En medio de la grave crisis social y económica que vive Haití desde 2021 tras el asesinato del entonces presidente de ese país, Jovenel Moïse, en un contexto marcado por la escasez de recursos, el hambre y la anarquía que han llevado a los ciudadanos a una ola de violencia, se ha conocido que recientemente, un grupo armado atacó a un sacerdote católico de origen camerunés que llegaba al país para cumplir su labor pastoral, el cual fue privado de su libertad.
Pese a que el sacerdote permaneció varios días en cautiverio, despertando la incertidumbre y preocupación de sus superiores jerárquicos, se conoció recientemente que el religioso logró escapar por su cuenta de los captores, y tras ponerse en contacto con otro grupo de sacerdotes, fue sacado del país en medio de una acción preventiva para evitar retaliaciones por su huida.
El sacerdote en cuestión fue identificado como Antoine Macaire Christian Noah, quien es de origen camerunés, y quien había sido raptado por miembros de una banda criminal el pasado 7 de febrero, cuando se desplazaba en un bus hacia la comunidad misionera en Kazal, a unos 34 kilómetros al norte de la ciudad de Puerto Príncipe.
Tras ser llevado a una casa tomada por violentos en referida ciudad, el sacerdote de 33 años, permaneció varios días en cautiverio en medio de condiciones que denuncia estuvieron marcada por el no suministro de comida, y la violencia en su contra.
No obstante, en medio de una acción valiente del religioso, y tras notar que sus captores, de forma rutinaria abandonaban el lugar para ir a la calle, al parecer para cometer más ilícitos, el hombre aprovechó para huir a través de techo de la vivienda, sin lograr percatarse si en el lugar había más personas raptadas.
Según confirmó a medio de la prensa especializada en la religión católica el representante de la congregación de los Misioneros Claretianos en las Antillas, superior del sacerdote secuestrado, el referido sacerdote emprendió la huida por algunos kilómetros a pie, hasta llegar a una población donde conocía a un colega religioso, quien le ayudó a planear la salida del país con destino a República Dominicana.
De acuerdo con los detalles revelados a la prensa local, el escape del religioso tuvo lugar aproximadamente a la 1:00 a.m. del 17 de febrero, 10 días después de su rapto, confirmando que estuvo corriendo, alejándose del lugar por al menos 4 horas.
En el momento del rapto, el sacerdote recientemente había llegado precisamente desde ese país; República Dominicana, donde adelantaba una suerte de ‘ejercicios espirituales’ y formadores, luego de los que volvió a Haití para seguir con su labor pastoral.
En declaraciones recogidas por medios especializados de la iglesia Católica como ACI Prensa, el religioso confesó que durante su secuestro se dedicó a rezar para no sentir miedo ante la situación de peligro inminente que estaba atravesando, lo que le permitió encontrar paz.
Precisamente, según detallan narraciones sobre los hechos, el sacerdote confesó haber impactado a sus captores debido a su serenidad, lo que le permitió aguantar las condiciones infrahumanas a las que fue sometido, reconociendo que en los 10 días de cautiverio, solo le dieron comida en 4 ocasiones, siendo escaso incluso el suministro de agua.
Tras su liberación, el religioso reconoció que uno de los factores claves también fue la intercesión de las personas que se pusieron en oración al conocer de su secuestro, lo que según él, le permitió tener la valentía para salir ileso del lugar.
Si bien el sacerdote actualmente se encuentra en República Dominicana, los superiores de este han afirmado a medios locales que el religioso se ha manifestado deseoso de volver a Haití, incluso conociendo los peligros que corre allí como extranjero, y a los peligros que significa haber escapado de un secuestro.
Si bien el religioso ha hecho explícito su deseo de regresar, los superiores le han señalado que de momento es pertinente permanecer fuera de Haití dado el estallido social que allí se vive.
También ha trascendido como infidencia del cautiverio que el religioso intentó convencer a los captores de desistir de ‘hacer daño’, y que les interpeló sobre las motivaciones que tenían para realizar acciones como los secuestros, recibiendo como respuesta que es la ‘solución’ que ellos encontraban a las necesidades, en tanto en algunos casos cobraban por recobrar la libertad.
El sacerdote lamentó que los jóvenes que conforman esas pandillas de secuestradores tuvieran que recurrir a esas ‘estrategias’ ante la falta de claridad sobre su futuro, recordando que en su caso, los violentos pedían una millonaria suma por su rescate.