Donald Trump volvió esta semana a las andadas, cuando anunció en un trino que había ordenado el retiro de las tropas norteamericanas de Siria. “Ya es hora de salir de esa guerra sin fin, ridícula, tribal e innecesaria”, escribió. Con ello provocó un caos humanitario pues le dejó el camino libre al Gobierno turco de Recep Tayyip Erdogan para masacrar a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una milicia kurda que era una aliada estratégica de Estados Unidos en la lucha contra Isis. Turquía la considera un grupo terrorista, pues los kurdos han luchado por años por tener su propio territorio, lo que afectaría la integridad de Turquía. A corto plazo, su intención es apropiarse de la parte norte de la frontera, controlada por los kurdos. Pero a la larga, solo quiere aplastar cualquier posibilidad de triunfo del nacionalismo kurdo. Demócratas y republicanos se están aliando para detener los efectos del último arrebato de Trump. De ese modo, Trump traicionó a un aliado de la mayor importancia, y de paso puso en entredicho la credibilidad de Estados Unidos. Como le dijo a SEMANA Maureen Mancuso, profesora de la Universidad de Guelf, hay dos efectos alarmantes. El primero es “un daño enorme a la reputación de Estados Unidos como un aliado confiable” y el segundo que “como las fuerzas kurdas han capturado o encarcelado a un gran número de combatientes de Isis; sin el apoyo de los Estados Unidos, es posible que no puedan mantener a esos miembros de Isis bajo custodia, lo que significa una expansión de posibles enemigos de los Estados Unidos libres para perseguir sus objetivos, incluido el terrorismo”.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, es el gran ganador del retiro de las tropas estadounidenses en Siria.
El presidente tomó unilateralmente su decisión, –sin el consejo de sus asesores–, y así logró algo que la semana pasada parecía inimaginable; poner de acuerdo a demócratas y republicanos que, más allá de defender banderas políticas, se están aliando para detener los letales efectos del último arrebato de Trump. No es para menos, pues los kurdos fueron una pieza clave en la lucha contra el grupo terrorista Isis librada en Siria, junto con las tropas norteamericanas. Y ahora, sus vidas están a la deriva. Ya Trump había intentado llevar a cabo la polémica medida el año pasado, pero el Pentágono le impidió hacerlo. De hecho, su secretario de Defensa de entonces, Jim Mattis renunció, pues calificó el retiro de las tropas como un “error estratégico”. Pero esta semana el presidente hizo su anuncio sin consultarle a nadie, luego de hablar por teléfono con Erdogan, quien el fin de semana había hecho pública su intención de lanzar a sus tropas contra los kurdos en el norte de Siria.
Los democrátas y republicanos se han tenido que unir para hacerle frente al nuevo capricho de Trump. Arriba, el republicano Lindsey Graham, ferviente defensor de Trump. Abajo, el demócrata Chris Von Hallen. El revuelo que causó su decisión no podía venir en un peor momento para Trump, pues los ánimos están más caldeados que nunca. Incluso, dentro de las filas de su propio partido. Defensores incondicionales frente al impeachment como el senador Lindsey Graham han criticado con ferocidad la medida. E incluso, han llegado a aliarse con los demócratas para pasar un proyecto de ley ante el Congreso que obligará al Gobierno a congelar propiedades y bienes de líderes turcos en Estados Unidos. El presidente Erdogan no está exento de la medida. Graham, y el senador demócrata Chris Von Hallen establecieron en un comunicado que la invasión turca “asegurará el resurgimiento de Isis en Siria, alentará a los enemigos de Estados Unidos, incluidos Al Qaeda, Irán y Rusia, y lanzará otro conflicto interminable en lo que había sido, hasta hoy, una de las áreas más seguras y estables de Siria y una región que experimenta con el mejor modelo de gobierno local disponible actualmente en ese país devastado por la guerra” .
Y efectivamente, dos días después del retiro de las tropas estadounidenses,Turquía lanzó su ofensiva militar, y provocó el éxodo masivo de civiles, que, para colmo de males, no tienen a donde ir. Según cifras del ejército turco, la acción provocó la muerte de 109 ‘terroristas’ kurdos. Y lo que es peor, la FDS, que controla parte de la frontera entre Siria y Turquía, tiene en su poder a 10.000 prisioneros de Estado Islámico que, ahora podrían quedar en libertad.La comunidad internacional, y especialmente la europea, mira espantada las irresponsables decisiones de Trump y lanzó fuertes críticas contra él y contra Erdogan. Por ello, el presidente turco amenazó a los países europeos con enviarles de regreso a más de 3 millones de refugiados que acogió por pedido de esos gobiernos.
Los turcos se disputan ahora el control del norte de Siria con las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), compuestaS de kurdos. Hombres y mujeres han peleado valientemente contra Isis. Ahora, están abandonados a su suerte. Tratando de minimizar el problema, Trump se convirtió en el hazmerreír del mundo con un tuit que parecía más un delirio infantil, que un pronunciamiento de un jefe de Estado: “Si Turquía hace algo que en mi grandiosa e inigualable sabiduría considere extralimitado, destruiré su economía”. Como siempre, desvió la atención del verdadero meollo del asunto; su irresponsabilidad criminal, que lo lleva a tomar decisiones mortales.
Trump ha demostrado que sus intereses personales pesan más que las razones de Estado. ¿Por qué Trump actuó en contravía del sentido común? ¿Qué motivación pudo haber tenido el presidente para tomar una medida que carece de un mínimo de humanidad? Algunos, como la revista The Economist, adelantan la hipótesis de que puede estar aliado a nivel personal con Erdogan. Y dado el fuerte antecedente de la conversación telefónica entre Donald Trump y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, en la que Trump le pide que le haga el favor de investigar al hijo de su rival político, la teoría no es para nada descabellada. Porque Trump ha demostrado que sus intereses personales pesan más que las razones de Estado. Como le dijo a SEMANA, John Tirman, director ejecutivo de MIT, “Toda su presidencia gira alrededor de sus caprichos y prejuicios personales. El retiro del tratado nuclear con Irán es quizá el ejemplo más vistoso, pues se basó en su animadversión a Obama. Sus conversaciones con Kim Jong-un parecen dirigidas a su deseo de ganar un Nobel de Paz. Su actitud frente a Rusia está, de algún modo, vinculada al dinero que le debe a oligarcas cercanos a Putin. Su imagen de negociante lo ha llevado a una situación desastrosa con China. No tiene ideología o principios más allá de su autoengrandecimiento”. No es la primera vez que Trump ha tomado decisiones que ponen en riesgo la seguridad nacional de Estados Unidos. Su carácter errático e impulsivo ha catalizado una combinación explosiva que puede ser el talón de Aquiles del presidente del país más poderoso del mundo, justo cuando está en la mira de todos por cuenta del impeachment, y sus enemigos políticos esperan ansiosos que caiga por su propio peso.