¿Quedarse pese a las críticas internacionales o marcharse? Tras dieciocho meses de ofensiva en Ucrania, muchas empresas occidentales siguen evaluando los pros y los contras de su presencia en Rusia.
Coste financiero
La Universidad estadounidense de Yale calcula que alrededor de cien empresas de las siete economías más avanzadas (G7) siguen operando en Rusia. Sin embargo, “seguimos observando una tendencia a la baja de las actividades de las empresas occidentales en territorio ruso”, indica a la AFP Julien Vercueil, economista especializado en Rusia.
Una de las últimas en salirse del territorio fue la cadena de comida rápida Domino’s Pizza el 21 de agosto. Ante un “contexto cada vez más difícil”, la compañía estadounidense anunció el cierre de 142 establecimientos en todo el país.
“La guerra crea condiciones desfavorables para las empresas extranjeras en Rusia, sea cual sea su decisión”, resalta Vercueil. Según el Financial Times, que examinó las cuentas anuales de 600 multinacionales europeas, estas perdieron al menos 100.000 millones de euros (108.000 millones de dólares) “tras la venta, el cierre o la reducción de sus actividades en Rusia”.
Los sectores que más perdieron fueron las petroleras, como la británica BP, una de las primeras en retirarse totalmente de Rusia el 27 de febrero de 2022, con un coste estimado de más de 22.000 millones de euros (23.000 millones de dólares).
Mala imagen y boicot
Quedarse, sin embargo, implica exponerse a importantes consecuencias en cuanto a la reputación de la empresa, apunta el economista Vercueil. “Los ucranianos y, particularmente, (su presidente) Volodímir Zelenski se esfuerzan por señalar que estas empresas están financiando la guerra rusa a través de los beneficios que realizan en territorio ruso”, añade el experto.
Los gigantes de la alimentación y la distribución, muchos de los cuales permanecieron en Rusia, suelen ser blanco de ataques. “Estas empresas explican que siguen sus actividades por razones humanitarias, pero es una mentira cínica”, opina Jeffrey Sonnenfeld, profesor especializado en la responsabilidad social de las empresas en la Universidad de Yale.
El experto critica que además de seguir impulsando la economía rusa, estos grandes grupos hacen el juego del presidente ruso Vladimir Putin al tranquilizar a los consumidores por su presencia.
Las decisiones de permanecer en Rusia desataron movimientos de boicot en los países aliados de Ucrania. El estadounidense Mondelez, por ejemplo, vio sus productos bloqueados en numerosas empresas e instituciones de las naciones escandinavas.
Incertidumbre
Para las empresas, seguir ejerciendo en Rusia es también exponerse a un marco jurídico incierto. “Quedarse cuando el entorno jurídico se caracteriza ahora abiertamente por la arbitrariedad y la depredación estatal en detrimento de los intereses extranjeros es peligroso”, afirma Vercueil.
Según un decreto, Rusia puede “temporalmente tomar el control de empresas” de países considerados como “no amistosos”, indica Vladimir Tchikine, abogado especializado en derecho de empresas en Rusia.
Oficialmente, sin embargo, las sociedades se quedan en manos de sus propietarios extranjeros. El Estado ruso tomó por ejemplo este verano unilateralmente el control de los activos de Danone y Carlsberg en el país.
El marco legislativo favorece a veces a las empresas. A finales de agosto, las autoridades rusas suprimieron el requisito que obligaba a las compañías extranjeras a pedir una autorización para transferir los dividendos de sus filiales rusas a su empresa matriz.
Bajo la lupa
Desde que empezó la guerra en Ucrania y frente a las “cortinas de humo” y las campañas de marketing, cada vez hay más portales que rastrean las actividades de las empresas internacionales que todavía operan en Rusia.
“Bajo la presión” de compañías que se consideran acusadas equivocadamente de contribuir a financiar la economía rusa, Jeffrey Sonnenfeld, profesor de Gestión en la universidad estadounidense de Yale, lanzó en la primavera de 2022 uno de los primeros listados de ese tipo.
“Abogados astutos y consultores en relaciones públicas intentaron crear una cortina de humo” sobre las actividades rusas de algunas empresas, declara Sonnenfeld a la AFP. “Así que hemos creado un sistema de notación” para evaluar su grado de implicación, explica: como en el sistema educativo estadounidense, a las empresas se las califica de A a F.
Apoyándose en una red de unos 50 investigadores repartidos por todo el mundo, el recuento de la Universidad de Yale es hoy en día un referente por su exhaustividad y sus actualizaciones diarias.
Con información de AFP.