La primera ministra de Francia, Elizabeth Borne, advirtió este sábado 9 de julio que la interrupción de la entrega de gas ruso a Europa es un escenario “creíble” que requerirá de la cooperación de toda la población.
“Desde luego que podemos superar una dificultad de este tipo, pero eso va a requerir que todos se movilicen”, agregó Borne durante un foro económico en Aix-en-Provence.
La primera ministra considera que una política de “alejamiento gradual” del petróleo y el gas “también protegerá las billeteras de los hogares”.
“En algún momento, el poder adquisitivo de millones de franceses se va a ver reducido por la subida del barril de petróleo y es una vulnerabilidad de la que tenemos que escapar”, añadió en comentarios recogidos por ‘Le Figaro’.
Francia, como muchos otros países europeos, sigue dependiendo en gran medida de Rusia para su suministro de gas natural y petróleo, aunque en menor medida que algunos de sus vecinos.
En 2020, Francia importó de este país el 17% de su gas y el 13% de su petróleo y derivados, según la Comisión Europea.
Gas natural: ¿solución para Europa o desarrollo para África?
En el contexto de la invasión rusa de Ucrania, la Unión Europea ha iniciado una búsqueda desesperada de sustitutivos para el carbón, el petróleo y el gas. En el documento programático REPowerEU, la Comisión Europea plantea “hacer a Europa independiente de los combustibles fósiles rusos antes de 2030″.
Para ello prevé, en primer lugar, trabajar con “socios internacionales para encontrar suministros alternativos de energía”, como el gas que descansa en el subsuelo de algunos países africanos.
Los gobiernos africanos se han apresurado a darle la bienvenida a esta transformación de la política europea. Antes de la guerra, Argelia ya era el tercer suministrador de gas natural a Europa a través de los gaseoductos con destino España e Italia. Otra parte importante del gas llega por vía marítima desde el golfo de Guinea (Nigeria, Angola y Guinea Ecuatorial). En este caso, se transporta como gas natural licuado (GNL).
En los últimos meses, responsables europeos han visitado Argel, Dakar, Abuja, Brazzaville o Luanda para sondear las posibilidades de aumentar las importaciones de gas. La Comisión Europea ha firmado un acuerdo tripartito para asegurar la llegada de gas israelí a través de Egipto.
Además, se están revitalizando las inversiones de empresas europeas en proyectos de GNL. Algunos ejemplos son las de BP en Senegal y Mauritania; de ENI en Argelia, Egipto, Nigeria, Angola y República del Congo, y de Equinor y Shell en Mozambique y Tanzania.
Pero el gas natural no solo se exporta, también tiene un uso creciente dentro de los países africanos. Muchos consideran que constituye una fuente fundamental de transición para asegurar el desarrollo. El gas en bombonas puede sustituir fuentes de energía más contaminantes como la leña o el carbón general, con un empleo muy extendido en los hogares africanos y con perjudiciales efectos en la salud de las familias.
El uso fundamental, en un continente con niveles muy bajos de electrificación, es el de la generación eléctrica. Esta práctica es ya una realidad en países como Ghana, que mientras exporta la mayor parte de su petróleo a los mercados internacionales, utiliza el gas para alimentar su infraestructura eléctrica. El gas natural tiene, además, el potencial de surtir tanto los mercados nacionales como los regionales a través de gaseoductos.
Actualmente, el Gasoducto de África Occidental atraviesa los territorios de Nigeria, Benin, Togo y Ghana, y otro une a Sudáfrica con Mozambique. Además, existen proyectos en el mismo sentido: como el que proveería de gas a Uganda desde Tanzania y el Gaseoducto del Renacimiento Africano, que sería el segundo entre Mozambique y Sudáfrica.
Por último, Nigeria sería el origen tanto del Gaseoducto Transahariano que llegaría Argelia, como del que conectaría Nigeria con Marruecos. La importancia de estos dos gaseoductos es que se podrían enlazar con las redes gasísticas europeas.
Pero, ¿son compatibles estos dos proyectos de extraversión y de integración? ¿Puede aumentarse el suministro de gas africano para Europa y, al tiempo, suministrar energía a los hogares y al sector productivo africanos? ¿Cómo se combinan con la transición energética justa reclamada por tantos en África y en Europa?
Hay quienes piensan que todos estos objetivos son convergentes. El argumento fundamental es que el creciente interés europeo conllevará las inversiones que son imprescindibles para extraer y poner en valor esta fuente de energía.
Asimismo, se afirma que las exportaciones de gas a Europa proporcionarán recursos adicionales para que los estados africanos puedan invertir en desarrollo. Hay razones, sin embargo, para no ser tan optimistas.
*Con información de Europa Press