En la antigüedad, Siria era el centro del mundo islámico, pero con la occidentalización del planeta y el paso del tiempo fue perdiendo su posición global. Tras siglos de inestabilidad, Hafez al Asad llegó al poder con un golpe de Estado, estuvo gobernando con mano dura durante 29 años hasta su muerte, en el año 2000. En ese momento llegó por golpe de facto Bashar al Asad e inició la pesadilla para millones de personas.

Si bien por años la dictadura reprimió a minorías árabes y cristianas, todo estalló en 2011, cuando se desató la guerra civil en el país. Para ello, hay que entender que Al Asad viene de una familia chiita, mientras que el 74 por ciento de la población siria es sunita, por lo cual estos, al intentar una rebelión, comenzaron el conflicto a gran escala por todo el país y con subdivisiones y apoyos extranjeros que hicieron más difuso todo el panorama.

De un lado estaba el régimen de Al Asad, apoyado por Rusia, Irán y Hezbolá. Mientras que del otro lado había muchos grupos. Estaban los rebeldes democráticos, apoyados por Estados Unidos y el pueblo kurdo; también estaba el llamado Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía, el Estado Islámico y otro grupo de rebeldes yihadistas con orígenes en Al Qaeda, Hayat Tahrir al Sham o simplemente HTS.

Pero es este último grupo el que tomó relevancia, porque tras más de una década de combates, fue el que logró derrocar al dictador Bashar al Asad. Por años se armaron y entrenaron esperando la ocasión perfecta para lanzar su ataque. Y este momento en el que Rusia está debilitada por la guerra con Ucrania, Irán está demasiado ocupado preparándose para un posible conflicto con Israel, y Hezbolá fue reducido en gran parte por las fuerzas israelíes, fue el indicado.

Con la peor cara de la represión, Bashar al Asad asesinó a miles de opositores políticos de su régimen durante más de 20 años. | Foto: ATPImages

“Es una organización insurgente menos radical que sus antiguas patrocinadoras como, por ejemplo, Al Qaeda y el Estado Islámico, aunque comparten con los wahabitas de Arabia Saudita la aplicación de la ley coránica. ¿Cuál es el asunto? Al Golani, el líder de HTS, ciertamente se está mostrando mucho más moderado que sus antiguos jefes y camaradas de lucha, en términos de ser más abierto y de respetar obviamente otras confesiones religiosas”, le cuenta a esta revista Manuel Camilo González, profesor de la Universidad Javeriana.

En cuestión de días y con poca oposición, las fuerzas rebeldes se tomaron el país, obligaron a Al Asad a huir a Rusia, quemaron estatuas y retratos de la familia, liberaron presos políticos y establecieron un nuevo Gobierno provisional. Entre las cosas que se han encontrado en el camino, muestran los horrores a los que los opositores fueron sometidos por décadas en la prisión de Sednaya, que es calificada como un “matadero humano”. Asesinatos con ácido, ahorcamientos masivos, encierros prolongados y privación de cualquier derecho humano fueron algunos de los hechos que se han registrado.

“La caída de Bashar al Asad significa una gran sorpresa por dos razones. Primero, porque aun teniendo respaldo de los rusos y los iraníes, cayó en 12 días. Fue una caída militar muy rápida. Pero lo segundo, es que no se esperaba que hubiese un golpe nuevamente interno, aun cuando este había logrado algunas relaciones diplomáticas para la reconstrucción de Siria. Entonces, claramente, eso sorprende”, dice a SEMANA Manuel Rayran, profesor de la Universidad Externado de Colombia.

Ahora, surge la pregunta de qué pasará con el país, teniendo en cuenta su privilegiada localización geográfica al ser un vínculo entre Asia, Europa y África. A pesar de tener sus orígenes ligados a Al Qaeda, HTS asegura que desde hace años rompió lazos con el grupo criminal y que piensa imponer en Siria un Gobierno civil y democrático en el cual se respetarán todas las religiones. Si bien aún hay que esperar acciones, se han dado varias señales positivas.

Tropas rebeldes en Damasco celebran tras la caída de Al Asad. | Foto: 2024 Getty Images

“La realidad hasta ahora es que HTS y los otros grupos armados han enviado señales positivas al pueblo sirio. Han estado enviando mensajes de unidad, de inclusión. Tenemos que ver que lo que dicen sea puesto en marcha en el terreno”, dijo en una declaración a la prensa Geir Pedersen, enviado de las Naciones Unidas a Siria. Aun así, la ONU mantiene al grupo en la lista de organizaciones terroristas, algo que se ha pedido que se levante, pero que parece que se tomará con cautela.

No obstante, surgen dudas de qué pueda pasar en el futuro, ya que hay grandes temores de que puedan repetirse escenarios como los ocurridos en Libia tras la caída de Muamar el Gadafi o en Irán con el derrocamiento de Sadam Huseín, donde, a pesar de la salida de los dictadores, ambos países no lograron la estabilidad por décadas y el conflicto se hizo permanente.

“Seguramente se realizarán menos detenciones arbitrarias y habrá menos torturas y otras violaciones de derechos humanos. Sin embargo, será un régimen fundamentalista en el que los derechos de las mujeres seguirán limitados. Además, teniendo en cuenta que hay otros grupos que también luchaban contra el régimen de Al Asad, muy probablemente vendrán luchas por el poder entre los diferentes grupos”, asegura Ricardo Abello, profesor de Derecho Internacional de la Universidad del Rosario.

Según los analistas consultados, el escenario ideal es que se logre un acuerdo nacional en el cual se respeten todas las agrupaciones religiosas y étnicas que existen en Siria. Que podría ser por cuenta de un modelo federal para que exista la autonomía de ciertos territorios, esto con la idea de respetar la independencia que tienen los grupos étnicos religiosos que componen el país tras décadas de dictadura.

La ciudadanía y las fuerzas rebeldes celebraron el fin de la dictadura de la familia Al Asad en Siria, aunque el futuro es incierto. | Foto: 2024 Getty Images

Por el lado internacional, la caída de Bashar al Asad es una gran derrota para Rusia e Irán, quienes perdieron a uno de sus grandes aliados en Oriente Medio, y lo cual también es una victoria para Occidente, que ve a un tirano más caer en la región, como pasó en su momento con Gadafi o Sadam Huseín. Es tal la derrota para el Kremlin, que no se sabe a ciencia cierta qué pasará con las dos bases militares que tiene en territorio sirio y las únicas que le quedan en la región.

“El gran perdedor es Irán, no solamente porque pierde recursos estratégicos para mantener su ofensiva sobre Israel, sino porque en términos simbólicos su influencia en la región se va debilitando. Mientras que Rusia, y esto habrá que verlo, hasta qué punto geoestratégicamente puede conservar o puede perder este punto importante de influencia sobre el Mediterráneo”, asegura el profesor González.

Mientras tanto, el mundo sigue atento a qué terminará pasando en Siria tras más de diez años de guerra civil y 53 años de dictadura que se cortan abruptamente. Con los ojos del mundo encima, el nuevo Gobierno deberá cumplir sus promesas.