“Antes de seguir adelante, quiero disculparme con cada uno de ustedes y con el Congreso en general. La última vez vine a proteger al señor Trump. Hoy vengo a decirles la verdad sobre el señor Trump”. El hombre que pronunció esas palabras la semana pasada solía ser uno de los más fieles escuderos del presidente de Estados Unidos. Durante diez años, Michael Cohen pasó de simple abogado del magnate a convertirse en su perro guardián. De ahí que los medios de comunicación anglohablantes utilicen la palabra fixer para describirlo. En inglés, ese término se usa coloquialmente para describir a alguien que arregla enredos. Eso, precisamente, era Cohen para Trump: un hombre capaz de mentir, intimidar y delinquir para sacarlo de problemas. Le puede interesar: Me avergüenzo y me disculpo porque sé quién es Trump un racista un estafador un embustero MichaelCohen Eso hizo hasta el año pasado, cuando cayó en desgracia por una investigación que en agosto lo llevó a declararse culpable de ocho cargos (entre ellos evasión de impuestos y falsedad testimonial) y a romper su lealtad. El próximo 6 de mayo Cohen empezará a purgar una pena de tres años de cárcel, pero antes decidió contar todo lo que sabe. El hombre que alguna vez dijo que estaría dispuesto a recibir un tiro por su jefe, ya ha testificado en su contra en varias entrevistas privadas con el fiscal especial Robert Mueller, encargado de la investigación de la ‘trama rusa’. Y la semana pasada lo hizo en tres comparecencias ante el Congreso, una de ellas televisada. Ante millones de espectadores dijo las palabras que más daño le han hecho a la imagen del presidente en los últimos tiempos: “Estoy avergonzado porque sé lo que el señor Trump es. Es un racista. Es un timador y es un tramposo”. Mientras lo decía, el presidente se encontraba al otro lado del mundo, fracasando en su intento de cerrar un pacto de desnuclearización con Corea del Norte, una jugada que muchos vieron como un plan, también fallido, para distraer la atención (ver recuadro).

Donald Trump y Kim Jong Un. Le recomendamos: La cumbre entre Trump y Kim se cierra con un fracaso Pero quizá más grave que las palabras de Cohen sea el hecho de que en el fondo no sorprendieron a nadie. El historial de mujeriego empedernido de Trump, sus dudosos movimientos financieros y su capacidad para mentir eran bien conocidos incluso antes de que llegara a la presidencia. Las acusaciones son mucho más graves que las que recibió Bill Clinton y le significaron un proceso de impeachment. Y al menos igual de comprometedoras que las que obligaron a renunciar a Richard Nixon hace más de 40 años (ver recuadro 1). Pero ninguna garantiza que Donald Trump salga de la presidencia antes de terminar su periodo. Aunque en el Capitolio tanto demócratas como republicanos sabían que lo que decía era verdad, hasta el momento Cohen no ha mostrado una prueba reina capaz de tumbar al presidente. Además, como señalaron los republicanos de la Cámara de representantes, el abogado no es precisamente un testigo confiable. El año pasado mintió ante el Congreso (a favor de Trump), y ahora podría estar haciéndolo de nuevo para lograr beneficios judiciales. Así lo señalaron en una estrategia no destinada a defender a Trump, sino a desprestigiar a Cohen. Así las cosas, es posible que de todo esto solo quede el escándalo y tres palabras revoloteando en la conciencia colectiva de los estadounidenses: racista, timador, tramposo. “Es un estafador” Justo después de llamarlo estafador (conman), Cohen habló del escándalo de los pagos secretos a dos mujeres para comprar su silencio. Se trata de la actriz pornográfica Stormy Daniels (que en realidad se llama Stephanie Clifford) y de la exconejita de Playboy Karen McDougal, quienes afirman haber tenido relaciones sexuales con el presidente entre 2006 y 2007, cuando ya estaba casado con Melania (ver recuadro). El año pasado, después de que lo detuvo el FBI, Cohen se había declarado culpable de financiación ilegal de campaña por pagarles a las mujeres para evitar un escándalo en plena carrera presidencial. Trump habría ordenado el desembolso de 130.000 dólares para Daniels y 150.000 para McDougal. Esas transacciones configurarían un delito de financiación ilegal pues estaban dirigidas a proteger las posibilidades de Trump en las elecciones, exceden los límites de donaciones permitidas y la campaña no las declaró. Le sugerimos: El estilo de las mujeres elementos para el debate sobre la figura de la primera dama Para demostrarlo, Cohen aportó dos cheques de 2017 firmados por Trump (cuando ya era presidente) y su hijo, Donald Junior, destinados supuestamente a devolverle el dinero. Pero el mandatario se ha mantenido en que solo conoció de los pagos después de que Cohen los hizo, y que si bien después reembolsó la suma, lo hizo con plata de su bolsillo. El abogado terminó el episodio con una nota sentimental. “Me pidió que le mintiera a su esposa, lo cual hice, y es una de las cosas de las que más me arrepiento. Ella es una persona buena y amable, la respeto mucho y no se merecía esto”, dijo. También habló de fraudes. Dijo, por ejemplo, que el magnate inflaba o bajaba el precio de sus propiedades según su conveniencia. Si quería evadir impuestos los devaluaba, pero si quería aparecer en los listados de los hombres más ricos del mundo los aumentaba. Cohen presentó documentos que probarían que Trump tiene un patrimonio mucho menor de lo que alardea. Puede que mucha más información en ese sentido salga a la luz, pues el abogado también tendrá que declarar bajo juramento en el proceso que lleva el Distrito Judicial del Sur, en el estado de Nueva York. “Es un mentiroso” Según