Hasta 1992, Serguéi Jirnov era un espía ruso destinado en Francia. Tres décadas después acapara las entrevistas de televisión, donde critica al presidente Vladimir Putin afirmando que es capaz de hacer lo peor para “pasar a la historia”.
El camino de este exagente de 61 años se ha cruzado en cuatro ocasiones con el de quien se convertirá en poderoso jefe de Estado de la Federación de Rusia. Un hombre que “desprecia”, según afirma en el libro L’engrenage (El engranaje), publicado en Francia en junio.
Putin “es ruso como yo, pero encarna todo lo que no me gusta: el cinismo, la mentira, la falta de empatía, la brutalidad”, advierte desde las primeras páginas del libro.
La primera vez que coincidió con él, cuando era un simple estudiante, Jirnov afirma haber sido “torturado psicológicamente” por el que en ese entonces sería futuro presidente, ya en el KGB, porque había hablado demasiado tiempo en francés con un extranjero durante los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980.
“Vi a este hombrecito que quería a cualquier precio (...) hacer de mí un espía francés o un disidente para avanzar en su carrera”, explica a la AFP.
Pero Putin fracasa. Jirnov, hijo de científicos y brillante estudiante, entra en 1984 en el instituto Andropov, la escuela de élite del KGB, donde vuelve a cruzarse con el futuro mandatario, de orígenes más modestos.
“Mediocridad”
El exespía coincidió con él en otras dos ocasiones, cuando él ya estaba bajo encubierto. En su último encuentro, en 1990, “tengo delante mío a un hombre que fracasó en su carrera de espía, por falta de inteligencia, debido a una ambición voraz que lo cegó, por mediocridad”, explica en el libro.
Pero en 1991, cuando el agente Jirnov se infiltró en la Escuela Nacional de Administración (ENA), conocido centro de formación de élites en París, el KGB primero, luego el partido comunista y finalmente la URSS, se derrumban.
“Fue la oportunidad de mi vida”, afirma. Tras un año en el SVR, la entidad a cargo de los servicios de inteligencia exteriores de la nueva Rusia, dimite y se convierte en consultor privado.
“Mi juramento solemne, yo lo presté a un organismo que ya no existe”, no a Putin, dice.
Una década después, su pasado lo persigue en Moscú, donde dice ser víctima de “envenenamiento con metales pesados” por parte de su antiguo responsable. “Un mes después, constato que me siguen regularmente. Me dije que era el momento de largarse”. En 2002 se exilia en Francia.
“Canalla”
Desde entonces, los medios de comunicación se lo rifan. Es uno de esos personajes en los que parece que “a veces la realidad supera a la ficción”, comenta François de Saint-Exupéry, responsable de la editorial Nimrod, que publicó hace unos meses L’éclaireur (El explorador), en el que el exespía cuenta su vida.
Con la invasión rusa de Ucrania, Jirnov multiplica sus intervenciones en las televisiones. El hombre de la sombra sale a la luz, una “ironía” que le gusta y le conviene, ya que su “única protección es la publicidad”, explica.
Ante las cámaras, y en sus libros, se muestra “muy antiputiniano, pero corresponde a lo que la gente tiene ganas de oír”, considera Olivier Mas, un exespía francés también muy mediático.
“Conoce muy bien la mentalidad rusa, el funcionamiento (del Estado), tiene un muy buen patrón de interpretación”, prosigue, señalando los “contactos” que Jirnov tiene todavía en Rusia.
Ante la AFP, se burla de Putin, convertido en un “viejito”, entre medio de los rumores sobre su salud.
Pero, según el exespía, el mandatario puede seguir mucho tiempo en el poder... y pronostica lo peor, incluso a nivel nuclear.
“Creo que tiene la intención de pasar a la historia” como el segundo en haber utilizado esta arma, teme. “Aunque sea convirtiéndose en el peor canalla y peor dictador” de las últimas décadas.
*Con información de AFP