Aquel 3 de junio de 1963, el mundo entero recibía la noticia de que el papa Juan XXIII había fallecido a causa de un cáncer de estómago. El sucesor de Pío XII llegó a liderar la Iglesia Católica el 28 de octubre de 1958, su papado fu corto pero trascendental.
Angelo Giuseppe Roncalli (nombre de pila de Juan XXIII), estuvo 5 años impulsando la fe católica en el mundo. Su periodo se enmarcó en obras de caridad, acompañamiento a los enfermos y los encarcelados.
“Siempre se caracterizó por la búsqueda de la simplicidad del Evangelio, incluso cuando trataba los más complejos asuntos diplomáticos. El deseo pastoral de ser sacerdote en cualquier circunstancia lo sostenía. Y una sincera piedad, que se transformaba cada día en un prolongado tiempo de oración y de meditación, lo animaba”, señala el Vaticano.
El papa Juan XXIII también conocido como el “papa bueno” sorprendió al mundo cuando en el año 2001 cuando el Vaticano tomó la decisión de desenterrarlo para que pudiera ser visto por los feligreses católicos. Fue allí donde el mundo se paralizó debido al excelente estado de conservación de su cuerpo tras casi cuarenta años.
En el mes de septiembre de 1962 Juan XXIII fue diagnosticado con cáncer de estómago, a pesar de tener aún la posibilidad de ganarle la batalla a la enfermedad, el entonces Vicario de Cristo se negó a que le practicaran la cirugía requerida.
El cáncer rápidamente avanzó en su cuerpo hasta que falleció a los 81 años en junio de 1963. Su funeral estuvo copado de actos solemnes, su cadáver fue puesto en un ataúd de madera y este a su vez dentro de otro hecho de bronce.
¿Cuerpo incorrupto?
Tras décadas de ser enterrado, el Vaticano tomó la decisión en 2001 de exhumarlo para que la gente pudiera tener cercanía con el cuerpo de Juan XXIII. Los operarios que se encargaron del procedimiento quedaron sorprendidos por el estado de conservación en que se encontraba el cuerpo.
Juan XXIII no presentaba ningún signo de descomposición, este caso deslumbró al mundo católico quienes en su mayoría catalogaron el hecho como un milagro.
Pero la verdad salió a la luz, no se trataba de un milagro, luego de la muerte del Santo Padre, el vaticano contacto a un experto en conservación de cuerpos para que le realizara un procedimiento que permitiera preservar el cuerpo a lo largo de los años.
Esto ya se había intentado con el papa Pío XII (antecesor de Juan XXIII), pero las cosas no salieron bien. Fue envuelto en papel celofán junto con algunas sustancias, pero esto causo el efecto contrario. Aun antes de que fuera enterrado, el hedor que salía del cadáver era insoportable, varios guardias que custodiaban el cuerpo, desmayaron.
El Vaticano no quería repetir la historia por lo que acudió a Gennaro Gogliua, miembro del Instituto de Anatomía de la Facultad Católica de Medicina, con el objetivo de que realizara la conservación del cadáver de Juan XXIII, bajo los mejores estándares de la época.
“Me pidieron saber cuál sería mi tarifa. ‘Nada’, les dije. Él no fue un papa cualquiera. Me dieron una medalla de plata. Nunca he olvidado esa noche”, contó Gogliua a la revista católica ‘Famiglia Cristiana’.
Además, reveló algunos detalles sobre el procedimiento que le realizó a Juan XXIII cuyo fin era detener el proceso de descomposición de su cadáver.
“Levantamos la lata de líquido en una percha, hicimos un pequeño corte en la muñeca derecha y enhebramos la aguja. Tenía miedo de que saliera sangre, de que el líquido pudiera causar roturas en la piel. Pensé, con pavor, dónde podríamos arrojar la sangre de un papa que ya era considerado un santo. Pero todo salió bien”, manifestó.
El procedimiento fue todo un éxito, esto se pudo evidenciar en el 2001 cuando el cadáver fue expuesto al mundo, Juan XXIII fue encontrado casi en las mismas condiciones en las que el mundo lo vio por última vez en 1963.