Tras dos pruebas nucleares y varias decenas de lanzamientos de misiles, cuatro de los cuales llegaron a aguas japonesas hace unos días, la amenaza atómica de Kim Jong-un es más clara que nunca. El dictador norcoreano le mandó una clara advertencia a Donald Trump, al afirmar a través de la prensa nacional norcoreana que si Estados Unidos “viola la soberanía y la dignidad de la República Democrática de Corea del Norte, así sea un poco, el Ejército lanzará despiadados ataques con ultraprecisión desde la tierra, el aire, y el mar”. Como respuesta, Estados Unidos estacionó permanentemente una instalación antimisiles en Corea del Sur con colaboración de Seúl y Tokio para contener la amenaza nuclear norcoreana. Sin embargo, esta decisión no solo le puso los pelos de punta a Pyongyang, sino que generó fuertes críticas de China, el único aliado real de Corea del Norte, y ha revivido la posibilidad de un enfrentamiento bélico.En efecto, Wang Yi, el ministro chino de Relaciones Exteriores, afirmó que la vía para reducir la tensión es que Corea del Norte deje de desarrollar armas de alto impacto, y que Estados Unidos y Corea del Sur detengan sus ejercicios militares conjuntos. Sin embargo, Estados Unidos ya no confía en las estrategias que China propone, pues Kim Jong-un se ha vuelto cada vez más inmanejable para el gobierno de Xi Jinping. Es más, incluso con la presión económica que ejerce el gobierno chino, expertos señalan que el irascible dictador norcoreano está acelerando el paso para probar un misil balístico intercontinental que alcance suelo estadounidense. En consecuencia, el secretario de Estado, Rex Tillerson, causó revuelo en su gira por Asia al afirmar que la política “de paciencia estratégica terminó”, por lo que Estados Unidos no descarta emprender acciones militares en contra de Corea del Norte.También le puede interesar: Los puntos más calientes del planetaNo obstante, una ofensiva militar de Estados Unidos puede desestabilizar la región y desencadenar una crisis de ligas mayores. En primer lugar, un incremento del pie de fuerza estadounidense alrededor de Corea del Norte solo aumenta la paranoia de Kim Jong-un, cuya impredictibilidad es legendaria. Al mismo tiempo, China ve a Estados Unidos como un huésped indeseado que patrulla sus fronteras y desafía su hegemonía en la región. Por otro lado, la retórica de Trump le ha servido a Japón para aumentar su armamento. Esta es una oportunidad que el primer ministro nipón, Shinzo Abe, ha recibido con los brazos abiertos, pues ya envió un buque de guerra al mar del Sur de la China. Es más, tal es la tensión armamentística en Asia Pacífico, que muchos temen que Japón desarrolle su propia arma nuclear.Por otra parte, Corea del Sur atraviesa una crisis política interna que pone en tela de juicio su histórica alianza con Estados Unidos. Con la destitución de la presidenta, Park Geun-hye, la opción que más suena para reemplazarla es el candidato de izquierda Moon Jae-in, quien se opone al programa del sistema antimisiles estadounidense en su país, y favorece un escenario de diálogo que lleve a la unificación económica y política de las dos Coreas. Así, con el balance de poderes en la región pendiendo de un hilo y Estados Unidos imponiendo su presencia militar, controlar la amenaza nuclear de Kim Jong-un se perfila como la primera prueba de fuego para la diplomacia trumpiana, la de sus aliados y China. Y es que si dan un paso en falso, pueden salir quemados.