La costumbre de ponerles nombres a los huracanes no es nueva. En 1825, se llamó Santa Ana al que azotó Puerto Rico el 26 de julio por ser ese el día del santoral. Y a finales del siglo XIX el meteorólogo Clement Wragge ya usaba nombres bíblicos de mujeres para referirse a ellos.Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XX se los llamaba según un código. Este estaba compuesto por el año en que sucedieron y su orden de ocurrencia. Así, el 1927-B era el segundo huracán de 1927 y el 1927-D, el cuarto de ese año.Ese sistema solo funcionó hasta los años cincuenta, pues se prestaba para confusiones y falsos rumores. En el pasado, los locutores de radio confundieron o leyeron mal ciertas letras (una D por una B, una M por una N), lo que causó pánico en zonas que no estaban amenazadas.Para distinguirlos y facilitar las comunicaciones, desde 1953 el servicio meteorológico de Estados Unidos comenzó a ponerles nombres propios. Estos debían ser cortos y fáciles de recordar.Se suponía que era un sistema moderno. Pero como el de Wragge, solo utilizó nombres de mujeres.Es probable que la decisión de adoptar también nombres de hombres en 1979 haya tenido que ver con que, un año antes, los meteorólogos de Asia decidieron hacer eso con los tifones (que son el equivalente de los huracanes pero en las costas de China y otros países de ese continente).Hoy el nombre de un huracán depende de una lista alfabética, que sigue un sistema que tiene previstos 126 nombres para seis años.O sea, 21 para cada año. Uno por casi todas las letras, pues se excluyen la Q , la U, la X, la Y y la Z porque por ellas comienzan pocos nombres que cumplen con las características requeridas.Después de Irma, vienen Jose y Katia (que este fin de semana aterrizaron a la Florida, las Antillas Menores y México). Y desde ya se sabe que los próximos huracanes se llamarán Lee, Maria, Nate, Ophelia y Philippe.O sea un nombre de hombre, uno de mujer.El sistema determina además que cada seis años las listas se repitan. Por eso, en principio podría haber varios Irmas, varios Joses y varios Katias. Sin embargo, cuando los huracanes son desastrosos, con varias víctimas mortales y regiones devastadas, sus nombres son reemplazados.Por eso, no habrá más Katrinas. Ni más Sandys, Ritas ni Andrews. Ni probablemente más Irmas.