Gyles Brandreth conoce las intimidades de la familia real como casi ningún otro en el Reino Unido. Al reconocido autor y biógrafo oficial de la realeza lo conocen desde hace 50 años por ser el confidente del duque Felipe de Edimburgo, el gran amor de la reina Isabel II. Esta semana se volvió noticia mundial su libro Elizabeth: An Intimate Portrait, uno de los más completos homenajes a la monarca británica tras su fallecimiento.
El extenso documento cuenta la vida y obra de Isabel II, pero revela datos desconocidos hasta ahora, en especial de sus últimos años. Los diarios británicos han descrito el libro como “fascinante”. Camilla Parker, la reina consorte, es una de las entrevistadas para esa biografía y describe a su suegra como “imparable”. Este estoicismo de la reina se mantuvo hasta el final de sus días.
Brandreth revela que su fallecimiento no habría sido solamente por su “avanzada edad”, como quedó consignado en el certificado de defunción de los archivos oficiales. Unos días antes de que la reina muriera, el reverendo Iain Greenshields la había visitado y había dicho que estaba en “perfecta forma”. Contó que habían durado horas hablando de Balmoral y de sus caballos. “Su fe lo era todo para ella. Ella me dijo que no tenía arrepentimientos en la vida”, agregó.
“La verdad es que su majestad siempre supo que el tiempo que le quedaba era limitado. Ella aceptó esto con toda la gracia que se podría esperar”, dice el autor en el libro. Este reloj corriéndole en contra tendría, según Brandreth, una razón que podría haber sido por años el secreto mejor guardado del Reino Unido.
“Escuché que la reina tenía una forma de mieloma (cáncer de médula ósea) que explicaría su cansancio y pérdida de peso, y esos ‘problemas de movilidad’ de los que a menudo nos hablaron durante el último año de su vida. El síntoma más común del mieloma es el dolor óseo, especialmente en la pelvis y la zona lumbar, y el mieloma múltiple es una enfermedad que suele afectar a los ancianos”, dice en su libro.
Asegura que como no existe una cura conocida, la reina seguramente seguía un tratamiento para regular el sistema inmunitario, que incluía medicamentos que ayudan a prevenir el debilitamiento de los huesos, reducir la gravedad de sus síntomas y prolongar la supervivencia del paciente en meses o por dos o tres años.
Sin embargo, aclara que el certificado de muerte por “avanzada edad” no se aleja de la verdad, pues este es el dictamen de casi la totalidad de muertes de personas mayores de 75 años. Diarios como el Daily Mail han revelado capítulos completos del libro para tratar de dilucidar cómo fueron esos últimos días de la reina. La muerte fue certificada por el doctor Douglas James Allan Glass, quien en la biografía confirma que la salud de la monarca era una preocupación hace meses. Para el médico, su fallecimiento “era esperado y éramos bastante conscientes de lo que iba a ocurrir”.
El libro también relata los meses de duelo y tristeza que siguieron a la muerte de Felipe, el esposo de la reina por 76 años. La monarca habría vivido esos meses soportando ambos dolores, el supuesto cáncer y la pérdida de su compañero de vida. Isabel habría quedado con una gran pena por no haber podido estar con él en los minutos de su último aliento.
Ella siempre habría dicho que era su deseo acompañar hasta el final a Felipe cuando muriera, pero él falleció en la madrugada y no alcanzó a estar despierta para verlo partir.“La vida tiene que seguir”, dijo la reina a propósito de esa muerte. Y aseguró que ella no podía parar sus deberes porque él no habría querido que fuera así. La monarca decidió entonces no apostarle a tenerse lástima, sino continuar como siempre hasta el último de sus días.
Y así fue. Finalmente, falleció en Balmoral, el lugar donde ella solía decir que era más feliz, el 8 de septiembre a las 3:10 p. m. Solo alcanzaron a estar con ella en esa despedida sus hijos mayores, el ahora rey Carlos y la princesa Ana, que ya estaban en Escocia. Todo lo que vino después fue ejecutado tal como ella había deseado fuera su despedida.