La tendencia es clara. Los votantes ecuatorianos, en medio de una economía golpeada por la pandemia, se inclinan hacia un regreso al socialismo en las elecciones presidenciales de febrero. Finalmente se siente la nostalgia por tiempos mejores bajo el mandato de Rafael Correa, cuya imagen ha pesado para que su protegido vaya a la cabeza en las encuestas.
El economista Andrés Arauz, delfín de Correa y de 35 años, promete reactivar el fuerte gasto social de la década de Correa en el poder y acabar con un plan de austeridad respaldado por el Fondo Monetario Internacional, una situación que se ha vuelto más dolorosa por la pandemia del coronavirus.
Los bonos ecuatorianos se desplomaron este mes debido a los ataques de Arauz, quien propuso dar US$1.000 a un millón de familias en su primera semana de asumir el cargo. Su promesa es un marcado contraste con el curso trazado por el presidente Lenín Moreno, exaliado de Correa y cuyas reformas orientadas al mercado no pudieron impulsar la economía dependiente del petróleo.
La voz popular se inclina por Arauz. Vinicio Naranjo, que hace parte de un barrio obrero de Quito, aseguró que “con mi familia vamos a votar por Arauz, con la esperanza de que se repitan todas las cosas buenas que pasaron con Correa”, y agrega: “Esperamos que Correa vuelva, o al menos el sistema que benefició a los pobres”.
La mayoría de las encuestas de opinión muestran a Arauz a la cabeza para los comicios del 7 de febrero, aunque los analistas creen que no obtendrá suficientes votos para evitar una segunda vuelta, que tendría lugar el 11 de abril.
Su principal rival es el banquero conservador Guillermo Lasso, quien está en su tercera candidatura presidencial, y ha construido una plataforma para impulsar la inversión extranjera y aumentar la producción de petróleo. El activista indígena Yaku Pérez ocupa el tercer lugar en las encuestas, pero es poco probable que gane. Pérez propone prohibir toda actividad minera y limitar las nuevas concesiones para la producción de petróleo.
No está claro quién triunfaría en una segunda vuelta, pero la redistribución de los votos del líder indígena Pérez será clave. “Lo que está haciendo esta elección es recrear el escenario del gobierno de Correa”, asegura Blasco Peñaherrera, de la encuestadora Market. Para él, en la campaña “se venden ilusiones y miedos”.
Lenín Moreno, que no busca otro mandato, fue elegido en 2017 con la expectativa de que continuaría con las políticas de Correa. Pero los dos rápidamente se pelearon cuando Moreno acusó a su predecesor de corrupción y de endeudarse irresponsablemente. Moreno buscó nuevos acuerdos comerciales y alianzas con el sector privado, e inició un amplio impulso para desarrollar la industria minera, pero la economía nunca despegó.
Sus esfuerzos por equilibrar el presupuesto en 2019 a través de un aumento del precio del combustible llevaron a casi dos semanas de protestas violentas que lo obligaron a dar marcha atrás a la medida, y luego buscar 6.5 mil millones de dólares en financiamiento del Fondo Monetario Internacional que requirió dolorosas medidas para apretarse el cinturón.
En 2020, el brote de coronavirus dejó las morgues desbordadas y los negocios cerrados durante meses. Ecuador ahora estima que más de 2 millones de personas cayeron en la pobreza en los primeros tres meses de la pandemia y alrededor de 523.000 estaban desempleadas en septiembre.
Es precisamente el escenario que favorece la retórica de Correa, quien pasó años arremetiendo contra el FMI y cuya tesis doctoral en economía en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign se centró en el daño causado por el tipo de reformas impulsadas por el FMI e instituciones similares.
Arauz promete que Correa, que vive en Bélgica, será uno de sus principales asesores si gana las elecciones. Correa tiene prohibido estar en el tarjetón porque fue declarado culpable en 2020 de violar las leyes de financiamiento de campañas.
Incluso Lasso, que según los encuestadores se ve obstaculizado por su imagen de empresario conservador, ha cuestionado partes del plan de austeridad, insistiendo en que no aumentaría los impuestos al valor agregado como recomendó el FMI.
“Quiero que gane Arauz para que vuelva Correa”, dijo María Acosta, de 67 años, una retraída que se queja de las dificultades para acceder a la atención médica y las demoras en recibir su pensión. “Con él todo irá mejor”.