1¿Por qué es tan grave?El Rusiagate tiene en vilo a Estados Unidos por tres razones. En primer lugar, porque hoy se sabe que Moscú interfirió con éxito a favor de Donald Trump en las reñidas elecciones presidenciales de 2016. Y eso arroja un manto de duda no solo sobre la legitimidad de Trump como presidente, sino también sobre la democracia estadounidense, que quedó a la altura de la de un país del tercer mundo tras ser ‘hackeada’ y manipulada por una potencia extranjera, que además fue su gran adversario durante la Guerra Fría. En segundo lugar, porque existen fuertes indicios de que Trump se benefició con esa situación, y que su campaña actuó de manera coordinada con agentes rusos para perjudicar a Hillary Clinton. Es decir, hubo colusión. Y en tercer lugar, porque de probarse que hubo colusión, varios miembros de su equipo –que hoy hacen parte de su gabinete– podrían ser acusados de traición y el presidente, destituido.2¿Por qué no ha terminado?Uno de los puntos claves de la comparecencia del exdirector de la CIA John O. Brennan, a finales de mayo, fue su advertencia de que los rusos tenían planes de intervenir en las elecciones de 2020, y que, en la actualidad, estaban contactando a diferentes líderes de opinión norteamericanos para influir al público de ese país. A su vez, hay sospechas de que el Kremlin cuenta con información comprometedora sobre políticos demócratas y republicanos, quienes podrían padecer campañas de desprestigio como la que sufrió Clinton. Y a eso se agrega que, independientemente de su nivel de responsabilidad, el comportamiento de Trump ha despertado sospechas al adoptar políticas que favorecen los intereses de Moscú (como el debilitamiento de la Otan), y sobre todo al tratar de frenar las investigaciones en su contra. Justamente la razón que llevó a Richard Nixon a renunciar durante el escándalo del Watergate.Le puede interesar: Yerno de Trump en líos porRusiagate3¿Cuándo comenzó todo?El principio de la trama rusa se remonta a dos eventos que ocurrieron varios años atrás. El primero sucedió a principios de la década pasada, cuando el Kremlin emprendió un ambicioso programa de modernización militar que incluía reforzar sus capacidades cibernéticas. Fruto de ese programa fueron los ciberataques de 2007 en Estonia, de 2008 en Georgia y de 2014 en Ucrania. El segundo ocurrió en diciembre de 2011, cuando la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo que las elecciones parlamentarias rusas habían sido fraudulentas e invitó a los ciudadanos de ese país a protestar. El resultado fueron las manifestaciones más grandes desde la caída de la Unión Soviética y el profundo rencor de Vladimir Putin, que consideró que ella y el gobierno demócrata de Barack Obama se habían metido en los asuntos internos de su país. En julio de 2015, las agencias de inteligencia estadounidenses detectaron por primera vez un ataque de hackers rusos a los computadores de los Partidos Demócrata y Republicano con el fin de influir en los comicios. Pero no le atribuyeron mayor gravedad.4¿Cuándo fue claro que Putin apoyaba a Trump?Los primeros indicios de una inusual cercanía entre Putin y Trump ocurrieron en diciembre de 2015, cuando ambos intercambiaron elogios en varias ocasiones y se mostraron dispuestos a colaborar en varios temas, como la normalización de las relaciones bilaterales. A su vez, durante la primera mitad de 2016 las agencias de inteligencia registraron un creciente número de ciberataques contra el Partido Demócrata. Sin embargo, solo hasta mediados de junio el Comité Nacional de ese partido anunció que había sido víctima de un ‘hackeo’ masivo que incluía las cuentas de Hillary Clinton y del presidente de su campaña, John Podesta. Durante la semana siguiente, una cuenta vinculada a la Dirección Nacional de Inteligencia rusa filtró a través de WikiLeaks miles de documentos sensibles, como la estrategia electoral contra Donald Trump, un análisis de las vulnerabilidades de Clinton, e información personal sobre los donantes del partido. A finales de julio, el entonces director de la