Este domingo, Brasil vio cómo Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia de ese país por tercera vez; el nuevo mandatario tomó juramento frente a los diputados y comandará esta nación hasta el 4 de enero de 2027.
“Prometo defender la constitución”, dijo Lula en el acto protocolario en el que recibió el mandato tras cuatro años en los que estuvo al frente el ultraderechista Jair Bolsonaro, gran ausente en el evento de transmisión de mando.
Lula, de 77 años, que pronunció su “compromiso constitucional” ante el Congreso en Brasilia, dirigirá la mayor economía de América Latina con el reto de unir una sociedad profundamente polarizada.
La ceremonia se inició con un minuto de silencio en recuerdo del exastro brasileño Pelé y de Benedicto XVI, ambos fallecidos esta semana.
Al Congreso, Lula llegó con el tradicional Rolls-Royce negro descapotable junto a la primera dama “Janja”, ante los vítores de sus seguidores, algunos de ellos con lágrimas en los ojos, constató la AFP.
Llegó hasta el Palacio Planalto: “No es hora del resentimiento estéril, sino de volver a sonreír”
Después de su investidura en el Congreso, el líder de izquierda caminó hasta el Palacio de Planalto. En este escenario recibió la banda presidencial, pero, contrariamente a la tradición, su predecesor, Jair Bolsonaro, estuvo ausente.
Bolsonaro viajó el viernes a Estados Unidos, dos días antes de finalizar su periodo de gobierno. Por primera vez desde 1985, un mandatario saliente no pasó la banda presidencial.
Era todo un misterio quién sería el encargado de hacer la entrega de este símbolo. En la transmisión se pudo observar que representantes de la sociedad civil tuvieron el compromiso; de hecho, fue una mujer afrodescendiente la que le puso la banda al nuevo presidente brasileño, al lado de un niño, un militante de los derechos humanos y representante indígena.
“Voy a gobernar para 215 millones de brasileños, para todos y todas, mirando a nuestro futuro y no al pasado de intolerancia. Es hora de fortalecer los lazos de familia, que fueron rotos por tanto odio y mentiras, armamentos y bombas, no necesitamos de eso”, dijo Lula da Silva en Planalto.
“Llegó la hora de bajar el precio de los alimentos, de invertir en salud, educación, ciencia y cultura; llegó la hora de traer inversiones y reindustrializar a Brasil, de romper con el aislamiento internacional. No es hora del resentimiento estéril, sino de volver a sonreír”, expresó el mandatario.
“Quiero terminar pidiéndoles a todos y cada uno de ustedes: que la alegría de hoy sea la materia prima de la lucha de mañana y de todos los días venideros. Que la esperanza de hoy fermente el pan que se repartirá entre todos. En la lucha por el bien de Brasil, utilizaremos las armas que más temen nuestros adversarios: la verdad, que prevaleció sobre la mentira; la esperanza, que venció al miedo; y el amor, que derrotó al odio. Viva Brasil. ¡Y viva el pueblo brasileño!”, concluyó Luiz Inácio Lula da Silva.
Su mensaje final
Luego de hablar en el Congreso, ser enfático en la idea que tiene de erradicar el hambre, construir el país en las “ruinas” y mencionar la democracia como el derecho fundamental para hacer que las cosas cambien, aunque sin “ánimo de revancha”, Lula da Silva terminó su discurso de la siguiente manera: “Vamos a reconstruir este país, viva la democracia y viva el pueblo brasileño”.
Sin deforestación
“No tiene sentido importar combustibles y otras materias. Brasil debe figurar en la primera línea de la economía internacional”, aseguró el ahora mandatario de Brasil.
De igual modo, dijo: “Ningún otro país tiene las condiciones para colocarse como una potencia ambiental, vamos a iniciar la transición energética y ecológica. Nuestra meta es lograr la emisión cero de gases invernaderos y la deforestación cero de la Amazonia”.
Por otro lado, el político brasileño pidió cambiar las armas: “Hay mucha inseguridad y Brasil no quiere y no necesita tener armas en las manos del pueblo. Necesitamos cultura, libros, para que podamos ser un país más justo”
Política exterior
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, dijo que reforzará la política exterior, teniendo en cuenta la integración latinoamericana en el Mercosur, la Unasur y el grupo Brics. En su alocución, planteó mantenerse de manera activa y altiva con las naciones de Estados Unidos, China y la Unión Europea (UE).
“Debemos romper el aislamiento al que fue sometido al país. Debemos ser dueños de nuestro destino”, dijo da Silva.
Júbilo en las calles para ver a Lula como presidente
En un ambiente de carnaval, decenas de miles de simpatizantes de Lula da Silva acudieron el domingo a la Explanada de los Ministerios de Brasilia para ver de cerca la toma de posesión del presidente electo de izquierda, soñando con ser “felices de nuevo”.
“Suenen las maracas, con Lula presidente, la vida mejorará”, cantó un grupo de indígenas en medio de una danza tradicional, con el cuerpo cubierto de pinturas tribales.
“Vine a la toma de posesión de Lula porque no me gusta (el presidente saliente Jair) Bolsonaro. A diferencia de este, Lula respeta a los nativos, a los primeros habitantes de Brasil”, dijo a la AFP el cacique Bepkriti Teseia, de 42 años, de Pará, región ubicada al norte del país.
Teseia llevó un gran tocado de plumas amarillas y prefiere expresarse en el idioma tradicional de su pueblo, aunque eso significó ser traducido luego al portugués.
Para acceder a la inmensa Explanada de los Ministerios, tuvo que hacer una fila kilométrica antes de pasar por el minucioso registro de seguridad, con detectores de metales.
Y para quienes quisieron estar más cerca de Lula, en el momento emblemático en que subió por la rampa del Palacio presidencial del Planalto y recibió la banda presidencial, tuvieron que caminar una buena distancia.
Se dirigió a miles de brasileros
Tras la ceremonia en el Congreso, llegó el momento más esperado: Lula caminó por la rampa del palacio presidencial de Planalto y recibió la faja, una cinta de seda verde y amarilla, los colores de la bandera nacional, bordada en oro y diamantes.
Después tomó la palabra ante unas 30.000 personas, mientras en las calles de la capital rebosaron de simpatizantes suyos vestidos, en su mayoría, de rojo, el color de su Partido de los Trabajadores.
La ceremonia contó con un dispositivo de seguridad inédito, con hasta 8.000 agentes movilizados.
La policía brasileña detuvo la mañana del domingo a un hombre que intentaba entrar en el área de la Explanada portando un cuchillo y fuegos artificiales, detectados en la revisión de seguridad. El sospechoso, que llegó a la capital desde Río de Janeiro, fue detenido.
Los preparativos para la toma de posesión se vieron sacudidos luego de la detención de un bolsonarista que colocó un explosivo cerca del aeropuerto de Brasilia para “causar caos”, provocar la declaración de un estado de sitio y evitar así la asunción, según su propia confesión.
*Con información de AFP