El papa Francisco expresó este domingo su “preocupación” por la situación en Afganistán y exhortó al “diálogo” para resolver el conflicto. “Me uno a la preocupación unánime con relación a la situación en Afganistán”, declaró en la tradicional oración del Angelus en la Plaza San Pedro. El papa deseó que “cese el ruido de las armas y que se puedan encontrar soluciones en la mesa del diálogo”.
“Solo de esta manera los miembros de la población martirizada de este país -hombres, mujeres, niños y ancianos-, podrán regresar a sus hogares, vivir en paz y seguridad, en pleno respeto recíproco”, agregó el Papa.
Un domingo negro
Afganistán cayó este fin de semana completamente en poder de los talibanes. El presidente Ashraf Ghani abandonó el país este domingo, dijo un ex vicepresidente, ante el avance de los talibanes, que parecen estar a punto de tomar el control tras una ofensiva relámpago.
“El ex presidente afgano ha abandonado la nación, dejando a la gente en esta situación”, declaró Abdullah Abdullah, ex vicepresidente del país y jefe del Consejo Superior para la Reconciliación Nacional, en un video publicado en su página de Facebook. “Dios lo responsabilizará, y la gente lo juzgará”, agregó.
No indicó adónde se dirigía Ghani, pero el grupo de prensa afgano Tolo News apuntó que podría estar camino de Tayikistán.
Que Ghani dejara el cargo era uno de los pedidos clave de los talibanes en los diálogos de paz con el gobierno afgano, aunque el mandatario había optado por aferrarse a su puesto hasta ahora.
Este domingo, los insurgentes habían capturado sin resistencia, la ciudad oriental de Jalalabad, horas después de tomar la norteña Mazar-i-Sharif, la cuarta mayor ciudad afgana y principal centro urbano del norte.
Así, los talibanes controlan casi todo el país, tras 10 días de conquistas aceleradas contra las fuerzas gubernamentales y caudillos locales.
Los talibanes afirmaron que desean una “traspaso pacífico” del poder en los próximos días, dos décadas después de empezara una intervención militar liderada por Washington y ordenada a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
En un primer momento, el grupo ordenó a sus combatientes que no entraran en la capital, afirmando que las fuerzas del gobierno se encargarían de garantizar la seguridad.
Pero más tarde, Zabihullah Muajhid, un portavoz, tuiteó que las fuerzas talibanas deberían ocupar las zonas desertadas por las fuerzas afganas, para mantener el orden.
Los talibanes también prometieron que no buscaban vengarse de nadie, tampoco de los militares o funcionarios que trabajaron para el actual gobierno.
Por su parte, el ministro de Interior, Abdul Sattar Mirzakwal, aseguró que se llevaría a cabo una “transferencia pacífica del poder” a un gobierno de transición.
La OTAN, que también se retira de Afganistán, reclamó una “solución política al conflicto, que es más urgente que nunca”, según un portavoz.
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, anunció que ya empezó la evacuación de diplomáticos estadounidenses y de civiles afganos que en el pasado cooperaron con Estados Unidos y que pudieran temer por su vida.
El presidente estadounidense, Joe Biden, ordenó el despliegue de 5.000 soldados en el aeropuerto de Kabul para proceder a la evacuación, que concierne a unas 30.000 personas.
Como la víspera, este domingo los helicópteros estadounidenses proseguían sus incesantes rotaciones entre el aeropuerto y la embajada de Estados Unidos en Kabul, un complejo gigantesco ubicado en la “zona verde” ultrafortificada del centro de la capital.
Biden amenazó a los talibanes con una respuesta “rápida y fuerte” si realizan algún ataque que pueda poner en peligro a estadounidenses.
Su administración defendió su decisión de poner fin a 20 años de guerra, la más larga que haya librado Estados Unidos.
En este sentido, Antony Blinken, rechazó las comparaciones entre la situación en Kabul y la caída de Saigón en Vietnam en 1975, y reiteró que Estados Unidos había “logrado sus objetivos” en la guerra de Afganistán.
“Esto no es Saigón”, dijo el secretario de Estado estadounidense a ABC. “Entramos en Afganistán hace 20 años con una misión y esa misión era hacer frente a los que nos atacaron el 11/S. Esa misión fue exitosa”.
Por su parte, las autoridades danesas y alemanas anunciaron el domingo que todos sus expatriados habían sido transferidos al aeropuerto de Kabul, mientras que los canadienses ya abandonaron el país, según Ottawa.
En cuanto a Suecia, el personal de la embajada será evacuado dentro de poco. “Esto también afecta a los empleados locales afganos”, precisó Ann Linde, ministra sueca de Relaciones Exteriores.
Noruega, que gestiona la cartera de Afganistán en el Consejo de Seguridad de la ONU junto con Estonia, pidió que el organismo efectúe una “reunión urgente lo antes posible”.
Conforme avanzó el día, el pánico se fue apoderando de la capital. Las tiendas cerraron y se formaron enormes atascos, y miles de policías y otros miembros de las fuerzas de seguridad abandonaran sus puestos, sus uniformes e, incluso, sus armas.
En la mayoría de los bancos se pudo ver una gran aglomeración, con gente que buscaba retirar su dinero mientras quedara tiempo.
En el barrio de Taimani, en el centro de la capital, el miedo, la incertidumbre y la incomprensión eran visibles en el rostro de muchos.
“Tomamos nota del retorno de los talibanes en Afganistán, y esperamos que su llegada traiga paz y no un baño de sangre. Recuerdo, cuando era niño, las atrocidades cometidas por los talibanes” declaró a la AFP Tariq Nezami, un comerciante de 30 años.
Muchos afganos, sobre todo en la capital, y las mujeres en particular, acostumbradas a la libertad de la que han disfrutado durante los últimos 20 años, temen la vuelta al poder de los talibanes.
Los talibanes impusieron una versión estricta del islam cuando gobernaron Afganistán de 1996 a 2001.
Las mujeres no podían trabajar ni salir sin estar acompañadas por un hombre, y se prohibía a las jóvenes y niñas ir a la escuelas. A los ladrones se les cortaba las manos, los asesinos eran ejecutados públicamente y los homosexuales eran liquidados.
Pero los talibanes tratan de mostrar hoy una imagen más moderada y han prometido que si vuelven al poder respetarían los derechos humanos, en especial los de las mujeres, aunque de acuerdo con los “valores islámicos”.
Aún así, en las nuevas regiones conquistadas, los insurgentes ya han sido acusados de numerosas atrocidades: asesinatos de civiles, decapitaciones y secuestros de adolescentes para casarlas por la fuerza, entre otros.
*Con información de la Agencia France-Presse