A las 6 en punto de la mañana, ¿qué estará opinando María Isabel, hoy viernes 12 de abril, en SEMANA? Pues la opinión gira alrededor del llamado en su momento ‘juicio del siglo’, pues ayer falleció su protagonista, el ídolo del fútbol americano O.J. Simpson, quien fue el retrato de uno de los más grandes fracasos de la Justicia de los Estados Unidos.
Simpson, como muchos recordamos, fue llevado a juicio como principal sospechoso del brutal asesinato (decapitada) de su esposa y madre de sus hijos, Nicole Brown y de quien, equivocadamente, Simpson confundió con su amante, Ronald Goldman, que en aquella hora fatal se encontraba, de pura casualidad, en casa de Nicole, devolviéndole los anteojos que su madre había dejado olvidados esa tarde en la trattoria donde Goldman trabajaba como mesero.
Fue un juicio realmente cinematográfico. Las claves de que Simpson terminara libre, declarado penalmente inocente por un jurado popular fueron dos: un guante de golf y un policía racista que lo encontró en el lugar del crimen.
Defendido por una batería de poderosísimos abogados, que le costó 33 millones de dólares, entre los cuales se encontraba uno de los mejores amigos de Simpson, Robert Kardashian, padre de las famosas influencers conocidas como las Kardashian, las pruebas que lo culpaban terminaron convertidas habilísimamente en las que, precisamente, lo absorbieron.
Fue famosa, por ejemplo, la imagen en la que, frente a 150 millones de televidentes que seguían el juicio en vivo, Simpson se puso los guantes que lo implicaban y le quedaron aparentemente pequeños. Nunca se explicó que esos famosos guantes de golf, uno de ellos hallado ensangrentado en casa de Nicole y el otro en casa de Simpson habían sido sometidos a un proceso forense que incluyó ser congelados y descongelados, lo que pudo haberlos encogido.
Tampoco se hizo explícito que Simpson se los colocó encima de otros guantes de látex, que los hacían ver estrechos. Pues este show televisado fue definitivo para convencer al jurado, que deliberó escasas 3 horas, sobre su inocencia, aunado el caso de los guantes a las declaraciones racistas y al fanatismo nazi del policía sobre el que recayeron todas las sospechas de que había plantado la prueba en casa de Nicole.
Desde luego, el juicio tuvo un tinte racista, que Simpson manejó con gran habilidad para no echarse encima a los jurados blancos: “No soy ni negro ni blanco”, dijo en una oportunidad. “Soy simplemente O.J.”. Caramba, vanidoso sí era.
Años después, terminó preso por un delito mucho menor, un ataque a mano armada, para recuperar Memorabilia, de sus días de gloria como futbolista, que estaba en manos de unos coleccionistas. Ahora, a sus 75 años, Simpson descansa en paz, o quién sabe qué tanto, 30 años después del escándalo del asesinato de su señora, Nicole.