CIA, John O. Brennan, le envió un mensaje a Vladimir Putin advirtiéndole que su intromisión “tendría consecuencias”.5¿Por qué en julio de 2016 comenzaron las sospechas sobre la campaña de Trump?Si durante la primera mitad del año las autoridades pudieron establecer que Moscú quería intervenir a favor de Trump, en julio se produjeron hechos que indican que a partir de entonces su campaña y el gobierno ruso establecieron contactos. El 7 de ese mes, el asesor de política exterior de la campaña de Trump, Carter Page, dijo en Moscú en una charla con autoridades rusas que Estados Unidos era el responsable del mal momento por el que atravesaban las relaciones bilaterales. Un día más tarde, el magnate dio a entender que tenía la intención de escoger como vicepresidente a Michael Flynn, un general retirado que pocos meses antes se había codeado con Putin en una cena de gala y que había trabajado para la cadena prorrusa RT. A su vez, el embajador ruso en Estados Unidos, Sergey Kislyak, sostuvo durante todo el mes una serie de reuniones con miembros de la campaña de Trump, entre ellos el actual fiscal general, Jeff Sessions. Y para enrarecer más el ambiente, el 27 de ese mes Trump dijo en una conferencia de prensa: “Rusia: si escuchan esto, espero que sean capaces de encontrar los 30.000 correos electrónicos que faltan”.Le recomendamos leer: Administración Trump decidió difamarme exdirector del FBI6¿Qué pasó tras las elecciones?Tras la euforia que siguió al triunfo del 8 de noviembre se produjeron dos de los capítulos más espinosos del Rusiagate. A principios diciembre, el futuro asesor de seguridad Michael Flynn y el yerno de Trump Jared Kushner se reunieron en la torre Trump con el embajador ruso, Sergey Kislyak. Durante el encuentro sucedieron dos hechos alarmantes. Por un lado, Kushner le propuso al embajador crear un canal seguro de comunicación secreta con Putin, lo que evitaría que estas fueran monitoreadas. Y por el otro, Kislyak organizó una reunión entre Kushner y Sergey Gorkov, un hombre vinculado a los servicios secretos rusos y muy cercano a Vladimir Putin. A su vez, en enero de este año uno de los principales donantes de la campaña de Trump, Erik Prince, y un enviado de Putin se reunieron en las islas Seychelles (frente a las costas de África) con el fin de evitar a las agencias de inteligencia “que ambos bandos consideraban que eran hostiles a una eventual mejoría de las relaciones”.7¿Qué dicen las agencias de inteligencia?Aunque desde 2015 la CIA y el FBI tenían claros indicios de que Rusia quería interferir en las elecciones, solo expresaron esos temores a principios de 2017 para no meterse en los comicios. En efecto, las 17 agencias de inteligencia de Estados Unidos publicaron en enero un informe en el que acusaban a Rusia de estar detrás de haber orquestado una campaña para perjudicar a Hillary Clinton. Este documento incluía un informe de 35 páginas elaborado por el exespía británico del MI6 Christopher Steele. Entre sus conclusiones estaba que hubo múltiples contactos entre el Kremlin y la campaña de Trump, que las relaciones entre el magnate y el gobierno ruso habían comenzado varios años atrás y que el Kremlin contaba con información comprometedora de carácter sexual sobre el magnate. Desde entonces, las agencias de inteligencia han denunciado varios intentos de Trump de frenar sus investigaciones, comenzando por exigirles su lealtad so pena de perder sus puestos de trabajo, como le sucedió al exdirector del FBI, a quien el presidente echó a principios de junio.8 ¿Quiénes están implicados?Siete colaboradores de Trump en la mira de la Justicia. El primero en despertar sospechas fue el general Michael Flynn, quien fue asesor de Seguridad del presidente, pero tuvo que renunciar por mentirle al vicepresidente, Mike Pence, sobre sus relaciones con Rusia. Otros miembros de gabinete implicados en la trama rusa son el yerno de Trump Jared Kushner y el fiscal general, Jeff Sessions. Ambos sostuvieron reuniones con representantes del Kremlin antes de que Trump se posesionara, pero omitieron declarar