Un reciente informe conocido en Bogotá, y emitido por el Consejo Nacional de Secretarios de Agricultura (CONSA), reveló que, en el marco de la grave crisis mundial derivada de la invasión que ha adelantado el Ejército ruso a Ucrania, y las secuelas que ello ha generado en el comercio mundial de alimentos, e insumos, Colombia podría ser uno de los países que, globalmente se destacaría como uno de los posiblemente más afectados con la situación, dadas algunas de sus características alimentarias, y la alta dependencia que evidencia su mercado a algunos de los productos ya referidos.
Según un reporte, también recientemente presentado por el Boston Consulting Group, “se estima que 1.700 millones de personas, la mayoría de ellas en economías en desarrollo, podrían sufrir un aumento severo de la inseguridad alimentaria, precios más altos de energía o una mayor carga de la deuda”, basando sus aseveraciones en las proyecciones elaboradas por el Equipo de Trabajo de la ONU para el Grupo de Respuesta a la Crisis Global.
En cuanto a las razones por las que el CONSA estima que Colombia sería uno de los países más afectados, explican “la mayoría de los fertilizantes que se usan a nivel nacional en los alimentos son importados desde Ucrania y Rusia”, por lo que, esto impactaría directamente en el bolsillo de los productores, y por ende de los consumidores en nuestro país, avizorando aún mayores incrementos en la canasta familiar de los ya conocidos.
En ese sentido, el CONSA explica que ello puede ser tangible en cómo, las personas comenzarán a presentar problemas para mantener el ritmo o calidad de vida que habían traído, principalmente en su capacidad para alimentarse, por lo que ello también traducirá en la necesidad de ‘remodelar’ los sistemas alimentarios, haciendo también una antesala a futuras crisis y a la misma que ha comenzado a vivirse.
El informe del Boston Consulting Group (BCG), denominado “La guerra en Ucrania y la prisa por alimentar al mundo”, explica los detalles y los impactos que de forma directa e indirecta impactan a varios países de la región, siendo Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Perú, algunos de los que mayores consecuencias negativas podrían vivir, que hacen parte del listado de los 45 Estados más golpeados en el mundo, complementado por pares en África, y el Sudeste Asiático
No obstante, el BCG, también presenta una serie de estrategias que podrían adoptarse en el corto y mediano plazo para hacer frente a la crisis y ayudar a la resiliencia de los sistemas alimentarios del orbe.
En el informe también se detalla la forma en la que la crisis alimentaria mundial proyectada, además de referirse a problemas para la producción, en países como Colombia debido a los altos costos o imposibilidad de acceder a los insumos para los cultivos, lo que traduce en la incapacidad de producir suficientes alimentos, también refiere a la incapacidad del sistema mundial en el almacenamiento y ‘distribución equitativa’ de los insumos.
Frente a lo anterior, el informe refiere, basado en cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE, refiere que en lo corrido del año 2022, el país ha vivido una inflación cifrada en el 9,07 %, lo que traduce en un importante encarecimiento de los alimentos, explicando que, además de la crisis de los contenedores, que ha imposibilitado el comercio mundial en el marco de la pandemia, ligado en parte a lo ocurrido en países como China, también se deriva de la forma en la que comenzaron a escasear los insumos, producto de la guerra Ucrania - Rusia, siendo estos países, importantes proveedores de ello.
En términos del peso del comercio de alimentos de Rusia y Ucrania, el informe recuerda que, como es ya conocido y advertido, estos países representan el 12% de la comercialización mundial de productos considerados ‘calorías alimentarias’ en el mundo.
En ese sentido, también se estima que estos países son los responsables del 28 % del comercio mundial de trigo, y de casi el 70 % del comercio de aceite de girasol, de acuerdo con estudios internacionales.
En el caso Colombiano, las cifras han evidenciado que el aceite ha logrado una variación de precio cercana al 40,7 %, convirtiéndose en uno de los productos más caros de la canasta familiar.
En ese sentido, también es importante notar que la mayoría de los productos que han comenzado a escasear, tienen como destino los sectores más vulnerables del mundo, más aún evocando escenarios como el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, entidad que ayuda en resolver las necesidades alimentarias de algunos países, y que, dentro de los programas que desarrolla, recurre en un 50 % a productos comprados a Ucrania.
Otra de las caras de la actual situación es que, pese a que para algunas economías emergentes, la situación ocurrida en Ucrania podría representar que sus productos sean más apetecidos, consiguiente eventualmente mayores beneficios o control en el mercado, sus políticas internas, ante la situación, han virado hacia el proteccionismo de sus propias reservas de alimento, lo que restringe el porcentaje que eventualmente podría ser destinado para llenar el hueco dejado por Ucrania y Rusia en el mercado alimentario mundial.
Además de los altos costos que han alcanzado algunos productos agrícolas e insumos, debido a la escasez de reservas alimentarias, el costo también se ha elevado debido al reto que ha significado la guerra para el sector de los combustibles, lo que ha encarecido aún más el transporte de los alimentos, y ello, por efecto dominó ha recaído en los bolsillos de los consumidores.
De acuerdo con el referido informe, el “transporte terrestre de última milla representa hasta el 40% de los costos de los alimentos en muchos países en desarrollo”.
A su turno, Ertharin Cousin, directora ejecutiva y fundadora de Food Systems for the Future, y coautora del informe, advirtió que “si bien esta crisis nos afectará a todos en todo el mundo de manera significativa, las economías de bajos ingresos corren el riesgo de sufrir complicaciones y posibles disturbios”, advirtiendo que hay economías nacionales que ya venían seriamente resentidas por cuenta de la pandemia, y lo que ella representó en materia de gasto social. En ese sentido, se estima que alrededor del 60 % de los países de bajos ingresos se encuentran actualmente o están en alto riesgo de sobreendeudamiento, de acuerdo con las proyecciones e informes del FMI.
El informe refieres que la crisis no solo golpeará con fuerza a los sectores menos favorecidos de cada una de las sociedades de los países referidos, sino que también se sentirá un impacto significativo en todos los renglones sociales, que habrán de modificar sus conductas o dinámicas de consumo.
Frente a las estrategias para hacer frente y mitigar en parte los impactos, el informe versa sobre la necesidad de implementar acciones humanitarias que sean coordinadas no solo por gobiernos, sino también por sectores privados y ONG e instituciones internacionales, y estas deben comprender más allá de la entrega de alimentos, también herramientas o elementos para fortalecer los medios de producción lo que traduce en apoyo financiero, capacitación técnica, semillas, y encaminar la sustitución de cultivos.
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