Elegante, como siempre, la primera dama más célebre de la historia acompañó a su esposo a una gira por Texas. En medio del desfile en Dallas, aquel fatídico 22 de noviembre de 1963, Jackie Kennedy iba sentada al lado del entonces presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en el asiento trasero de un Lincoln Continental convertible, ataviada con un vestido rosado que ya había usado en seis ocasiones anteriores.
Tras el ataque del francotirador que asesinó a JFK, (Lee Harvey Oswald, según la historia oficial) la prenda inevitablemente quedó marcada con huellas de sangre y aunque el mandatario falleció a las 12:30 del mediodía, ella lo llevó puesto hasta la mañana siguiente. “Dejen que vean lo que han hecho”, manifestó la viuda.
En 2003 Caroline Kennedy, última sobreviviente de la familia presidencial, donó la emblemática prenda a la Oficina de Archivos Nacionales y Administración de Documentos de Estados Unidos, una agencia adscrita al gobierno, y solicitó que se mantuviera guardada y sin exhibirse cien años para no deshonrar la memoria de sus padres ni causar dolor a sus familiares.
Sobre el traje inicialmente se dijo que era un Chanel, pero en realidad se trata de una copia de la tienda neoyorquina Chez Ninon, aprobado por la exclusiva marca parisina. El modelo fue lanzado originalmente como parte de la colección otoño-invierno de 1961.
Actualmente, el modelo se encuentra en un lugar desconocido del estado Maryland, en una caja a la medida, libre de ácido, y con control de humedad y temperatura. Dentro de 83 años, cuando se cumpla el plazo establecido por Caroline, la familia reconsiderará la decisión.