En febrero de este año, Rusia le declaró la guerra a Ucrania en lo que llamaron una “operación militar especial”, que al final solo terminó siendo un eufemismo para una invasión. El régimen de Vladímir Putin proyectaba un conflicto corto y en el que podrían triunfar sin mucha resistencia.
Actualmente, el panorama parece complicarse para Rusia. La guerra lleva más de siete meses de duración y la victoria rusa parece muy lejana aún. Es más, las tropas ucranianas, dirigidas por el presidente Volodímir Zelenski –convertido en héroe–, han ido recuperando territorios con el pasar de los días.
Solo esta semana, el mandatario ucraniano anunció que recobraron ocho localidades más, a las que se suman más de 20 que han reconquistado en las últimas semanas. Esta situación provocó que las tropas rusas se retiraran de la zona y los han obligado a reorganizarse para buscar un nuevo ataque.
La reconquista ucraniana se ha centrado en las localidades de Jersón y Járkov, ubicadas en el sur y en el nororiente del país. Si bien los combates entre ambos bandos han durado semanas, las tropas de Zelenski barrieron con las de Putin y tomaron zonas claves para Moscú, que no ha tenido otra opción que aceptar la retirada constante de su ejército en dichos territorios.
Además, Kiev logró otra importante victoria en Limán, algo que fue confirmado por las autoridades militares rusas. “Debido al riesgo de ser cercados, las fuerzas aliadas han sido retiradas de la localidad de Limán hasta posiciones más ventajosas”, informó este sábado Ígor Konashénkov, portavoz del Ministerio de Defensa de ese país.
Todo parece poner en duda el poderío militar ruso, que ha visto cómo está sufriendo humillantes derrotas en el campo de batalla. El mismo presidente Putin había prometido hace apenas una semana que remontaría la guerra y garantizaría la seguridad de los territorios que Rusia legalizó en un referéndum tachado de fraudulento.
Pero todas las movidas del ejército ucraniano tienen un rumbo fijo: llegar hasta Donetsk y Lugansk, bastiones ucranianos y zona principal de influencia de las tropas rusas y de los paramilitares prorrusos. La respuesta de Moscú ha sido convocar reservistas para que vayan a la guerra, en un proceso que ha reclutado a más de 120.000 personas de manera forzada y en medio de protestas.
Se dice que los ciudadanos convertidos en soldados están en la zona de guerra, pero su presencia apenas se ha notado y no han podido evitar que los territorios conquistados vuelvan a manos ucranianas. Mientras tanto, en Rusia se vive un caos, pues las personas obligadas a servir en el combate intentan hacer lo posible para evitarlo, ya sea a través de manifestaciones o huyendo del país.
Como muestra de la improvisación del Kremlin, distintos batallones aplazaron el ingreso de reservistas ante la saturación en las oficinas del Ejército, por lo cual muchos jóvenes entrarán a la guerra el primero de noviembre y no en octubre, como se tenía esperado en principio. Más allá de los cronogramas, es una clara muestra del desespero de Putin ante su incapacidad de conquistar más territorios y mantener los que ya tienen sus tropas.
Al parecer, la guerra llegó a un punto crucial. Dependiendo del avance de las tropas ucranianas en las zonas que están recuperando, podría ser un antes y después para lo que ha sido la invasión. Todo será cuestión de tiempo a fin de saber las opciones del ejército de Zelenski.