Hace un año, pocos conocían al presidente Zelenski más allá de las fronteras de Ucrania. La tímida presencia del país en el contexto internacional apenas ocupaba titulares en occidente. Tan solo acontecimientos como el Euromaidán de 2013 o la invasión de Crimea de 2014 nos recordaban de vez en cuando el conflicto latente que existía en aquel extremo de Europa.
Zelenski, por entonces, se encontraba aún lejos de la política, dedicado casi en exclusiva a su faceta de actor y productor de comedia y no fue hasta febrero de 2022, con apenas cuatro años transcurridos desde que hizo su debut en política, cuando entró de forma súbita en las vidas y en los corazones de los ciudadanos occidentales.
Putin, en cambio, ya era un conocido habitual de la esfera internacional con una dilatada experiencia en política y con una fama a favor y en contra de sus decisiones políticas que generaba y sigue generando mucha polarización. No hay que olvidar que, el hoy denostado Putin, pocos años antes de la invasión de Ucrania, era un líder admirado y respetado internacionalmente por diferentes celebridades políticas y sociales.
El recién llegado a la política Zelenski, en clara inferioridad respecto a sus fuerzas armadas, novel en el papel de gobernante y sin apoyo externo ni interno (en marzo de 2021, el presidente ucraniano gozaba de un apoyo por debajo del 40 % de su población) se enfrentaba al peso pesado Putin en febrero de 2022 y asumía el liderazgo moral de su país frente al poderoso invasor ruso.
La táctica del liderazgo moral frente al autoritario
Apoyado en una retórica de apelación continua a los valores universales y a la libertad, su principal acción desde que comenzó la invasión fue comparecer en incontables ocasiones ante los parlamentos nacionales y en los medios de comunicación propios y extranjeros. En ellos ha transmitido una y otra vez su mensaje de resistencia moral y física frente al invasor para recabar apoyos de todo tipo, dejando en manos de otros las decisiones técnicas. Concretamente, la estrategia militar recae sobre su comandante en jefe, el general Zaluzhny, quien ha dirigido las operaciones del ejército ucraniano hasta la fecha con notable éxito, mostrando una flexibilidad, ingenio y resiliencia inéditos.
Los resultados de este estilo de liderazgo muestran que dicha estrategia es eficiente pues, por un lado, las encuestas reflejan un notable aumento del apoyo de la población ucraniana a su presidente, en la actualidad hasta el 91 % y, por otro, son conocidos los envíos de armamento por diferentes países sin apenas oposición alguna en el ámbito europeo.
Tan solo es conocida una medida de política interna realizada por Zelenski relacionada con el cese de una decena de altos cargos de su gobierno por corrupción que empañaban grandemente la imagen de democracia y que tan poco deseable resulta para su ingreso en la Unión Europea.
Putin, por su lado, continúa en su estilo de liderazgo autoritario que tan buenos resultados le ha dado a lo largo de su carrera política y que mostró desde el inicio de lo que él llamó la “operación militar especial”. Su forma de dirigir personalmente las operaciones militares ha sido muy característica, dando órdenes concretas sobre las operaciones y las técnicas militares, mostrando su liderazgo incuestionable ante otras figuras de poder dentro del país (como el checheno Kadyrov o el jefe del grupo paramilitar Wagner, Prigozyn) o incluso nombrando y destituyendo a generales de forma personal, como el responsable máximo de las operaciones en Ucrania hasta hace un mes, el general Surovikin.
En este caso, la popularidad del dignatario ruso también ha experimentado un aumento de apoyo popular entre sus ciudadanos como consecuencia de la guerra, pues en enero de 2022 era de un 69 % y en enero de 2023 ascendía a un 83 %.
Los errores de los líderes
Existen problemas en ambos estilos de liderazgo. En el caso de Zelenski, la petición continua de mayor y más moderno material militar podría ocasionar la temida escalada armamentística por parte de Rusia o el agotamiento de los países donantes en caso de que no se alcance una victoria a corto plazo. En el caso de Putin, su liderazgo autoritario ha generado errores tácticos que producen continuamente un número importante de bajas propias debido a la rigidez del sistema de mando y toma de decisiones y al exceso de cohesión interna en el alto mando del gobierno ruso que impide criticar de forma realista y práctica los procedimientos tácticos y estratégicos para mejorarlos.
La situación actual del frente nos habla de un estancamiento de las posiciones militares de ambos bandos. Por un lado, existen pocas o nulas expectativas en el corto plazo de tomas importantes de territorios que puedan dar ventaja a uno de los bandos. Por otro, las actitudes de ambos dignatarios no dejan entrever cambios en sus estilos de liderazgo. Las recientes declaraciones de ambos dirigentes se mantienen en las mismas posturas que hace un año.
Así, resulta difícil prever un cambio en la situación del conflicto. Ambos mandatarios saben aprovechar sus características de liderazgo: uno basado en la creación de carisma personal y capacidad para involucrar en el conflicto a los demás apelando a la empatía, al espíritu de solidaridad y de justicia universal; otro transmitiendo una visión de fortaleza, experiencia como dirigente y determinación que le aseguren el control y apoyo de su país hasta la victoria. Veremos cómo el paso del tiempo afectará a cada uno de estos liderazgos contrapuestos.
Por: Luis Ángel Díaz Robredo
Profesor en la Facultad de Educación y Psicología, Universidad de Navarra
Artículo publicado originalmente en The Conversation