En el siglo XXI, las guerras se pelean en diferentes frentes. No solo se limitan a la confrontación militar entre los ejércitos. La guerra mediática y la guerra económico-financiera son parte fundamental de la estrategia militar de nuestros días.
En el siglo XX fuimos testigos de la industrialización de la guerra, cuyo objetivo era la eliminación masiva de los enemigos. Hoy en día, aparecen nuevas formas de hacerla, como la guerra cibernética, la guerra mediática y de redes sociales, la de propaganda… Pero la más temible y eficaz es la guerra económico-financiera. El aislamiento económico es quizás el arma más poderosa de nuestro tiempo para infligir daño al enemigo.
Un guerra sin una economía fuerte que la respalde no es sostenible. El objetivo de las sanciones económicas financieras es privar al enemigo de los recursos económicos que necesita para mantener su economía funcionando y, a la vez, poder financiar la confrontación armada. De hecho, se ha calificado como “bombas atómicas económicas” a las sanciones impuestas por Occidente a Rusia por la invasión a Ucrania. Se espera que los efectos para su economía y finanzas sean devastadores.
Estas medidas amenazan tan gravemente la integridad económica y política de Rusia que su ministro de Exteriores amenazó con la posibilidad de una escalada nuclear del conflicto. Una reacción desproporcionada a las sanciones financieras impuestas por Estados Unidos, la Unión Europea y sus aliados. Pero que muestran el daño que causan las sanciones internacionales.
Guerra espacial y final de la URSS
La guerra económico-financiera ya se utilizó con éxito en el siglo pasado contra Rusia, causando el colapso económico de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El fin de la era comunista fue resultado de la incapacidad de la URSS para mantener el pulso económico con Estados Unidos. Simplemente no pudo mantener la competencia en gasto militar y el aislamiento comercial internacional del país. A pesar de que a finales de los ochenta del siglo pasado también era una potencia económica por el valor de su PIB (aunque en clara desventaja frente al PIB estadounidense).
La historia nos muestra el valor de la economía en la guerra. En plena época de acuerdos de desarme nuclear entre las dos grandes potencias un desacuerdo destapó una espiral de gasto insostenible para los soviéticos. Ronald Reagan, entonces presidente de Estados Unidos, dejaba abruptamente fuera de la negociación la SDI (Strategic Defense Initiative), conocido popularmente como Star Wars. Ese programa era un sistema de defensa vía satélite que, por medio de rayos láser (sic), supuestamente detendría la ofensiva nuclear rusa, destruyendo en la estratosfera las ojivas nucleares de los misiles soviéticos de largo alcance.
La vehemente decisión del presidente Reagan de no negociar el desarme de dicho programa desconcertó tanto al presidente ruso Mijaíl Gorbachov que entró, sin buscarlo, en una competencia de gasto militar que no pudo sostener. Esa insana competencia en gasto militar llevaría a la URSS a la bancarrota.
Para los especialistas, fue esta estrategia geopolítica y económica la que llevó a EE. UU. a derrotar a su poderoso enemigo de la Guerra Fría. No con misiles y ojivas nucleares, sino a través de restricciones comerciales y financieras y una escalada brutal del gasto público en armamento.
Aunque Star Wars era más el resultado de la fantasía de la época que de un programa de defensa antiaéreo real, acabó desde dentro con uno de los contrincantes de la Guerra Fría. De ahí la declaración del historiador Francis Fukuyama de que nos encontrábamos ante “el fin de la historia” (por el triunfo del modelo capitalista). Hoy se está utilizando nuevamente la estrategia económico-financiera. El objetivo, por segunda vez, es estrangular financieramente a Rusia.
China y Rusia crecen al amparo del neoliberalismo
Los últimos 30 años hemos vivido el auge de la globalización y la expansión del modelo neoliberal. Este modelo ha beneficiado enormemente a China y Rusia en su desarrollo económico al incorporarlas de lleno en la arquitectura financiera internacional y el comercio global. Sin embargo, también los ha hecho económicamente más vulnerables pues el sistema financiero está controlado por la hegemonía del dólar estadounidense.
