“Después de 3 años y medio, nuestra Sarah abandonará la Casa Blanca y se irá a la suya en el estado de Arkansas. ¡Es una persona muy especial, que ha hecho un trabajo increíble! Espero que decida postularse para gobernadora de Arkansas”, tuiteó el presidente Donald Trump. El paso de Sarah Huckabee por Washington estuvo marcado por polémicas y desencuentros con la prensa. Desde que reemplazó a Sean Spicer en 2017 como secretaria de prensa de la Casa Blanca demostró que defendería a Trump a capa y espada y que llegaría hasta las últimas consecuencias para demostrarle su lealtad, incluso si eso implicaba mentir, censurar o acabar con los tradicionales “briefings”, esos debates matutinos en los que los periodistas podían controvertir las decisiones presidenciales. De hecho, en los últimos tres meses Sarah no dio ni una una sola rueda de prensa. Le puede interesar: Trump habría ordenado ataque contra Irán pero lo suspendió En cambio, se decantó por los comentarios rápidos, por los trinos en redes sociales y por las extensas conversaciones con el medio aliado del presidente, Fox News. En tres meses, apareció 12 veces en la cadena. Por supuesto, ahí no tuvo que enfrentarse a las incómodas preguntas que CNN, The New York Times, The Washington Post, entre otros, le lanzaban. Pero los medios no fueron nunca un enemigo tan difícil como el propio presidente. Trump demostró que no permitirá a nadie hablar en representación suya, y que él será su propio secretario de prensa hasta el final de su mandato. Sarah pasó sus días intentando apagar incendios, pero su amor ciego por el presidente —que la llevó a afirmar que “el mismo Dios lo había puesto en el cargo”— acrecentaron la pésima relación que la Casa Blanca tiene hoy con los medios de comunicación. Después de que Trump despidió al director del FBI James Comey en 2017, Sanders aseguró que “escuchó a un sinfín de miembros del FBI decir que estaban agradecidísimos por la decisión”. No obstante, el Informe Mueller reveló que la secretaria se acercó al fiscal para decirle que se le había “ido la lengua con ese comentario” y que no tenía ningún asidero real. Sin embargo, la lengua se le fue en muchas otras ocasiones, como cuando defendió al presidente por decirles animales a los inmigrantes. Le sugerimos: La salvaje campaña de reelección de Trump comienza en Florida Pero Sarah quebró totalmente su relación con la prensa cuando publicó un video en el que hacía parecer que Jim Acosta, un reportero de CNN, empujaba a una practicante de la Casa Blanca por intentar quitarle el micrófono. No era cierto. El equipo de Sanders falseó la grabación para revocar la credencial del periodista. Si bien el escándalo obligó al presidente a devolverle su permiso, la prensa no perdonó el suceso. Entonces el presidente dio rienda suelta a su vocación de jefe de prensa y apartó incluso más a Sarah de su puesto. En adelante, Trump dejó de escuchar a sus asesores y en un acto atípico en la historia de la presidencia estadounidense, comenzó a contestar las llamadas él mismo, a escribir mensajes por redes sociales y a reunirse con mandatarios del mundo sin que sus consejeros supieran. Así lo confirmó para SEMANA Samantha Vinograd, quien fue consejera de seguridad de Barack Obama y es analista política de CNN. Según Vinograd, “muchas de las decisiones que Trump toma se basan en sus creencias, en sus impulsos y no en sus investigaciones. Por eso, muchos mandatarios lo llaman personalmente, porque saben que ninguno de sus asesores está cerca nunca y pueden lograr que haga lo que ellos quieran. Eso nunca había pasado. No tiene precedentes y sus ínfulas de comunicador son tremendamente peligrosas”. Le recomendamos: Las calenturas de Donald Trump Sarah entonces fue solo la cara visible de un ya mancillado rol. Tal vez por eso ningún nombre suena todavía para reemplazarla. Sin embargo, ser una delfín política, apadrinada por el presidente e hija de un exgobernador de Arkansas, la ayudarán para ganar en 2023 en el estado rojo y darle vía libre a Trump para ser su propio periodista.