Tras las primarias de Iowa en febrero, todos, incluido el presidente Donald Trump, daban por muerta la candidatura de Joe Biden, muy rezagada frente al puntero Bernie Sanders, quien seguiría arrasando en Nueva Hampshire y Nevada. Pocos imaginaban que, solo unas semanas después, tras resucitar en Carolina del Sur y ganar el supermartes, Biden estaría en la delantera de las primarias demócratas, con casi la mitad de los votos repartidos y con una ventaja considerable sobre Sanders, el único rival que le queda. El martes pasado, ya como únicos candidatos en la pelea, Biden y Sanders libraron una nueva pulseada. El 10 de marzo votaron seis estados (Idaho, Missouri, Mississippi, Washington, Dakota del Norte y Michigan). Pero en solo una semana el clima electoral había cambiado por completo, y ahora los pronósticos daban al exvicepresidente como favorito.

Y no se equivocaron. Biden ganó en cinco de los seis estados, y ahora, con 864 delegados, le sacó 154 de ventaja a Sanders, y la distancia puede ampliarse aún más. La candidatura de Biden, una auténtica montaña rusa, lo tiene ahora en lo más alto. Todo apunta a que enfrentará a Trump en noviembre, y muchos creen que tiene serias posibilidades de derrotarlo. Las razones Su remontada se debe a varios factores. El principal, su guerra declarada contra Donald Trump. Los demócratas, que antes parecían atraídos por la revolución social que abandera Sanders, ahora solo piensan en escoger al candidato que les asegure que el partido del burrito volverá a la Casa Blanca. En efecto, cuando Sanders empezó a figurar como el favorito de la contienda, los demócratas se preocuparon, porque ven que sus propuestas podrían alejar a muchos de las urnas y asegurar la reelección de Trump. La agenda del candidato progresista se enfoca en enfrentar la desigualdad social, por lo que propone subir los impuestos a las empresas y a los ricos para financiar su ambicioso plan de educación y salud. Pero muchos copartidarios de Sanders, incluido el propio Biden, piensan que Estados Unidos no necesita una revolución. Además, que se autodenomine socialista y que haya elogiado a Fidel Castro en los últimos días no han hecho más que perjudicar su campaña.

Trump podría perder otra de sus fortalezas, porque la crisis afectará la economía. Los demás candidatos vieron en el repunte de Sanders una amenaza, y decidieron irse por la opción más fácil. Amy Klobuchar, Pete Buttigieg y Michael Bloomberg, contendientes más moderados y afines a Biden, se hicieron a un lado y endosaron la campaña del exvicepresidente. La alianza con sus contendientes generó una oleada de apoyo, y más de 100 gobernadores y congresistas han respaldado al candidato desde las primarias de Carolina del Sur. Gracias a esta coalición, conquistó estados que Sanders había ganado en 2016. En Michigan, por ejemplo, Biden ganó con los votos de sectores rurales y de pequeños condados, en los que Hillary Clinton perdió contra Sanders en las primarias demócratas de 2016. Además, Biden logró llevarse los votos de universitarios blancos, claves para las aspiraciones de su contendor, y de los no estudiados, quienes lo ven como uno de ellos. "La lenta reacción de Trump frente al coronavirus ha indignado a muchos y podría restarle votos". También tiene asegurado el voto afroamericano. Lo demostró en Carolina del Sur y en Michigan, donde logró conseguir 125 delegados. Sin lugar a dudas, haber sido vicepresidente de Obama, quien terminó su mandato con un 60 por ciento de aprobación, ha sido un espaldarazo para Biden, y una pieza clave en una hipotética elección contra Trump. En efecto, los oídos sordos del magnate ante los reclamos del sector afroamericano podrían condenar sus deseos de reelegirse. Como le explicó a SEMANA John Austin, director del Centro Económico de Michigan, “los afroamericanos están siendo destruidos por la administración de Trump. Atemorizados y amenazados por los nacionalistas blancos, están decididos a enviar un mensaje a favor de Joe Biden, a quien aman porque respetaba a Obama”. Agrega que las bases del partido demócrata “ahora están decididas a evitar que Sanders obtenga la nominación, ya que podría perder ante Trump en tres o cuatro estados cruciales. Una vez Biden demostró que podía ser el candidato moderado con más oportunidades de ganarle a Trump, todos decidieron apoyarlo”.

