Las imágenes son impresionantes. El ex primer ministro Shinzo Abe da un discurso enérgico en una calle de la tradicional ciudad de Nara, en Japón. La razón del mitin político: las elecciones legislativas que vivirá el país para designar a 125 nuevos legisladores de la Cámara Alta. El líder nipón se pronuncia con convicción y emoción, y de repente se escuchan dos estruendos.
El político se mantiene en pie tras el primer tiro, pero se desvanece en el piso apenas recibe el segundo. Su camisa comienza a llenarse de sangre. De inmediato, sus acompañantes, perfectamente vestidos de traje negro y maletín, salen a auxiliarlo. Se abalanzan encima. Intentan de todo para que se mantenga con vida. Rápidamente, el ex primer ministro es llevado en helicóptero a un centro médico ante la estupefacción de quienes están cerca. Lo amarran a una camilla y lo elevan por los aires. Todo queda grabado.
Por horas, el mundo entero queda atento a su destino. Las noticias no son buenas. Abe sufre un paro cardiorrespiratorio, no da señales de vida. Sus órganos se van apagando. Mientras tanto, el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, da una rueda de prensa.
“Me han informado que se encuentra muy grave. Está recibiendo tratamiento urgente para salvarle la vida. Rezo para que el ex primer ministro Abe sobreviva”, dice casi en medio de sollozos, pero guardando la frialdad que caracteriza a la cultura nipona. En la madrugada del viernes (seis de la tarde de Tokio), un delegado del hospital sale a poner la cara a las cámaras. Ha sucedido lo inevitable: “Estaba sangrando profundamente y no hemos podido salvarle la vida”.
De inmediato, todos los medios del mundo se llenaron de perfiles del ex primer ministro, víctima de uno de los peores magnicidios que el mundo tenga memoria en tiempos recientes. Para Occidente la política de Japón suele ser lejana, pero millones se han volcado a internet para saber quién era Shinzo Abe y por qué lo mataron.
Y en Japón reinaban el caos y la estupefacción. El país es tan organizado que el crimen y la violencia política son una rareza. Desde la década de los años treinta, antes de la Segunda Guerra Mundial, no se había presentado una muerte de esta envergadura.
A sus 67 años, Abe había marcado una era en ese país. Había sido el primer ministro más longevo en la historia. Se trataba del hijo de una de las familias más influyentes en la política nipona. Fue sobrino nieto de otro primer ministro que fue Premio Nobel de la Paz.
Comenzó su carrera siendo secretario de su padre, quien era canciller del país, y hoy su hermano es el ministro de Defensa. Paradójicamente, su familia había sido ya víctima de un acto hostil. Su abuelo, Kishi Nobusuke, fue quien firmó el tratado de seguridad con Estados Unidos en 1960. Un día en la calle, lo apuñalaron seis veces. Él sí sobrevivió.
Abe, por su parte, estuvo en el poder en un momento muy difícil para el país, que acababa de vivir el tsunami de 2011 y el desastre nuclear de Fukushima. Tuvo dos periodos, de 2006 a 2007 y de 2012 a 2020. Del primero renunció por cuenta de las presiones políticas, aunque dijo que la razón eran dolencias de salud. Del segundo se fue sin poder presidir lo que fue su sueño para Japón: tener los Olímpicos en casa. Al final, estos fueron pospuestos por la pandemia y ese honor le tocó a otro.
Y se volvió conocido por su estrategia para levantar la nación, golpeada hasta los tuétanos por esas tragedias. Su política económica se conoció como Abenomics. Combinaba tres elementos: flexibilización monetaria, masiva reactivación presupuestaria y reformas estructurales.
A pesar de ser conservador, Abe logró cambios importantes para la rígida cultura japonesa. “Empujó al país a jugar un papel global más prominente y a ser más activo en su propia defensa, un cambio tras décadas de pacifismo después de la Segunda Guerra Mundial”, escribió la revista The Economist.
La publicación inglesa cuenta que había hablado recientemente con Abe, quien les había dicho que ante la terrible hostilidad que se vive en el mundo, Japón debía tener un papel estabilizador. Su sueño siempre fue revisar la constitución de 1947, que fue escrita durante la ocupación de Estados Unidos.
El diario The Guardian agrega que la política de Abenomics aportó para sacar a la tercera economía más grande del mundo de décadas de estancamiento. “Abe atrajo más atención internacional de la que normalmente se reserva para los líderes japoneses. En el frente de la política exterior, su apoyo a un papel más destacado del Ejército de Japón para contrarrestar las crecientes amenazas de Corea del Norte y una China más asertiva ganó elogios en Washington, pero generó sospechas en Beijing”, sostiene la publicación.
Fue de línea conservadora respecto a las milenarias tradiciones japonesas. Por ejemplo, se opuso a que las mujeres pudieran ser sucesoras en el trono de Crisantemo. Y también causó polémica al negar la existencia de las “mujeres de confort” en la Segunda Guerra Mundial, centenares de niñas y jóvenes chinas que fueron esclavizadas sexualmente por el Ejército japonés.
Era el más japonés de los japoneses. Tras su muerte, muchos recuerdan su aparición en los Olímpicos de 2016, vestido orgullosamente de Mario Bros. Era un admirador de los Estados Unidos y estrechó fuertemente las relaciones con ese país, en el que estudió Servicio Público y Política Estatal en la Universidad de California.
El mundo entero reaccionó con estupor a su macabro asesinato y se pregunta por las razones que lo motivaron.
¿Quién es el asesino?
Un equipo de más de 90 personas fue conformado para entender las razones del crimen, un enorme misterio hasta el momento. En el lugar de los hechos fue arrestado Tetsuya Yamagami. El hombre le dijo a la Policía que creía que el ex primer ministro era de una “organización específica” a la que él le guardaba mucho rencor.
Las autoridades niponas han guardado prudencia con los detalles que se conocen hasta ahora del crimen. Asegura que Yamagami llegó en tren hasta Nara y allí esperó por el mitin político para apuntarle a Abe. El hombre es un exmiembro de la Fuerza Marítima de Autodefensa, según Fuji TV, y dejó la Fuerza en 2005.
Luto mundial
Estas fueron algunas de las reacciones de distintos mandatarios en el mundo:
“Estoy profundamente entristecido por el horrible asesinato de Shinzo Abe”: António Guterres, secretario general de la ONU.
“Este brutal y cobarde asesinato de Shinzo Abe conmociona al mundo entero”: Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
“Estoy conmocionado y triste por el asesinato de mi amigo y compañero Shinzo Abe en Japón”: Barack Obama.
“Extrañaremos mucho a Shinzo Abe. Nunca habrá otro como él”: Donald Trump.
“Mis pensamientos están con su familia, amigos y el pueblo japonés. El Reino Unido está con ustedes en este momento oscuro y triste”: Boris Johnson.
El arma homicida
La Policía confirmó que el arma letal contra el primer ministro es hecha en casa. La foto de esta le dio la vuelta al mundo por su aspecto rudimentario.
Se trata de un elemento fabricado por el mismo atacante, tiene 40 cm de largo y 20 cm de alto. Determinar cómo fue hecha es uno de los ejes de la investigación. En un comienzo se creyó que también podía ser una bomba.