El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, sobrevivió a un intento de censura por parte de su partido. El mandatario, de 57 años se enfrentó a un voto de confianza en el que los miembros de su partido, el Conservador, debían elegir si querían continuar bajo su liderazgo o no.
Al menos 54 de los diputados de su mayoría conservadora, habían pedido un voto de confianza interno, que no se activó hasta el lunes, una vez finalizado el “jubileo de platino”, los cuatro días de grandes celebraciones nacionales por los 70 años de reinado de Isabel II.
Luego de unas extensas conversaciones, el resultado fue favorable para el mandatario, que a pesar de los escándalos mediáticos que han rodeado su gobierno, ha logrado mantenerse a flote.
Solo 148 de los 359 diputados conservadores votaron contra el primer ministro, que obtuvo 211 apoyos. Puesto que Johnson ha salido triunfante, los diputados conservadores no podrán intentar otro voto de confianza interno durante un año.
Sin embargo, el alto número de diputados que se expresaron en su contra lo deja bastante debilitado.
La polémica al rededor de la figura de Johnson empezó luego de que se revelaran fotos en las que el mandatario aparece ingiriendo licor y en fiestas, que se realizaron en la residencia oficial de su gobierno, durante las etapas más duras del confinamiento en Inglaterra, en un escándalo llamado por la prensa británica como el ‘partygate’.
Durante algún tiempo, la falta de sucesor evidente parecía haber salvado a Johnson de la destitución.
Pero un informe interno sobre el partygate, publicado el 25 de mayo, responsabilizó de las múltiples infracciones a las reglas anticovid en dependencias gubernamentales a los “altos cargos implicados”. Y volvió a encender la ira de los rebeldes conservadores contra su líder.
Johnson, que solo recibió una multa por haber participado en una fiesta por sus 56 cumpleaños, pidió perdón asegurando que no se le había “ocurrido” que el breve encuentro “pudiera constituir una infracción de las normas”.
El premier se negó a dimitir, asegurando que debía seguir adelante con “prioridades” como la guerra de Ucrania y la creciente crisis por el coste de la vida.
John Penrose, su “zar anticorrupción” renunció hace unas semanas, considerando “bastante claro que (Johnson) infringió” el código de conducta oficial y que también él debería irse.
Antes, Johnson, conocido por su talento para el escapismo político, se había dirigido a sus filas, a puerta cerrada en una sala del parlamento de Westminster, para intentar seducirlos.
“En muchas ocasiones se ha dicho que estaba acabado. Puedo reconstruir la confianza. Dejen de hablar de Westminster y empiecen a hablar de la gente que nos envió aquí”, habría dicho según uno de los asistentes.
“El premio de esta noche es enorme (...) lo mejor está por llegar”, agregó, según la misma fuente, insinuando una próxima bajada de impuestos, medida muy popular en un momento de inflación disparada que está estrangulando a muchas familias incapaces de llegar a fin de mes.
“El principio del fin”
La historia nos dice que esto es el principio del fin”, afirmó el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, a la radio LBC. “Si se observan los ejemplos anteriores de votos de confianza, incluso cuando los primeros ministros conservadores sobrevivieron (...) el daño ya está hecho y normalmente caen razonablemente rápido”, subrayó recordando los casos de Margaret Thatcher y Theresa May.
El Partido Conservador se ha mostrado históricamente implacable con sus líderes que dejaron de tener atractivo electoral -incluida Thatcher-. Johnson llegó al poder en 2019 cuando la muy debilitada Theresa May se vio empujada a dimitir pese a haber ganado un voto de confianza, lo sabe.
*Con información de la AFP.