esa información en el cuestionario de seguridad nacional que firmaron al entrar al gobierno. A su vez, las autoridades están investigando a Carter Page y Roger Stone, dos hombres muy cercanos a Trump y asesores de su campaña republicana. Del primero se teme que sea un agente ruso, y del segundo que haya operado como el contacto entre los hackers rusos y Julian Assange, que los publicó en WikiLeaks. Y a ellos se agrega Paul Manafort, quien fue durante algunos meses el director de la campaña republicana y que hoy está imputado por tratar de ocultar los pagos que recibió de un partido prorruso en Ucrania.También le sugerimos: El jefe de campaña de Trump ocultó que había trabajado para Rusia9¿Qué dicen los rusos?En general, la actitud de Rusia ha consistido en negar cualquier implicación. A veces con cierto aire de sarcasmo. Como dijo el propio Putin a finales del año pasado: “¿De veras alguien cree que Rusia puede influenciar la elección del pueblo estadounidense? ¿Es acaso Estados Unidos una república bananera?”. Sin embargo, en algunas ocasiones ese discurso ha cambiado. Dos días después del triunfo de Trump, el vicecanciller ruso, Sergey Rybakov, aceptó que hubo contactos entre su gobierno y la campaña republicana. A su vez, el 30 de mayo de 2017, Putin aceptó que algunos rusos podrían estar detrás de los ‘hackeos’, pero negó de plano que estuvieran vinculados al Kremlin. Pero no todo han sido palabras. Al mismo tiempo que Washington se desgarra, el Ejército ruso ha incrementado las incursiones de aviones espía cerca de las costas de Alaska y del Atlántico Norte. También, se ha beneficiado con el distanciamiento de Estados Unidos de sus aliados tradicionales, en particular de los países de la Otan, con la que desde 2014 sostiene un duro pulso en Ucrania, el Báltico y otras regiones de Europa oriental.10¿Por qué se habla de obstrucción a la Justicia?La razón por la que el exdirector del FBI James Comey se convirtió en uno de los protagonistas del Rusiagate es porque el 9 de mayo el presidente lo echó con la excusa de que había sido demasiado duro con Hillary Clinton durante las elecciones. Pocos se creyeron esa explicación y pronto tomó fuerza la versión de que este perdió su puesto por rehusarse a abandonar sus pesquisas sobre los vínculos entre el Kremlin y su exasesor de Seguridad, Michael Flynn. Un día después, el propio Trump les dio la razón a sus detractores al decir que había descabezado al FBI debido a “esa cosa rusa”. Y en plata blanca, eso significa que el presidente podría ser juzgado por haber impedido que Comey hiciera su trabajo. De hecho, con ese tipo de comentarios el presidente pudo contribuir a agravar sus problemas, pues, poco después de despedir a Comey, el Departamento de Estado nombró un fiscal especial para que investigue su caso. Se trata de Robert Mueller, otro exdirector del FBI que también tiene fama de plantarle cara al poder.También es de su interés: Qué tan grave fue lo que dijo el exdirector del FBI sobre Trump11¿Y qué dice Trump?El presidente ha dicho centenares de veces que el Rusiagate son noticias falsas inventadas por los demócratas y los medios de comunicación para impedirle desarrollar su programa de gobierno. También ha hablado de una “cacería de brujas” y ha declarado que es el mandatario que más injustamente ha sido tratado en toda la historia. Sin embargo, durante los cuatro meses que lleva en el poder también ha tenido un comportamiento sospechoso, como si tuviera algo que ocultar. De ahí sus presiones a las agencias de inteligencia para que dejen de investigar a sus subordinados y para que publiquen declaraciones afirmando que él no está bajo investigación. O su extraña decisión de enviar cartas certificadas desde la Casa Blanca a algunos senadores críticos, en las que afirma oficialmente que no tiene ningún contacto con Moscú. Sin embargo, en otras ocasiones ha sido más ambiguo, como en la rueda de prensa que compartió con el presidente Santos. En esta, dijo que no hubo ningún contacto con Rusia, pero luego agregó que solo podía hablar por él mismo.