Un lugar suspendido entre el mar y las canteras mármol blanco de los Alpes Apuanos en Italia es catalogado como el hogar de Fernando Botero, una ciudad llamada Pietrasanta situada cerca de la costa de la Toscana a 100 kilómetros de Florencia.
En esta ciudad vivió el artista Miguel Ángel durante meses, quien colaboró con el corte y el transporte de los bloques de roca para la iglesia de San Lorenzo, de hecho, Pietrasanta ha dado gran parte del mármol que cubre las fachadas de las iglesias en ciudades vecinas.
Según la revista Diners, Pietrasanta conserva aún parte de la muralla que protegía a sus ciudadanos durante el Imperio Romano, ,construida al pie de la montaña y muy cerca del mar.
El maestro Botero tenía su residencia en varios puntos estratégicos en el mundo, en París contaba con su estudio de la Rue Du Dragón, en Nueva York contaba con un apartamento en Park Avenue y en Montecarlo un estudio con vista al puerto donde realizaba algunos dibujos en carboncillo.
En invierno pasaba su tiempo en una playa mexicana donde se concentraba en dibujos y bocetos para obras mayores, según cuenta el artículo de Diners, sin embargo, Pietrasanta era su más importante lugar de recogimiento, allí hacía sus esculturas.
Juan Carlos Botero, hijo del artista colombiano, hizo un recuento de lo que era la vida de su padre en Pietrasanta en un artículo íntimo que realizó en Diners, donde contó la importancia de esta ciudad para su padre y lo que significaba para él.
La casa de 2 pisos tiene fachada color terracota con un bosque de olivos al lado de la propiedad y un aire típico a la toscana italiana, que cuenta en sus jardines con la escultura de bronce de Botero, la Venus, que tiene el tamaño de un hombre.
Uno de sus estudios más importantes se encuentra en la Toscana, lleno de cuadernos abiertos con bocetos y el desorden característico del artista, yeso y faxes procedentes de todas partes del mundo, cuenta.
Vivió los mejores días de su vida en esta zona de Italia junto a su esposa, con jornadas de trabajo que se extendían hasta altas horas de la noche. También cuenta con un depósito que luce como un estudio donde guarda sus obras colosales.
La casa del artista era reconocible fácilmente, tiene el techo que encima tiene un redondo gallo de bronce, cuyas cortas alas se extienden hacia el alba. El artista contaba con un taller en la plaza de la Catedral donde se dedicaba en verano a trabajar arduamente para sacar sus esculturas adelante.
Según medios locales, a Botero le gustaba tener contacto con la gente de Piedrasanta, de hecho es fue un ciudadano honorable de esta zona del país, luego de que en el 2007 fueron robadas siete de sus estatuas de bronce valoradas en 4 millones de euros, aunque el año siguiente encontraron 3 de las estatuas.
“Allí es una delicia trabajar, hay un ambiente simpático, de tranquilidad y confianza, pero me han tomado como objetivo”, había dicho en una entrevista de radio. “Sabían lo que hacían porque se llevaron una escultura que estaba todavía en cera, quien conoce esto sabe que eso se puede convertir luego en un bronce”, explicó Botero .
En el 2020, su amor por el municipio de Pietrasanta hizo que donara un cuadro para personas necesitadas afectadas por el Covid 19. Esta ciudad se ha convertido en un museo al aire libre llamado Parque Internacional de Escultura Contemporánea.
El hogar de Botero
Es en Pietrasanta, en este pequeño pueblo de Versilia, donde el artista nacido en Medellín decidió abrir su estudio en la década de 1980.
El artista lleva 24 años pasando los veranos en Pietrasanta, cerca de Carrara y los famosos yacimientos de mármol, el sueño de cualquier escultor.
Su vida cambió de rumbo en el que se cruzó con el arte casi por accidente. Y es que cuando apenas tenía 15 años, mientras estudiaba para ser torero, hizo realidad la idea de vender dibujos a la salida de la plaza de La Macarena, en Medellín.
Vivía encantado del cartelista Carlos Ruano Llopis, razón suficiente que lo motivó a imitarlo. Así fue así como, poco a poco, Botero dejó a un lado el toreo y quiso ser artista.