El 24 de febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania y el sistema internacional que había caracterizado el orden mundial de los últimos 20 años entró en crisis. Súbitamente, el proceso globalizador había retrocedido frente al regionalismo.
La Otan acaba de renacer de sus propias cenizas y la conformación de nuevos bloques geopolíticos parece devolvernos a una especie de versión 2.0 de la Guerra Fría revitalizada, con nuevos actores como China y con el componente tecnológico de por medio. Son innumerables las aristas que concurren en este conflicto y que, por tanto, lo hacen susceptible de ser analizado desde multitud de derivadas. Solo en el aspecto económico, y más allá de las consecuencias de origen sistémico que la invasión nos descubre, los efectos coyunturales sobre las, todavía, renqueantes economías europeas es más que notorio.
Sin duda, la evolución de las hostilidades resultará decisiva a la hora de determinar las tendencias de las variables económicas más relevantes. De hecho, los efectos, tanto de primera como de segunda ronda, se advierten ya muy sensiblemente en el día a día de los europeos.
La energía
La guerra en Ucrania ha exacerbado los problemas que el mercado del gas venía experimentando desde el verano del 2021, contribuyendo a unos altos índices de inflación, desconocidos en toda la historia de la eurozona. Rusia es el segundo productor de gas del mundo, así como el país con más reservas estratégicas. Si bien la suspensión temporal por cuestiones de mantenimiento del gasoducto NordStream 1 (que transporta gas ruso hacia Europa) encendió las alarmas sobre la posibilidad real de corte en el suministro, su operatividad ya ha sido reanudada.
En cualquier caso, el encarecimiento de los costes energéticos a consecuencia de las sanciones ha servido de catalizador de una inflación de costos que aumenta el riesgo de estanflación. Esto es que, además de aumentar los precios, disminuyan el crecimiento económico y el empleo.
Los tipos
En aras de combatir la inflación, el BCE acaba de aumentar los tipos de interés por encima de las expectativas, hasta alcanzar los 0,5 puntos. Se trata de la mayor subida en 22 años y un claro mensaje a los mercados de que el BCE hará lo necesario para atajar una espiral inflacionista que debe ser atacada desde diferentes flancos (pacto de rentas incluido). Sin embargo, la capacidad de la política monetaria para alterar el curso de una inflación de costes es limitada, ya que la causa del alza de precios (la subida de la energía en el mercado internacional) permanece.
Va a resultar complejo encontrar el equilibrio porque una política restrictiva de estas características (que intenta recoger el dinero que está circulando en el mercado) puede empeorar las perspectivas de empleo y crecimiento económico. Aun así, cabe esperar que la aplicación de los fondos Next Generation UE pueda compensar el deterioro de estas variables, aunque también quepa la posibilidad de que dichos fondos esterilicen el efecto de la propia política del BCE al aumentar la demanda agregada.
Las divisas
También el sistema financiero global ha sufrido el impacto de la guerra. La apreciación del dólar, provocada por el aumento de su demanda como activo refugio, y como consecuencia de la subida de tipos de interés de la Reserva Federal, ha propiciado la paridad euro-dólar por primera vez en 20 años. Esto empeora las perspectivas de inflación en la eurozona. No obstante, esto podría quedar compensado por la recién inaugurada política de tipos del BCE, si bien experimentará efectos secundarios como el debilitamiento de la competitividad exportadora de las empresas europeas.
Por otra parte, se ha laminado la confianza en los mercados, con aumento en las primas de riesgo de los activos y de la exposición de empresas europeas a los efectos derivados de las sanciones que la UE ha impuesto a determinadas empresas rusas.
Los suministros
Además, la guerra en Ucrania ha empeorado las restricciones de suministro que ya se habían generado en las cadenas de logística globales a causa de la política china de covid cero, y los cambios en el consumo y el aumento de la demanda de bienes tras la pandemia.
Sectores como el automovilístico o el agroalimentario han sido afectados especialmente por esta circunstancia. De hecho, Ucrania es considerada como el granero de Europa y la previsión de escasez para la próxima temporada de cosechas ha ocasionado un aumento en el precio de los alimentos en Europa y la amenaza, muy real, de desencadenar serias hambrunas en África.
La geopolítica
Así las cosas, el shock de oferta suscitado por esta turbulencia geopolítica ha sacudido a las economías de todo el mundo pero especialmente a las europeas pues, por cercanía y dependencia energética, son las que más están padeciendo las consecuencias. Sin embargo, toda crisis supone también una posibilidad de cambio: el nacimiento de la llamada Unión Europea geopolítica, así como un impulso renovado del Pacto Verde Europeo son las bases en las que asentar la UE del futuro.
No cabe duda de que la invasión a Ucrania no ha resultado como Putin esperaba. Si Europa juega bien sus cartas, quizás su fortalecimiento a largo plazo como bloque geopolítico se revele como otro error de cálculo más de quien pergeñó esta guerra.
Por:
José Manuel Muñoz Puigcerver
Profesor de Economía Internacional, Universidad Nebrija
Artículo publicado originalmente en The Conversation
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