Pocos creyeron, en 1981, que el entonces vicepresidente y poco conocido Mubarak (quien llegó a la presidencia tras el asesinato del entonces líder Anwar Sadat) pudiera mantenerse en la presidencia. Mucho menos durante tres décadas. Sadat fue asesinado por radicales islámicos en un desfile militar en El Cairo y Mubarak tuvo la suerte de escapar de los disparos mientras estaba sentado a su lado. Desde entonces, ha sobrevivido por lo menos seis intentos de asesinato. Pero además de su habilidad para esquivar balas, también ha logrado mantener una posición de poder durante casi 30 años, posicionándose como un aliado de confianza para Occidente y luchando contra un poderoso movimiento de oposición dentro de sus fronteras. Nacido en 1928 en una pequeña aldea en la provincia de Menofya cerca de El Cairo, Mubarak insiste en mantener su vida privada fuera del dominio público. Tiene dos hijos, Gamal y Alaa con su esposa Suzanne Mubarak, mitad británica y graduada en la Universidad Americana de El Cairo. Se graduó de la academia militar de su país en 1949, ingresando a la Fuerza Aérea. Como viceministro de defensa y comandante de la fuerza aérea, tuvo un papel destacado en la planificación del ataque sorpresa a las fuerzas israelíes en la península de Sinaí al comienzo de la guerra de Yom Kippur en 1973. Dos años después, en 1975, fue nombrado vicepresidente. Muhammad Hosni Sayyid Mubarak fue juramentado como presidente de Egipto el 14 de octubre de 1981, ocho días después del asesinato de Sadat. A pesar de que en ese momento tenía poco atractivo popular o proyección internacional, el corpulento militar utilizó el asunto detrás del asesinato de Sadat -la paz con Israel- para construir su reputación como estadista internacional. Estado de emergencia Justo como su formación, Hosni Mubarak ha gobernado como un líder casi militar desde que asumió el poder. Durante todo este tiempo, ha mantenido al país bajo la ley de emergencia, dando al Estado los poderes de arrestar o limitar las libertades fundamentales. El gobierno argumenta que el régimen draconiano ha sido necesario para luchar contra el terrorismo islámico, que ha llegado en oleadas, a menudo teniendo como objetivo el lucrativo sector turístico de Egipto. Mubarak presidió durante un período de estabilidad interna y desarrollo económico que llevó a que la mayoría de sus compatriotas aceptara su monopolización del poder. Sin embargo, en los últimos años Mubarak sintió por primera vez presión para fomentar las reformas políticas, tanto desde el interior de Egipto como de su aliado más poderoso, Estados Unidos. En enero de 2011, inspirados por la revolución en Túnez, miles de egipcios salieron a las calles a manifestarse. Luego de semanas de protestas y de varias propuestas de transición paulatina por parte del mandatario, quien sugirió mantenerse en el poder hasta las elecciones previstas para septiembre, la presión popular no cedió. Finalmente, el viernes 11 de febrero, Mubarak renunció a su cargo y sus atribuciones fueron asumidas por el Consejo del Ejército. Con esta decisión, anunciada a través de la televisión estatal por el vice presidente, Omar Suleiman, el gran sobreviviente del poder en Medio Oriente, Hosni Mubarak, llegó a su ocaso político.