Cuando Elene y Anna cumplieron 18 años se enteraron, cada una por su lado, de que eran adoptadas. Ante tanta coincidencia decidieron hacerse un test ADN cuyo resultado les cambió la vida: eran de la misma familia y además hermanas gemelas. “Tuve una infancia feliz, pero ahora todo mi pasado me parece una ilusión”, explica Anna, estudiante de Inglés, a AFP.
Elene y Anna no son casos aislados en el país caucásico, donde el tráfico de bebés prosperó durante más de medio siglo. Los bebés solían ser separados de sus madres al nacer, con falsas actas de deceso, y se les entregaba para adopción en Georgia o en el extranjero con falsas actas de nacimiento. Una red, que se sospecha implicaba hospitales de maternidad, guarderías y agencias de adopción, organizaba estos secuestros. Al menos 120.000 bebés fueron “robados a sus padres y vendidos” entre 1950 y 2006, según la estimación de la periodista georgiana Tamuna Museridze, que investiga el tema.
Elene, estudiante de psicología, y Anna comenzaron a revelar su pasado robado hace dos años. Sus respectivos padres llevaban tiempo planeando revelar que habían sido adoptados y finalmente lo hicieron el año pasado. Anna admite que le costó “aceptar esta nueva realidad”, aunque asegura que se siente “inmensamente agradecida” a sus padres adoptivos y feliz de haber encontrado a su hermana.
Fue Tamuna Museridze, que dirige un grupo de Facebook dedicado a reunir a bebés robados con sus padres biológicos, quien ayudó a organizar el test de ADN de Elene y Anna. La periodista fundó en 2021 el grupo, que ahora cuenta con unos 200.000 miembros, tras descubrir que había sido adoptada, con la esperanza de encontrar a su familia. “Le decían a las madres que sus bebés habían muerto tras nacer y que estaban enterrados en el cementerio del hospital”, explica Museridze.
En cuanto a los padres adoptivos, a menudo se les contaba una historia inventada sobre el pasado del bebé e ignoraban que la operación fuera ilegal. Otros “optaron conscientemente por burlar la ley y comprar un bebé” para evitar las largas esperas para adoptar, afirma Museridze. La periodista afirma que en Georgia los padres adoptivos pagaban el equivalente de varios meses de salario y en el extranjero hasta 30.000 dólares. En la década de los 2000, las medidas contra la trata introducidas por el entonces presidente Mijeil Saakashvili acabaron finalmente con este sistema.
La madre adoptiva de Elene, Lia Korkotadze, explica que su esposo y ella decidieron adoptar tras descubrir que no podían tener hijos. Pero acudir a un orfanato “parecía por así decirlo imposible debido a las larguísimas listas de espera”, explica la economista de 61 años. En 2005, una conocida le habla de un bebé de seis meses que se encontraba en un hospital local y podía ser adoptado, bajo pago. Poco después, Elene llega a su hogar, sin que Korkotadze sospechase que había algo ilegal.
El trabajo de Tamuna Museridze fue esencial para despertar la opinión pública. Más de 800 familias se reunieron gracias a su grupo de Facebook. A pesar de las investigaciones lanzadas por los distintos gobiernos georgianos, se filtró gran cantidad de información y las incógnitas siguen siendo mayores que las respuestas.
El portavoz del ministerio del Interior, Tato Kuchava, aseguró a AFP que la investigación estaba “en curso”, sin dar más detalles. Museridze considera que no es suficiente. “El gobierno no ha hecho nada concreto por ayudarnos”.