Si las cosas se dan como Vladímir Putin quiere, el Kremlin seguirá bajo su mando hasta 2030. La noticia de su candidatura, confirmada por Reuters, ha desencadenado un frenesí de preparativos y especulaciones en el entorno político. Y también ha hecho crecer los miedos sobre el poderío ilimitado de uno de los hombres más enigmáticos del planeta.
Los asesores de Putin están trabajando en los detalles de la campaña, mientras fuentes diplomáticas anticipan un anuncio público inminente. A pesar de su alto índice de aprobación, que ronda el 80 por ciento, y la percepción de no tener contrincantes para las elecciones, Putin y Rusia se encuentran en medio de una de las pruebas más desafiantes desde el colapso de la Unión Soviética, hace casi tres décadas.
Las sanciones económicas impuestas por Occidente en respuesta a la guerra en Ucrania, que comenzó el año pasado, han tenido un impacto significativo en la economía rusa, que si bien se ha apaciguado en la esfera internacional por la escalada del conflicto Israel-Hamás, Rusia controla en la actualidad alrededor de 17,5 por ciento del territorio de Ucrania. Además, esta guerra generó impactos significativos en distintos sectores globales.
Según The New York Times, en el ámbito alimentario, la disputa afectó los precios de los granos, alcanzando niveles históricos, lo que provocó preocupación por la amenaza de hambruna, especialmente en África y Oriente Medio. Aunque se firmó un acuerdo para liberar toneladas de granos varados, la suspensión temporal de Moscú generó incertidumbre. En cuanto a la energía, la guerra desencadenó la peor crisis desde la década de los setenta, con aumentos significativos en los precios y una crisis energética global.
En un intento por reducir los ingresos de Rusia, la Unión Europea estableció límites al precio de su petróleo, pero la escasez global mantuvo a este país como un exportador clave. La crisis también contribuyó al aumento de la inflación en el mundo, afectando ahorros y salarios, lo que llevó a medidas gubernamentales en naciones como Estados Unidos, Francia y el Reino Unido para mitigar el impacto en familias y empresas.
Asimismo, este conflicto llevó a un intento de rebelión liderado por Yevgueni Prigozhin, fundador de la compañía militar privada Wagner, a finales de junio, que terminó en fracaso con la muerte del líder. Esto, no obstante, influyó en la percepción de Putin y fue denominado “la Rebelión de los Niños”. La consecuencia es un clima político y económico enrarecido, en el que crece la incertidumbre sobre un futuro bajo el liderazgo continuo de Putin.
Un lobo con piel de lobo
El personaje de Vladímir Vladímirovich Putin se forjó a base de excentricidades y con el arquetipo del hombre ruso, así lo describe el portal The Conversation, que destaca su pasión por los deportes, su afición a la caza y la vida silvestre, así como su compromiso con los valores morales arraigados en la identidad nacional rusa. Este liderazgo le ha valido el respaldo tanto de los votantes como de los oligarcas rusos en diversas elecciones, según indican las encuestas oficiales.
La ambición de Putin por restablecer la prominencia de Rusia en el ámbito internacional no es algo novedoso. No solo ha mantenido influencia sobre las naciones que surgieron tras la desaparición de la Unión Soviética, sino que también ha buscado establecer nuevas conexiones, ya sea con países latinoamericanos como Venezuela y Brasil, o incluso con antiguos adversarios como China, en un intento por ampliar la presencia rusa en el escenario mundial.
Su camino hacia la presidencia se remonta al 31 de diciembre de 1999, cuando asumió el cargo de presidente interino tras la renuncia del entonces presidente Boris Yeltsin por escándalos de corrupción. A lo largo de los años, ha acumulado bastante poder, convirtiéndose en el líder ruso con el servicio más prolongado desde la era de Josef Stalin. Además, recientemente celebró su cumpleaños 71, lo que aporta un matiz adicional a su continuo liderazgo con tintes dictatoriales en la nación europea.
En 2004, buscó y ganó un segundo mandato como presidente, consolidando su influencia en el país. Su popularidad creció en medio de un periodo de estabilidad económica y política. Sin embargo, en 2008, Putin se enfrentó a limitaciones constitucionales que le impidieron postularse para un tercer mandato consecutivo.
En su lugar, apoyó a su entonces primer ministro, Dmitri Medvédev, quien asumió la presidencia mientras Putin ocupaba el cargo de primer ministro. En 2012, regresó a la presidencia y ganó en la primera vuelta de las elecciones con 63 por ciento de los votos, marcando el comienzo de su tercer mandato. Este regreso al poder consolidó aún más su posición como líder indiscutible de Rusia.
Seis años más tarde, en 2018, buscó y obtuvo un cuarto mandato presidencial, ratificando su influencia en el escenario político ruso. En 2020, Putin promovió enmiendas constitucionales que permitirían a un presidente postularse por más de dos mandatos en el cargo, allanando el camino para su reciente decisión de buscar la reelección en 2024.
Durante su larga presidencia, Putin ha enfrentado una serie de desafíos significativos, desde la anexión de Crimea en 2014, el ya mencionado conflicto con Ucrania y las tensiones con Occidente. Además, la economía rusa ha sufrido la presión de sanciones internacionales y la volatilidad en los precios del petróleo.
Su nuevo mejor amigo
Recientemente, las movidas de Putin han generado temor en Occidente. Rusia y Corea del Norte se han vuelto llaves. La situación ha alertado a Estados Unidos sobre presuntas alianzas armamentísticas entre estas dos naciones. Ambas, además, enfrentan posiciones similares por las sanciones internacionales y mantienen relaciones diplomáticas limitadas con gran parte del mundo.
Y es que, según la inteligencia de Corea del Sur, el régimen de Kim Jong-un, quien se ha mostrado a favor de la ‘lucha’ rusa, ha exportado más de un millón de proyectiles a Rusia en pro de combatir su conflicto con Ucrania. Claramente no es en vano; con este intercambio, Pyongyang busca abastecerse de tecnología que podría hacer avanzar sus capacidades de satélites y submarinos de propulsión nuclear, lo que podría desarrollar significativamente las potencialidades de Corea del Norte en áreas en las que la dictadura socialista se ha quedado rezagada en el tiempo.
Ahora, todo parece indicar que Putin seguirá gobernando el país más extenso del mundo, pues para el común denominador ruso, la administración de su mandatario ha sido buena y es que, a pesar de las sanciones y del repudio por su intervención y disputa con Ucrania, poco y nada le ha importado al presidente, quien domésticamente ha recibido críticas mínimas que no corresponden al común denominador de la sociedad rusa.
Allí la mayoría de la gente no ve del todo mal el conflicto con Ucrania. Sus asesores avanzan en la preparación de la campaña, sugiriendo un próximo anuncio oficial. A pesar de la negación del portavoz Dmitry Peskov en septiembre, se percibe un interés internacional en obstaculizar la presencia de observadores y políticos del sur global en las elecciones rusas de 2024.
Algunos abogan por permitir tales visitas para asegurar una evaluación imparcial, especialmente en regiones controvertidas como Crimea. Estados Unidos y Europa buscan evitar cualquier legitimidad no deseada para Putin, enfocándose en controlar la participación en áreas como el Dombás, conocida por la alta presencia de pasaportes rusos. A este ritmo, todo indica que habrá Putin hasta 2030.