Cohen, durante la campaña presidencial, Trump estaba al tanto de que WikiLeaks revelaría correos que comprometían la campaña de Hillary Clinton. Aunque el presidente lo ha negado, su ex mano derecha dice haber presenciado una conversación telefónica entre el magnate y Roger Stone, uno de sus hombres de confianza que hoy también se encuentra ante el ojo de la justicia. En esa llamada, Stone le habría notificado a Trump las intenciones de Julian Assange de filtrar los correos, algo que finalmente ocurrió y golpeó duramente la imagen de la candidata demócrata. Se trataba de una serie de e-mails enviados por Clinton desde una cuenta privada cuando era secretaria de Estado. Después de que WikiLeaks filtró esa información, la campaña de Trump aprovechó la oportunidad para desacreditar a su contendora aduciendo que esas comunicaciones amenazaron la seguridad nacional pues contenían temas clasificados. En contexto: Partido Demócrata demanda a Rusia al equipo electoral de Trump y a Wikileaks por alterar las elecciones de 2016 Esa historia concuerda con la teoría trazada por el fiscal especial Robert Mueller, según la cual la inteligencia rusa le proporcionó esos correos a WikiLeaks. Esa filtración forma parte de la llamada trama rusa, una campaña de ciberataque y propaganda negra a gran escala contra Clinton que habría orquestado el Kremlin para beneficiar a Trump en la carrera electoral. La gran pregunta es si el magnate conocía de antemano y colaboró con esa intervención. Cohen reconoció no tener pruebas pero sembró dudas, por ejemplo, cuando afirmó que probablemente Trump sabía de la reunión de su hijo Donald Jr; su yerno Jared Kushner, y el gerente de campaña Paul Manafort con agentes rusos. Esa reunión ocurrió y la reconoció el hijo del presidente, quien sin embargo afirmó que su padre no estaba al tanto, algo difícil de creer. Cohen también se ratificó en que Trump nunca creyó llegar a la presidencia y que con su candidatura solo buscaba publicidad para su marca. Por eso siguió cuidando sus negocios, incluso después de posesionarse. Cuando ya estaba instalado en la Casa Blanca, Trump habría presionado para mantener andando la construcción de uno de sus rascacielos en Moscú, en un conflicto de intereses. En el pasado Cohen, por orden de su jefe según dijo, mintió sobre ese tema al asegurar que las negociaciones se habían detenido antes de que Trump ganara la presidencia. Cohen contó otras anécdotas que parecen detalles menores pero que, de ser ciertas, revelan el egocentrismo y los métodos oscuros de Trump para lograr lo que quiere. Según el abogado, le pagó a un hombre para que pujara en una subasta por un retrato en el que aparecía el millonario y se asegurara de que fuera la pieza más cara del evento. El cuadro terminó vendido por 60.000 dólares y colgado en la pared de una de las propiedades del millonario. El hombre recibió un reembolso de su dinero a través de una cuenta de la Fundación Trump, entidad que según varias denuncias previas nunca ha servido a fines filantrópicos. Trump también habría usado a Cohen para esconder varios aspectos vergonzosos de su pasado. El ‘fixer’ tuvo que ocultar que Trump evitó ir a la guerra de Vietnam con una excusa médica falsa, y amenazó a excompañeros y a la propia Universidad de Fordham para que no hablaran de los pobres registros académicos del presidente. “Es un racista” Cohen relató varios momentos en que el magnate se refirió a personas de origen africano de manera despectiva. Una vez, aseguró, Trump le preguntó si existía algún país en el mundo gobernado por un negro que no fuera una “mierda”. En una visita a Chicago y mientras pasaban por un suburbio predominantemente negro, Trump habría dicho que solo los negros podían vivir en esas condiciones. También habría asegurado que los negros nunca votarían por él, pues eran demasiado estúpidos. La acusación de racista quizá no le implique tener problema legal alguno al mandatario, pero sí perder muchos votos en su campaña para la reelección del año próximo. ¿Impeachment? Por sí solo, el testimonio de Cohen no sacará a Trump de la Casa Blanca. Pero llega a pocos días de que el fiscal Mueller presente su informe sobre la trama rusa después de dos años de pesquisas. Se anticipa que ese informe contará con varias revelaciones explosivas contra Trump que podrían hacerlo tambalear. Pero aún así, no es seguro que lo tumbe pues varios factores juegan a favor del presidente. Por un lado, es posible que ni el Congreso ni el público general conozcan las partes más comprometedoras del documento de Mueller pues el fiscal William Barr, quien lo recibirá, es considerado cercano a Trump y podrá decidir cuáles partes publicar y cuáles mantener bajo reserva. Además, ni siquiera los demócratas están de acuerdo sobre la conveniencia de un impeachment en este momento. Aunque las voces más radicales del partido quisieran destituir a Trump, saben que la mayoría republicana en el Senado (100 de 53 escaños) bloquearía la iniciativa. Embarcarse en ese proceso a un año de que comience la campaña presidencial es un riesgo, pues de fracasar debilitaría la imagen del partido y fortalecería la de Trump, quien se victmizaría. Ante la falta de tiempo, las voces más experimentadas de los demócratas le apuestan a que las aspiraciones de Trump sean castigadas por los propios votantes. Leer: Presidente Trump insiste en la construcción de un muro en la frontera con México _____________________________________________________________________ EL ‘COHEN’ DE NIXON: Hace 46 años, John Dean, el abogado de Richard Nixon, testificó contra su cliente. Así comenzó el fin de la presidencia del republicano.