La riqueza nacional, según reza ese modelo, proviene de la apertura e interacción con los mercados globales. La globalización permitió el crecimiento exponencial de la economía China y un desarrollo rápido y estable en Rusia pese al colapso político y económico que sufrió la Unión Soviética a finales de los años ochenta del siglo XX.
La clave en la reglas del juego económico internacional de la globalización se basan en el libre movimiento de capitales. Por eso el ataque internacional a los intereses económicos rusos se ha enfocado en su sistema financiero aprovechando la interconexión global del mismo.
Ante la invasión de Ucrania, Estados Unidos, la Unión Europea y otros de sus aliados (Reino Unido, Australia y Japón) presentaron una serie de sanciones económico-financieras. Estas han ido escalando intensidad conforme pasan los días y están dañando seriamente los intereses económicos rusos. Este es parte del arsenal de sanciones contra Rusia:
- Cierre al sistema financiero occidental. La prohibición de hacer o recibir transferencias internacionales a través del sistema de pagos globales Swift. Esta sanción impide a Rusia cobrar sus exportaciones de gas, petróleo, minerales y trigo, y pagar sus importaciones de otros bienes.
- Limitación de acceso a los bancos rusos a créditos internacionales. Esto se traduce en el encarecimiento de la deuda ya contraída y la deuda soberana rusa. Esta medida ha provocado una rápida depreciación del rublo (la moneda oficial rusa), que en una primera etapa cayó 30 %. Con la segunda ronda de sanciones la moneda cayó 12 % adicional.
- Presión a las empresas rusas en los mercados bursátiles internacionales. Esa medida ha provocado la caída del valor en bolsa de bancos y empresas rusas. Observamos un desplome en el valor de las cotizaciones de hasta el 40 %.
- Paralización de los activos del Banco de Rusia y de bancos públicos y privados. También se han impuesto sanciones contra líderes políticos y un número importante de oligarcas rusos. La acción afecta el patrimonio de la élite política y económica rusa y, por consiguiente, al apoyo interno a la invasión.
- Prohibición de movilidad a las aerolíneas rusas. Restricciones al uso del espacio aéreo de la Unión Europea por aeronaves comerciales rusas, así como a aviones privados de la cúpula política y económica de Rusia. Estas medidas estrangulan la conectividad aérea del país, fundamental en un mundo globalizado.
¿Cuánto puede resistir la economía rusa?
Esa es la gran interrogante. No solo por los altísimos costes de la guerra, sino también por el severo daño a la economía provocado por las crecientes sanciones internacionales. La clave para el fin del conflicto bélico estaría, pues, en el dinero disponible para mantener la guerra y resistir las sanciones. Las prospectivas señalan que existen muy pocos meses de margen para Rusia. El país se encuentra en una clara desventaja frente a los países de Occidente.
Las cifras son contundentes. El tamaño de la economía de Rusia es de cerca de 1,5 billones de dólares, lo que representa tan solo el 7 % del PIB de Estados Unidos. Por otra parte, la Unión Europea tiene un PIB conjunto de poco más de 15 billones de dólares entre sus 27 miembros, y el de Reino Unido es de 2,7 billones de dólares.
Esta batalla es asimétrica y, en el largo plazo, insostenible para Rusia. En el pasado, las sanciones económicas probaron ser más eficaces que las acciones militares. Ahora, con múltiples frentes económicos occidentales abiertos, no será la excepción. En la nueva realidad bélica, las sanciones económico-financieras son mucho más rápidas y efectivas que las armas convencionales a la hora de causar daño al enemigo.
Por Armando Jiménez San Vicente
Director Máster Geopolítica,Competitividad y Desarrollo Sostenible IUIOG, Instituto Universitario y de Investigación Ortega y Gasset.
Artículo publicado originalmente en The Conversation.
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