Siete años después, Juan Guaidó sigue al frente de la Asamblea Nacional, tras haber sido elegido siendo parte de la oposición venezolana. Sin embargo, el gobierno de Nicolás Maduro dejó sin poder gubernamental a esa cámara. Pero en 2019, guiándose en la Constitución y en mecanismos internacionales, se autoproclamó como presidente interino de Venezuela, lo cual le llevó a grandes poderes, por lo menos en materia de presupuesto.

Diez horas duró la discusión en la Asamblea para decidir si Guaidó repetiría en el cargo, y la duración no es por azar, sino porque ha sido una figura controvertida. Inclusive, su gobierno alterno vive escándalos de corrupción y de malos manejos, que dicen que supuestamente funcionarios del círculo cercano de la oposición habrían tenido manejos irregulares de los fondos que llegaban desde el extranjero.

Y precisamente en los fondos del extranjero reside el poder de Guaidó y que le hace falta a Nicolás Maduro, pues más de 50 países, incluido el conocido Grupo de Lima junto con algunas naciones de Centroamérica y Estados Unidos, reconocen a Guaidó como presidente legítimo, por lo que los fondos de empresas de esos países van a parar al gobierno alterno.

Pero así como tuvo este gran poder, Guaidó lo ha ido perdiendo con el tiempo. Por ejemplo, la Unión Europea a principios del año pasado decidió dejar de reconocer al gobierno alterno y, por lo tanto, recortar en buena parte su financiación, lo que puso un manto de duda sobre la figura del presidente parcialmente reconocido y de su capacidad de unir a la oposición. Mientras tanto, el régimen de Nicolás Maduro sigue mandando de facto sobre el territorio y las Fuerzas Militares, algo que parece cada día más lejano que pueda asumir algún día Guaidó.

Tras aprobación de continuidad parlamentaria y de la presidencia encargada de Venezuela, Juan Guaidó le dijo a los venezolanos: "no los dejaremos solos”. | Foto: Twitter Presidencia Venezuela Juan Guaidó

La figura del presidente interino y su gobierno ha generado grandes fracturas dentro de la misma oposición. Para muchos su tiempo en el cargo ha sido un fracaso, ya que la dictadura de Maduro, lejos de acabarse, pareciera que se afianza cada vez más. Por eso mismo es que existieron tantas dudas y discusiones sobre si Guaidó debería seguir operando, cosa que finalmente logró, dándole un respiro al líder opositor; pero lejos de ser una victoria, su mandato parece debilitado.

Atrás quedaron los días de Guaidó en el Capitolio de Estados Unidos, en las pabellones de la Unión Europea y reunido constantemente con Iván Duque y Sebastián Piñera; y, en cambio, la comunidad internacional que lo respalda parece resignada a que Maduro se quedará, por lo menos, hasta 2024. Y, mientras tanto, los que eran sus aliados en la oposición le quitaron el poder en nombramientos y manejo en temas clave como designaciones para asuntos de derechos humanos, seguridad, crisis humanitaria y migración.

La figura de Guaidó quedó relegada al ámbito internacional, que es donde sigue teniendo alguna relevancia, a pesar de que poco a poco muchos aliados lo han abandonado o por lo menos lo han ido dejando en un segundo plano.

Además, para evitar más escándalos de corrupción, se designaron procuradores, una decisión catalogada como tardía después de que ya la reputación del gobierno alterno está deteriorada. “Es una reforma que representa, en este momento, poder no solamente rendir cuentas de manera más transparente al país, sino ser más ágiles”, dijo Guaidó sobre la nueva medida.

Uno de los fracasos que pusieron a Guaidó y a parte de la oposición venezolana en la cruz está relacionado con los resultados de los diálogos con el gobierno de Maduro en México, ya que, si bien en principio parecía esperanzador después de que se anunciaran acuerdos en materia de rescate social de la población, ahora las negociaciones están estancadas y se ven muy lejos de volver a darse, sobre todo después de que Maduro y sus funcionarios pusieran condiciones imposibles de cumplir.

A pesar de los esfuerzos de Guaidó y la oposición, Nicolás Maduro sigue mandando con tranquilidad en Venezuela.

En octubre terminaron los diálogos con un par de acuerdos, pero con el régimen de Maduro acusando a Estados Unidos de sabotear las negociaciones con la extradición del empresario colombiano Álex Saab. Este ha sido catalogado como el testaferro de Maduro y enfrenta cargos de lavado de activos en Estados Unidos, lo que hizo que el gobierno venezolano calificara el encarcelamiento como un secuestro y pusiera como condición la liberación del empresario para volver a los diálogos.

Igualmente, como muestra de quién tiene el poder en el país, Maduro puso otra condición para volver a sentarse y hablar con los opositores: que Estados Unidos cese de manera progresiva los bloqueos económicos sobre el país, algo impensable, en principio, en materia de política exterior para el gobierno de Joe Biden.

Nicolás Maduro le mostró al mundo que, a pesar de los intentos de la oposición venezolana, él sigue conservando el poder en Venezuela, y aunque seguramente le hagan falta los más de 7.000 millones de dólares que ha perdido el régimen por los bloqueos económicos, no le hacen falta para mostrarle a Guaidó el que hasta ahora es un fracaso casi en su totalidad.

Por el momento, Guaidó se queda con unas alianzas debilitadas, perdiendo fuerza e impulso, con recursos menguados y, lo más grave, sin materializarse como un símbolo de esperanza para los millones de venezolanos que han tenido que huir de su país o que viven atormentados por la dictadura.