El 25 de junio de 1973 John Dean, el abogado de la Casa Blanca, compareció ante el Congreso de Estados Unidos en el inicio de las investigaciones sobre el escándalo de Watergate. Su testimonio involucró al presidente y a varios funcionarios de su Gobierno en el robo de documentos en la sede del Comité Nacional del partido demócrata. Trece meses y medio después, y durante un proceso de impeachment, Nixon decidió renunciar antes de que lo destituyeran. El testimonio de Cohen revivió ese capítulo y muchos ahora se preguntan si la historia se repetirá. Pero los tiempos han cambiado mucho. Como le dijo a SEMANA Steffen Schmidt, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Estatal de Iowa, en la época de Nixon “ambos partidos respetaban el orden constitucional. Eso no existe hoy. Los republicanos temen perder a los votantes leales a Trump, que suman entre 40 y 50 millones. Y no estoy seguro de que la mayoría demócrata en la Cámara de representantes quiera destituir al presidente”. Además en el caso de Watergate había pruebas irrefutables, como las cintas que Nixon grababa en secreto en su despacho. Ir: Es peor lo que hace Trump que el Watergate de Nixon ¿BOMBA DE HUMO? La reunión entre Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un no produjo ninguno de los dos resultados esperados por el presidente estadounidense. Después de varios días de incertidumbre, la reunión de Hanoi (Vietnam) terminó en decepción. El jueves las conversaciones entre Donald Trump y el dictador norcoreano Kim Jong-un terminaron de manera abrupta ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre las partes. Sin entrar en detalles, Trump dijo que las pretensiones de los norcoreanos eran demasiado altas, pues esperaban que se levantaran todas las sanciones a cambio de desmontar parcialmente su programa nuclear. Sin embargo, un día después voceros norcoreanos desmintieron la versión del presidente estadounidense al decir que su líder no pidió que se levantaran todas las sanciones, sino solo algunas. En todo caso, los canales diplomáticos se mantienen y se espera que hayan nuevas rondas de conversaciones. Algunos análisis sugieren que el objetivo central del encuentro no era alcanzar un pacto de desnuclearización, sino distraer la atención del revuelo que levantarían las declaraciones de Cohen. Por eso, muchos temían que Trump firmara cualquier pacto para generar titulares. Trump regresó a su país con las manos vacías y con una tormenta política por resolver. Leer: Stormy Daniels, la heroína de la resistencia EL FACTOR ‘STORMY’ Los pagos para silenciar a dos examantes de Trump podrían configurar un delito electoral.

Mujeres que acusan a Trump. Las palabras de Cohen sobre la triangulación de dineros para comprar el silencio de dos examantes del presidente tampoco trajeron ninguna novedad. Como ya se sabía, la actriz porno Stormy Daniels y la exmodelo de Playboy, Karen McDougal, afirman haberse acostado con el presidente cuando este ya estaba casado con Melania. De hecho, esos affaires habrían sucedido mientras Melania aún se recuperaba del nacimiento de su hijo Barron. Pero hicieron los pagos por medio de contratos de exclusividad con el National Enquirer, un tabloide de propiedad de David J. Pecker, amigo cercano del mandatario. En otras palabras, este compraba los derechos de la historia para asegurarse de que no saliera al público. Un procedimiento que llaman “catch and kill”. En el caso de McDougal la transacción nunca se llevó a cabo, pero Daniels sí recibió 130.000 dólares. Solo que más tarde la actriz decidió publicar la historia en el semanario In Touch, alegando que el contrato no tenía validez pues Trump nunca lo firmó. En su momento Cohen amenazó a la actriz y trató de organizar una entrevista en la cadena FOX para que Daniels se retractara de sus declaraciones en In Touch. Al final desistió, cuando vio que el escándalo era imparable. Lo que empezó como un lío de faldas podría tener implicaciones más graves si se prueba que el dinero salió de la campaña.