Los socialistas franceses, a pesar de las encuestas que los muestran perdiendo terreno político, están en estos días dichosos, no sólo les ha caído de perlas el triunfo de Papandreu en Grecia -lo que demuestra para ellos que un gobierno socialista puede sobrevivir a la más dura prueba electoral- sino que el fantasma de la división y el caos ha comenzado a rondar el campo de sus adversarios conservadores. Tal euforia se reflejaba en una nota del matutino Liberation del miercoles pasado que en una línea resumía así estos dos hechos: "Vivan los griegos y gracias Raymond". La nota aludía a Raymond Barre antiguo Primer Ministro catedrático de ciencias económicas y una de las notabilidades de la política francesa .Barre acababa de criticar con acidez el manifiesto electoral de la Unión por la Republica (RPR), el principal partido de la oposición. Dirigido por el alcalde de París, Jacques Chirac, el postgaullista RPR el fin de semana había tenido un congreso extraordinario ante 4 mil delegados quienes aprobaron un programa electoral para los comicios parlamentarios de marzo de 1986. El ex Primer Ministro, quien a finales de mayo había anunciado su candidatura presidencial creando notable revuelo en las filas de Chirac, esta vez ametralló dicho texto diciendo que es un "programa imbécil económicamente" que constituye una serie de propuestas "demagógicas e irrealistas para ganar las elecciones".Los socialistas no se demoraron en saludar esas declaraciones. "Las criticas que él ha hecho al programa del RPR me parecen totalmente justificadas", señaló Bertrand Delanoe, secretario nacional del PS. De hecho el partido de gobierno por intermedio del Lion Jospin había dicho que el programa del RPR "confirma el oportunismo, el anclaje hacia la derecha y la irresponsabilidad económica" de los conservadores y que no era más que un decálogo de medidas reaganistas "plenas de demagogia y de represión social".No es que el gobierno de Mitterrand sea santo de la devoción de Barre. En absoluto. Si se quiere, Barre es de los más duros adversarios del gobierno socialista. A diferencia de las otras dos figuras grandes de la oposición, Jacques Chirac y el ex presidente Valery Giscard D'Estaing, Barre propone que la campaña para 1986 de la oposición culmine en la proposición de que Mitterrand dimita si pierden los socialistas las elecciones, a pesar de que la Constitución de la República no exige esa renuncia. El sistema francés prevé que el Presidente de la República ha de durar 7 años en su cargo, mientras que el Parlamento (de quien depende el gobierno) tiene un mandato de cinco años. Estas son las elecciones que tendrán lugar dentro de 10 meses. Si éstas las pierden los socialistas se instaurará un gobierno de derecha (con gabinete de los partidos triunfadores) pero con Mitterrand en el Elíseo. Esta posibilidad es lo que llaman en París la "cohabitación". Y es a lo que se opone Barre.Claro está que ésta no es la única diferencia que separa a Chirac de Barre. En el fondo lo que prima es la lucha por el poder. Chirac no está dispuesto a llevar al catedrático a la Presidencia de la República, aunque es Barre quien lleva la delantera en los sondeos sobre las preferencias electorales de los franceses. Chirac de todas formas se empeña en ser el sucesor de Mitterrand y para ello cuenta con el apoyo del aparato del RPR y con ello pone en desventaja al ex Primer Ministro. Sin embargo este último sabe que él mismo es una fuerza política suficiente como para poner a la defensiva a sus rivales en el campo conservador. Ello es así hasta el punto de que ha llegado a exigir a los dos partidos, el RPR y el UDF, que no se atrevan a excluir de sus listas electorales a sus partidarios.Y mientras así se va madurando la pelea en el bando de la derecha, los socialistas comienzan a tomar en cuenta este fenomeno en el trazado de sus próximas movidas políticas."Las probabilidades de un gobierno en torno al PS después de 1986 es actualmente la hipótesis más creíble", decía a mediados de la semana pasada Bertrand Delanoe reflejando este nuevo espíritu. Al fin de cuentas ese fenómeno de las querellas intestinas de la derecha, es lo que ha permitido a los socialistas españoles y portugueses mantenerse en el poder.