El carisma del exvicepresidente también lo ha favorecido. Tanto simpatizantes como detractores coinciden en que es una persona decente. De hecho, en 2019 su figura fue perjudicada cuando cuatro mujeres lo denunciaron por haberlas tocado sin su consentimiento. Pero su prestigio prevaleció y Biden salió bien del asunto sin perder el respaldo femenino. “El exvicepresidente ha ganado mucha fuerza en las minorías y en las mujeres votantes, quienes representan una parte cada vez mayor del electorado”, le dijo a este medio Ryan Williamson, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Auburn, en Alabama. Trump no ayuda Hoy día es un hecho que gran parte de los estadounidenses quieren ver salir a Donald Trump de la Casa Blanca. Su actitud irreverente frente a problemáticas mundiales como el coronavirus, el cambio climático, el conflicto en Oriente Medio y la guerra comercial con China, así como el desprecio que demuestra frente a sus aliados europeos, tiene hastiado a más de uno. Biden, moderado, menos impulsivo y con un respetado historial político, tiene más posibilidades de inclinar la balanza hacia el lado demócrata en noviembre. Así lo piensa Jonathan Rauch, miembro sénior del Instituto Brookings en Washington y escritor colaborador del diario The Atlantic, quien le explicó a SEMANA que “muchos votantes están cansados del caos, la confrontación y el partidismo extremo de Trump. Biden ofrece la posibilidad de una presidencia ‘normal’, probablemente de un solo mandato. Eso le daría al país la oportunidad de sanar antes de tomar grandes decisiones ideológicas y generacionales en 2024. Además, mientras Trump más ataque a Biden, más moderado y normal se verá este último”. En los últimos días, la lenta reacción de Trump ante la crisis sanitaria por cuenta del coronavirus ha indignado a muchos. Los blancos de zonas rurales, tradicionalmente republicanos, podrían ver con malos ojos que el presidente no se preocupe por su salud, y Biden, impulsado por el éxito del Obamacare, tendría un argumento serio para intentar restarle votos al magnate en Estados Unidos. Y la otra fortaleza de este, la economía, podría salir muy dañada por la crisis.

Joe Biden tiene asegurado el voto de los afroamericanos. Su gestión como vicepresidente de Obama le valió el apoyo de esta comunidad, clave para inclinar la balanza presidencial. Además, ven a Trump como un peligro para hacer valer sus derechos. Algunos expertos, como David Castrillón, internacionalista de la Universidad Externado, ya dan como favorito a Biden en las presidenciales de noviembre. Castrillón asegura que “Biden derrotará a Trump en noviembre no por su hoja de vida, sino por los muchos tropiezos del presidente respondiendo a la crisis de coronavirus. Como en carreras pasadas contra un presidente en ejercicio, el resultado depende menos de las cualidades de los candidatos y más del entorno electoral. El entorno actual juega seriamente en contra de Trump. El mal manejo de la crisis sanitaria también está poniendo presión sobre los mercados y la confianza de los consumidores”. "El sorpresivo repunte de Biden preocupa a Trump, quien veía a Sanders como el rival que aseguraría su reelección". Con el 46 por ciento de los delegados asignados, solo una catástrofe, tan improbable como un repunte de Sanders, le negaría la candidatura a Biden. En el calendario se acercan tres fechas decisivas: el debate de Arizona y las primarias de Florida y Nueva York, en las que estarán en juego 219 y 274 delegados, respectivamente. Pero más allá de los atributos del expresidente, la incertidumbre que genera Sanders dentro del partido y las decisiones erráticas de Trump invitan a Biden a ser más optimista que nunca. ¿Por qué sigue Sanders? A estas alturas, cualquier otro se habría retirado. Pero el izquierdista quiere aprovechar hasta el último minuto para dejar su mensaje. En 2016, Bernie Sanders luchó en la carrera demócrata contra Hillary Clinton, quien le ganó el pulso con relativa facilidad. Todo apunta a que el senador por Vermont se quedará de nuevo a las puertas de competir por la presidencia. En su campaña contra Clinton, movilizó a los jóvenes blancos de los suburbios. Ahora quiso cautivar a las minorías, a los latinos e incluso a las personas mayores. Lo había logrado. Sus planes de salud y educación universal le valieron muchos adeptos. Pero la remontada de Biden, explicada en gran medida por el temor a las propuestas de Sanders, lo sentenció en las primarias de esta semana. Algunos especularon que abandonaría la carrera. Pero Sanders salió pronto a negar esta posibilidad, y anunció que esperaba con ansia el debate del domingo, en Arizona, con su “amigo Biden”.

Si bien tiene la carrera prácticamente perdida, los observadores coinciden en que Sanders quiere dejar su testamento político. El senador creó un núcleo demócrata convencido de que la nación debe ir hacia donde él indica. Como señaló Lisa Lerer en The New York Times, “Sanders se ve a sí mismo como el líder de una revolución, no solo de una campaña. Sus propuestas de educación y salud gratuita son ampliamente populares, y esta apuesta cambió el centro de gravedad de su partido hacia la izquierda”. Por eso, el martes, al aceptar su derrota, pronunció un discurso que más parecía un manifiesto. En él, presionó a Biden al preguntarle qué haría con “las 500.000 personas en bancarrota por sus cuentas médicas”. O al cuestionarle por qué “Estados Unidos es el único gran país en el que la salud no es un derecho humano”. Algo que resonó con fuerza ante el coronavirus.

De ese modo, parecía entregarle sus banderas. Tal vez sabe que Biden, con su imagen moderada, podría derrotar a Trump y al mismo tiempo recoger sus ideas. Pero una retirada prematura podría dispersar a sus seguidores, por lo que el senador querría mantenerlos enfocados para que, al final, sigan al expresidente y aseguren la derrota de Trump.