Itaituba. Mientras tanto, las iglesias evangélicas crecen a pasos agigantados en el país y ganan espacios en poblaciones marcadas por el abandono y las dificultades económicas. El catolicismo ya perdió 9 millones de fieles, solo en Brasil.

Algunos críticos creen que el papa Francisco está utilizando el evento como excusa para abrirle las puertas a la ordenación de mujeres y a la abolición del celibato. Francisco lo sabe y no teme desatar las iras de la curia, como en efecto hizo, por expresar sus preocupaciones respecto a lo que él llama “una Iglesia anclada en el pasado que aleja a los jóvenes”. Incluso, durante la inauguración del Sínodo en Roma, no dudó en disculparse con los indígenas macuxi por las continuas evangelizaciones desde el siglo XVI hasta el XX, que no buscaban aprender del otro y respetar sus creencias, sino imponer una visión de mundo y colonizar el territorio. Mientras tanto, según informaron medios como el National Catholic Reporter, algunos cardenales se reían de los rituales que los indígenas del Amazonas realizaron para inaugurar el Sínodo, que paradójicamente significa “un caminar juntos”. También se rasgaban las vestiduras ante las monjas no invitadas, como la emblemática Irene Gassmann, priora del monasterio benedictino de Fahr, en Suiza, que protestaban a las afueras de la Basílica de San Pedro por no poder votar en el evento.

“Hay 180 padres sinodales con derecho a voto y ninguno es mujer. ¿Por qué las hermanas religiosas, que representan el 80 por ciento de los consagrados y cuyas superioras tienen el mismo estatus que sus hermanos superiores, no tienen derecho a voto?”, dijo Zuzanna Flisiowska, directora de Voices of Faithen. Para el padre Enán Humanez, subdirector de la Conferencia Episcopal Colombiana, es importante distinguir democracia, en el sentido participativo de unas votaciones políticas, “de la forma como la Iglesia toma sus decisiones: escuchando la voz de los pueblos, independientemente de que sean hombres, mujeres, indígenas, ricos o pobres; a través de consultas preparativas condensadas en el Instrumentum laboris”.Este documento reunió la voz de alrededor de 87.000 indígenas amazónicos y mujeres durante 2018, y sirve de hoja de ruta del Sínodo. En ese sentido, tanto para el padre Humanez como para monseñor Héctor Fabio Henao, el voto es un simbolismo al lado de la importancia que se le dio a las comunidades “extrasinodales” en esta ocasión. “Un suceso histórico”, según le comentaron a SEMANA. Para los creyentes más liberales, a veces parece que el papa no va tan rápido como quisieran. Pero lo cierto es que Francisco está dando una lucha campal por transformar y atraer nuevas personas al catolicismo, y que eso lo ha enfrentado con los cardenales más influyentes y dogmáticos de la Iglesia. Tanto es así, que prelados de la talla de Raymond Burke, de Estados Unidos, o Gerhard Ludwig Müller, de Alemania, han tachado al papa de “hereje”, “antipapa”, “teólogo de la liberación”, entre otros apelativos. “El papa no debería hablar sobre ecología, política o economía, porque eso lo convierte en un activista”, han dicho durante estas semanas de Sínodo.

El 7 de octubre el papa inauguró el Sínodo con la visita de algunos indígenas de la Amazonia. Según comentaron los medios locales, Francisco reprochó a los cardenales que se burlaron durante el evento de sus tocados y rituales. Algunos estudiosos del Vaticano creen, incluso, que desde que Benedicto XVI renunció en 2013 para convertirse en papa emérito, avanza soterradamente un cisma en la Iglesia. Francisco ha hablado en diversas ocasiones del tema, ante su choque de trenes con la curia. Y es que muchos, consideran a Benedicto el papa “legítimo” y responden a él. Sobre todo lo hacen los cardenales más conservadores, insatisfechos con el viraje liberal de Francisco y con su tenacidad a la hora de destapar los escándalos de corrupción y pederastia que aquejan a la Iglesia. Escándalos que, entre otras cosas, salpican desde el guardaespaldas del papa, acusado de desviar fondos, hasta el cardenal australiano George Pell, acusado de pederastia. Incluso, se remontan a Juan Pablo II, señalado de encubrir muchos de los abusos sexuales.

Con ese panorama, Francisco ha enfrentado grandes dificultades para llevar a cabo su agenda. Por eso, muchos creen que el Sínodo por la Amazonia le sirvió de plataforma para discutir temas que lo molestaban desde joven en Argentina. No es gratuito que a su llegada al pontificado, Francisco seleccionara trece cardenales      –dos latinoamericanos y un ismólogo entre ellos– similares ideológicamente a él para defender sus propuestas. Los “13 Príncipes de la Iglesia” son ahora sus escuderos: listos para repeler cualquier ataque. Su obsesión por la austeridad, sus críticas al capitalismo, sus interpretaciones bíblicas y su convicción de que la Iglesia podría aportar a detener la crisis climática, convierten a Francisco en uno de los papas más revolucionarios de los últimos tiempos. En ello se juega el todo por el todo ante una rebelión sin precedentes en la Iglesia de San Pedro.  ___________________________________________________________________________________________________ Los rebeldes A estos cardenales se les conoce como los “golpistas”. Desde el comienzo criticaron la interpretación de Francisco de la doctrina. Algunos son fieles todavía a Benedicto XVI. Raymond Leo Burke. El cardenal estadounidense es uno de los mayores críticos del papa. Incluso, ha dicho que la Iglesia de su país emprenderá una cruzada contra el documento que salga del Sínodo: “una aberración”. Sin embargo, niega que esté impulsando un cisma norteamericano.

Walter Brandmuller. El cardenal alemán escribió una carta dirigida a los demás jerarcas de la Iglesia en la que pide sabotear el “Instrumentum laboris”. Para él, el papa es un hereje y está “listo a responder” si la fe se lo solicita.

Carlo Caffarra. El cardenal italiano murió en 2017. Para muchos, fue un teólogo impecable. Pero, también una piedra en el zapato para Francisco. Participó de la carta de Brandmuller y criticó al papa por su visión sobre el divorcio. Catholic Reporter cree que Caffarra consideraba a Benedicto el verdadero papa.

Gerhard Ludwig Müller. Al conservador cardenal alemán se le conoce como el “papa frustrado” o el “golpista”, pues no ha dudado en criticar a Francisco por su gestión y en acusarlo incluso de “expulsar a Jesús” del Sínodo.