Durante mucho tiempo funcionó como un centro de cuidados para discapacitados, pero este se trasteó hace tres años. Desde entonces la casa está vacía y el ministerio del Interior la alquiló para impedir que se convirtiera en un sitio de peregrinación para los neonazis, pues muchos de ellos, provenientes de Francia o Italia, han llegado al lugar para adorar al Führer. El problema es que el contrato de arrendamiento en cualquier momento puede romperse, pues la dueña de la casa no quiere remodelarla ni facilitarla a ningún proyecto, como el de crear un museo de memoria histórica en homenaje a las víctimas del nazismo. Por lo visto, la cuna de Hitler terminó siendo un dolor de cabeza para sus coterráneos, quienes aún son sensibles al tema por ese sitio que transmite los peores recuerdos.