La imagen de Sharbat Gula, una niña afgana de 10 años de edad que se encontraba refugiada en Pakistán, dio la vuelta al mundo en una icónica portada de la revista “National Geographic” de 1985.
La fotografía fue captada por el estadounidense Steve McCurry en un campo de refugiados un año antes. Gula se encontraba allí tras la ocupación soviética a su país.
Su retrato se convirtió en una de las portadas de revista más recordadas de la historia. En 2002, McCurry dio con ella tras una búsqueda de 17 años. En aquel entonces, la mujer vivía en una localidad remota de Pakistán con su marido, que se dedicaba a la panadería, y sus tres hijas. Gula relató que no sabía que su rostro se había hecho conocido en el mundo. Frente a unos periodistas que la entrevistaron finalmente pudo ver la portada.
Años más tarde, en 2016, se conoció que fue detenida por las autoridades de Pakistán por llevar documentos de identificación falsos.
El país lanzó en ese momento una ofensiva contra aquellos que falsificaran estos documentos. “Le dije a la Policía que había hecho esa tarjeta de identidad por dos razones: para educar a mis hijos y para vender mi casa, lo cual no era posible sin una tarjeta de identidad”, explicó la mujer en una entrevista posterior.
Tras pasar varios días en la cárcel, Gula contrajo hepatitis C y debió ser tratada en un hospital. “Ese ha sido el peor incidente de mi vida, el más duro”, afirmó a BBC. Posteriormente, tomó la decisión de regresar a su país.
“Estábamos bien allá, teníamos buenos vecinos, vivimos con nuestros hermanos pastunes. Pero no me imaginé que al final el Gobierno paquistaní me iba a tratar de esta manera”, sostuvo en la entrevista en la que señaló que solo regresaría para visitar las tumbas de su esposo y una de sus hijas, quienes fallecieron en la localidad de Peshawar. “Si quisiera regresar, sería solo para rezar en las tumbas de mi esposo y de mi hija, quienes están enterrados en frente de la casa donde vivíamos”, expresó.
Tras regresar a Afganistán, Gula fue recibida por el entonces presidente Ashraf Ghani en el palacio de gobierno. “Me mostraron respeto, me dieron una bienvenida cálida. Les agradecí. Dios los bendiga”, dijo entonces. El Gobierno le ha prometido apoyo financiero y comprarle una casa en Kabul. “Espero que el Gobierno cumpla sus promesas”, subrayó.
En ese momento, la mujer, aún frágil y enferma, señaló que había vendido su casa en Pakistán porque temía que la arrestaran por “no tener los documentos exigidos para quedarse”. Y aseguró que tenía planes en mente: “Quiero crear una organización de caridad o un hospital para ayudar a todos los pobres, huérfanos y viudas. Quisiera que hubiese paz en este país para que no hubiese gente sin hogar. Dios componga este país”.